ARRASTRE DE TABLAS Y BUEN VINO
TAL Y COMO LO HAN HECHO DESDE QUE EN LOS AÑOS CINCUENTA DEL SIGLO PASADO «EL IMAGINARIO COLECTIVO» RECUPERARA EL ARRASTRE DE LA MADERA DESDE EL MONTE, PUEBLO ABAJO HASTA EL MAR, «COMO DIVERTIMENTO», RECUERDA EL CRONISTA OFICIAL DE ICOD DE LOS VINOS (CANARIAS), JOSÉ FERNANDO DÍAZ MEDINA
El norte de Tenerife descorchó la noche del miércoles el vino nuevo, una tradición que se repite en cada pueblo hasta llegar a Icod de los Vinos donde, además, sus empinadas calles se llenan estos días de chiquillos, y de grandes, que se lanzan calzada abajo sobre tablas enceradas. Un divertimiento que se enraíza en el pasado maderero del pueblo.
Las empinadas calles de Icod de los Vinos resbalan este jueves más que ningún día del año. Los restos de cera y de manteca que dejaron la infinidad de tablas que anoche se arrastraron por esas calzadas están todavía pegados a los adoquines y al asfalto y son el último rastro de un acontecimiento que cada 29 y 30 de noviembre congrega a miles de personas en el municipio del norte de Tenerife, coincidiendo, además, con el descorche del vino nuevo.
La tradición dice que a San Andrés le gustaba tanto el vino que el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, llegó tarde a su cita y que por eso fue castigado a celebrar su día a final de mes. El vicio y la desdicha de San Andrés quizás sea la razón por la que el 30 de noviembre se abren las bodegas y se prueba el vino nuevo, pero nada tiene que ver con que en Icod de los Vinos las tablas se arrastren el día del santo bebedor. El devenir de los años ha hecho que coincidan el arrastra de las tablas y el descorche de la primera botella de la cosecha.
La calle Hércules, la calle del Sol, la del Salto, la de San Antonio (la más larga de todas) o la El Plano (la más empinada) se convirtieron estos días en auténticas pistas por las que han corrido las tablas de madera tal y como lo han hecho desde que en los años cincuenta del siglo pasado «el imaginario colectivo» recuperara el arrastre de la madera desde el monte, pueblo abajo hasta el mar, «como divertimento», recuerda el cronista oficial de Icod de los Vinos, José Fernando Díaz Medina. Las tablas apenas han evolucionado y siguen siendo un tablón de madera, preferentemente de tea, con un taco en la parte delantera para apoyar los pies y para que el que las arrastra no se salga de ellas mientras se lanza cuesta abajo hasta estrellarse al final del recorrido contra una montaña de neumáticos, el último amortiguador de golpes que comenzó a usarse hace unos años ante la gran velocidad que cogían los tablones engrasados ya no con sebo sino con cera de velas para resbalen más y mejor.
Fuente: http://www.canarias7.es/ – Rosa Rodríguez