POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Dentro de la historia del fútbol en Orihuela existe una temporada en que, las alegrías y las penas se aparearon, dejando a la afición con sabor a miel y a hiel. Desde 1946, el equipo escorpión había militado en la categoría de bronce del fútbol español, salvo una temporada en que efímeramente jugó en Segunda División. Los resultados y clasificaciones en esos años, unas veces fueron favorables, y en otras lamentables, al ocupar lugares en la tabla casi a punto del descenso o bien, casi abrazando el deseado ascenso de categoría. Sin embargo, en la temporada de la que nos vamos a ocupar, la cal se tradujo en el descenso a Regional, mientras que la arena estuvo representada por la actuación del equipo en la Copa del Generalísimo.
Nos estamos refiriendo a la temporada 1969-1970, en la que la Real Federación Española de Fútbol estaba preparando, para la siguiente, una nueva reestructuración de la Tercera División, y como otras veces al Orihuela Deportiva le alcanzó de lleno la misma. Dicha reestructuración, estipulaba que del Grupo VI, en el que militaba el equipo oriolano, ascendía a la superior categoría el primer clasificado, permanecían del segundo al octavo inclusive y descendían a Regional, desde el noveno hasta el último, o sea doce equipos, entre ellos el Orihuela Deportiva que quedó clasificado en el doceavo lugar con 37 puntos, después de estar, como decía un año en Segunda y 23 en Tercera. Con él, caían en el abismo equipos de acrisolada historia como el Eldense, Linares y Albacete. Mientras que regresaba a una categoría superior el Hércules C.F. y se mantenían otros como Alcoyano, Cartagena y Jaén.
En dicha temporada se alinearon un total de veintisiete jugadores, entre ellos, algunos que habían militado en superiores categorías como Garre, Fabra, Embarre y Vidal. En la plantilla encontramos a jóvenes promesas como Seano, Pérez Andreu y Caselles, así como bajo los palos a Minsa, García y Paco. Todas las jornadas fueron una continua lucha entre todos los equipos, ya que de alguna manera tenían que intentar conseguir una de las nueve plazas sin peligro.
Presidía el club Antonio Borreguero Andújar, que contó como entrenador con Romero Gallardo que, posteriormente fue sustituido por Álvaro. Pero la tristeza y el desencanto final, acompañados de una serie de vicisitudes desfavorables, tuvo, sin embargo, la satisfacción para el aficionado local de ver a su equipo en una destacada actuación en la Copa del Generalísimo, llegando a los octavos de final, toda una proeza para un equipo de la División de Bronce. Como indicaba, las circunstancias desfavorables se fueron sucediendo desde el primer partido en Los Arcos contra el Imperial F.C. de Murcia, en que el equipo quedó con ocho jugadores, terminando el delantero Rocamora jugando de portero, después de haber sido expulsados uno de los jugadores y lesionados dos más que tuvieron que ser sacados en camilla. Después, el Campo Municipal de los Arcos sería clausurado por tres partidos, tras el partido contra el Cartagena, en que hubo invasión del terreno de juego, siendo el árbitro protegido para poder entrar en la caseta, y después agredido al igual que el entrenador cartagenero. Esos tres partidos hubo que jugarlos en Novelda, el primero, y los dos restantes en El Palmeral de Callosa. Le tema estaba caliente y otros equipos como el Benidorm y el Iliturgi, tuvieron sus campos clausurados por seis partidos.
Pero, los mayores momentos de satisfacción se vivieron como decía en la competición de Copa, en la que en dos ocasiones (tercera y quinta) quedó exento. En la primera eliminó al Atlético Marbella, por un golaveraje de 3 a 1 a favor de los oriolanos. En la segunda, le tocó en suerte el Alcalá de Guadaira, al que eliminó por cinco a dos. En el mes de febrero se enfrentó contra el Orense de Segunda División, al que ganó por tres a dos, en Orihuela y empató a cero en tierra gallega. En el primero de estos partidos arbitró el vallisoletano Barrenechea que cumplía el encuentro número mil en el arbitraje. Ya metidos en los dieciseisavos de final, el sorteo deparó la suerte de enfrentarse contra el Real Mallorca de Primera División. Con un lleno absoluto, el 1 de mayo, el Orihuela Deportiva formado por siete juveniles y seis aficionados recibió al equipo mallorquín, al cual venció por tres a uno, siendo los goles marcados por Avilés, Seano y Caselles. Para el partido de vuelta, en el que perdieron los oriolanos por uno a cero, se fletó un avión, y al regreso del equipo fue recibido en la ciudad con tracas y cohetes, y en compañía de Manuel Gallud y del padre Roda, acudieron a la catedral a ofrecer el triunfo a la Patrona, Nuestra Señora de Monserrate, que se encontraba en el primer templo de la Diócesis con motivo de las Bodas de Oro de su coronación canónica. En la prensa mallorquina se decía: ¿Qué clase de equipo es el Orihuela? Pues parece estar integrado por escolares que han hecho novillos en la escuela para jugar al fútbol”.
Al final, la suerte, o mejor dicho la mala suerte por aquello de la rivalidad regional, en los octavos le tocó el Real Murcia. El primer partido se jugó en la Condomina ganando los pimentoneros por tres a cero, echándose la culpa de los goles a la “luz artificial”. Al concluir el encuentro, muchos aficionados se encontraron con las ruedas de sus vehículos pinchadas o deshinchadas, dando lugar con ello, a que el presidente Borregoro pidiera para el partido de vuelta una actitud deportiva a los aficionados. En Los Arcos se jugó el 28 de mayo y el lleno fue hasta la bandera, teniendo que instalarse sillas en los pasillos. Salió triunfador el equipo murciano por dos a uno, con lo cual quedaba apeado de la competición, y en el recuerdo la proeza que ningún equipo modesto había logrado hasta entonces, y con el desánimo de verse descendido de categoría.
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