POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Cuando se acercan las fechas próximas a la Navidad, todos los años a fin de ofrecer en “La vuelta a los puentes” algún recuerdo o novedad de cómo se celebraba la misma en Orihuela hace muchos años; me gusta revisar la prensa histórica local, para comprobar cómo vivían la misma nuestros padres y abuelos, y poder constatar si se había producido algún avance o variación con respecto a fechas anteriores. Pero, en esta ocasión, situándonos en 1916, no he localizado muchas referencias a este tema, salvo la obligada felicitación a los lectores por parte de los periódicos “Ciudadanía”, “El Conquistador” y “La Vega”.
Intuyo que, como en otros momentos, se produciría días antes la llegada de dos o tres vendedores de turrones procedentes de Jijona, que los establecimientos de alimentación ofrecerían el acopio de productos que no se consumían cotidianamente durante el año, y que en el mercado de Navidad las familias harían el acopio del pavo, mientras que los dulces navideños fabricados en los domicilios eran llevados a los hornos, impregnando la olor navideña en el ambiente, junto con la aroma del tomillo y el romero desprendidas de los belenes.
El mercado navideño de aquel año, no debió de ser de mucho éxito en transacciones, ya que los vendedores procedentes de la huerta se habían visto afectados con pérdidas cuantiosas por las sucesivas avenidas del río que, desde el 30 de noviembre con la denominada como de San Andrés, por aquello del santo del día, hasta el 22 de diciembre, pasando por el primero de dicho mes, “el lobo se comió a la oveja”, en tres ocasiones, “convirtiendo en cenagosa laguna este antes florido y ameno vergel”. Ello motivó que algunas iniciativas tales como la Cocina Económica instalada en Plaza del Carmen, que desarrollaba una encomiable labor social y humanitaria, se viera desbordada con la presencia de centenares de familias pobres de la ciudad y la huerta, buscando el sustento diario. De igual manera que el Ropero de Santa Victoria establecido en el Palacio Episcopal, presidido por la marquesa de Rubalcava, recibió de parte de la Reina Victoria Eugenia un lote de 310 piezas, para ser entregadas a los damnificados por las inundaciones. Así, en este lote de prendas, entre otras, 25 mantones, 52 camisas, 36 chalecos, 11 pares de calzoncillos, 4 refajos de niña, 5 gorros y 3 “gabancitos”.
Debido a las torrenciales y constantes lluvias, se vieron afectados algunos edificios como la iglesia de las Santas Justa y Rufina, en la que para evitar daños a los transeúntes fue necesario desmontar “las barandillas arquitectónicas góticas de la torre”.
A pesar de todo ello, la vida ciudadana daba la impresión que no se veía afectada por estas continuas catástrofes y, para los días de Navidad, se contrataron espectáculos de varietés en el Teatro Circo y en el Salón Novedades, en este último concretamente a “Los Lia Fred”. De igual manera, tal como era costumbre, el coso taurino oriolano tenía previsto abrir sus puertas para una novillada con sorteo de regalos, el domingo día 25. Pero, probablemente motivado por es el estado del albero debido a las lluvias, tuvo que suspenderse y se celebró el día último del año, con una gran afluencia de público que llenó completamente los tendidos, reportando buenos beneficios a los empresarios Marcelino Galiano Alfaro, mi abuelo, y al señor Villaescusa.
En el atardecer de los días de Pascua, en los salones del Casino Orcelitano se celebraron bailes que, “han dejado un sabor tan subyugados en el sexo feo, que los más feos, se proponen que no terminen estos matinees que ratos tan deliciosos ha deparado el Amor”. Allí acudían señoritas de la sociedad oriolana, como Manolita Lucas, Paca y Manolita Martínez Arenas, María Pepa Ballesteros, Petra Pourtau, y “las pollitas” Pepita Garrigós, Marianita Carrió y Angelita Ezcurra.
Aprovechando esos días festivos, el segundo de Navidad se celebró un solemne acto en el que se impuso la Cruz de Beneficencia a “dos héroes” que arriesgaron su vida auxiliando a algunos inundados en la riada de San Andrés.
Si en otras ocasiones, la prensa local incluía anuncios con la llegada a la ciudad de los jijonencos con sus dulces navideños, en esta ocasión no fue así. Sin embargo, para contrarrestar los efectos de estos alimentos en los diabéticos, se insertó un anuncio, en el que se ofrecía por parte de José María Sarabia, la “Hierba Santa Mejicana” de la que era representante. El mundo de los comercios y la oferta de sus productos presentaban algunos contrastes que hoy, a cien años vista, nos causan cuanto menos perplejidad, pues por ejemplo en el establecimiento de Ricardo Ferrer López, en la calle Alfonso XIII, lo mismo se vendía juguetes, que abanicos o coronas fúnebres y flores artificiales. De igual manera que si quedaban en olvido en esas fechas la llegada a Orihuela de los turroneros, sí se tuvo en consideración la venida de Demetrio Poveda (hijo), con su “Consultorio de enfermedades de los ojos Santa Lucía”, en el que según decía, “se curan las enfermedades modernas, practicando toda clase de operaciones sin dolor y en el domicilio del enfermo aunque viva fuera de Orihuela”.
Esto es lo que, en parte, daba se sí mi búsqueda de datos sobre lo acaecido en nuestra ciudad en las fechas próximas a los días navideños de hace un siglo. Sólo nos queda recordar alguna inocentada y la celebración del fin de año.
Fuente: http://www.laverdad.es/