«LA IDEA ERA AGRUPAR EL PODER JUDICIAL, LA DEFENSA MILITAR Y LA REPRESENTACIÓN REAL EN UNA SOLA PERSONA COMO YA OCURRÍA EN PUERTO RICO O FILIPINAS CON LOS VIRREYES», EXPLICA JUAN JOSÉ LAFORET, CRONISTA DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
La Capitanía General de Canarias celebra este año el 425 aniversario de su creación. Desde que el rey Felipe II ordenara su instauración en las Islas en 1589, esta institución ha logrado soportar el paso de guerras y de cambios políticos de distinto calado hasta formar parte de la historia del Archipiélago.
El organismo nació con la misión de garantizar la defensa y seguridad de las Islas ante posibles ataques de potencias extranjeras que quisieran entrar a España a través de las Afortunadas. Para dirigir tal responsabilidad el rey Felipe II nombró a Luis de la Cueva y Benavides, una persona de su confianza, como primer capitán general de Canarias.
«La idea era agrupar el poder judicial, la defensa militar y la representación real en una sola persona como ya ocurría en Puerto Rico o Filipinas con los virreyes», explica Juan José Laforet, cronista de Las Palmas de Gran Canaria.
En cada etapa la labor del capitán general en las Islas tuvo una «incidencia enorme» porque protagonizó muchos acontecimientos vinculados a la defensa «pero también en materia política y económica», apunta Laforet. En torno a su figura se tomaban las decisiones que marcaban el transcurso de la historia de Canarias como región perteneciente al reino de España. La dificultad de las comunicaciones de por aquel entonces hizo necesario que el rey dispusiera de un representante con la suficiente autoridad y capacidad para tomar decisiones en su nombre ante posibles invasiones del territorio, entre otros asuntos.
Sin embargo, la actuación de De la Cueva no convenció a los dirigentes locales de la época ni al propio monarca, que decidió ordenar su relevo en 1594. «De la Cueva era un hombre de carácter fuerte y sus decisiones generaron muchas protestas por lo que su paso por Canarias no dejó buen recuerdo», señala Laforet.
La figura de capitán general quedo vacante temporalmente y en su lugar aparecieron, en cada isla, los gobernadores insulares. En Gran Canaria destacó la labor realizada por Alonso Alvarado debido a su participación en la defensa de la Isla durante el ataque del inglés Drake en 1595 y del holandés Van der Does en 1599.
Las constantes embestidas de los «enemigos de la Corona de España» unidas al aumento de la piratería en aguas cercanas al Archipiélago y al cambio político que conllevó el fallecimiento de Felipe II en 1598, hicieron que el monarca sucesor, Felipe III, recuperara la imagen del capitán general en las Islas y designara como tal a Francisco González de Andía en 1625.
No obstante, el papel de González de Andía fue transitorio y duró un solo año. En 1629, con el nombramiento de Juan de Rivera y Zambrana como nuevo capitán general se restituyó oficialmente este cargo en Canarias. Desapareció así la figura del gobernador político-militar, la cual fue sustituida por los llamados corregidores.
En sus orígenes, la Capitanía General de Canarias estableció su sede en Las Palmas de Gran Canaria. Allí residieron los primeros capitanes hasta que, en torno a 1661, la sede se trasladó a Tenerife, primero a La Laguna –donde todavía se conserva la casa de los capitanes generales– y, posteriormente, a la capital tinerfeña.
Aunque en 1656 Alonso Dávila decidió trasladarse a Tenerife, realmente fue Jerónimo de Benavente el primer capitán general que en 1661 recibió licencia para residir «en la isla que tuviese por más conveniente».
Los cambios derivados del paso de los años no se limitan a las infraestructuras. La propia organización de la Capitanía General y sus responsabilidades también evolucionaron y se modificaron con el transcurso del tiempo. Una de las primeras grandes reformas militares que afectaron a las capitanías fue, según Laforet, el cambio de dinastía que vivió España al pasar de los Austrias a los Borbones.
«El rey Felipe V hizo una reforma en el Ejército que trajo consigo un cambio sustancial en los poderes que hasta entonces tenían otorgados los capitanes generales», señala el cronista. Otro de los puntos de inflexión vino marcado por la Constitución de Cádiz d 1812 «aunque después hubiera una vuelta la Antiguo Régimen».
La adaptación que esta institución ha logrado realizar en cada momento de la historia le ha permitido estar presente de manera prácticamente ininterrumpida en el Archipiélago hasta el momento actual. «Hoy en día la Capitanía General de Canarias carece de los poderes que acaparó en su origen y el capitán general se ha convertido en una figura puramente jerárquica dentro del Ministerio de Defensa y del Ejército de Tierra», apunta Laforet, y asegura que este organismo «es una figura histórica como lo son los cabildos y la Real Audiencia de Canarias, actual Tribunal Superior de Justicia de Canarias».
Hasta la nomenclatura ha cambiado. Lo que se conocía como Capitanía General ha pasado a ser el Mando del Ejército de Tierra en Canarias y el cargo de capitán general, actualmente se representa a través de la figura del teniente general del Ejército de Tierra. «Los poderes y los nombres han cambiado pero la institución se ha mantenido gracias a la influencia que ejerció en el transcurso de Canarias».
Entre los nombres que destacan en el largo listado de capitanes generales que hubo en las Islas se encuentra, por ejemplo, Ignacio Pérez Galdós –hermano del novelista Benito Pérez Galdós– que actuó como tal entre 1900 y 1902. Tras ser destituido del cargo por motivos políticos, lo recuperó en 1903 hasta 1905, año en el que falleció.
Otro nombre que no pasa desapercibido en la historia es el de Francisco Franco, quien fue capitán general de Canarias en 1936 junto antes de iniciar la Guerra Civil que asoló España entre 1936 y 1939. «Su paso por las Islas en este cargo no destacó por nada especialmente ni por vivir ningún hecho trascendentalmente histórico, salvo por dejar a un sucesor para irse a África a preparar el alzamiento nacional y comenzar la guerra», explica Laforet.
Quien sí es recordado por su labor como capitán general es Francisco García-Escámez (1943-1951) ya que también fue el encargado de asumir el Mando Económico de Canarias. Este fue un organismo creado después de la Guerra Civil al que el Estado destinaba fondos para que fueran invertidos en la reconstrucción económica que permitiera el progreso económico de las Islas tras el conflicto bélico. «Así se construyó el hotel Santa Catalina en Las Palmas de Gran Canaria y el hotel Mencey en Santa Cruz de Tenerife y se crearon barriadas de casas sociales como son las viviendas que hay en La Isleta o en Schamann», apunta el cronista. García-Escámez también consiguió facilitar fondos estatales a los cabildos para la construcción de presas y de otras obras públicas. Jesús González del Yerro fue el capitán general que vivió el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, sabiendo desmarcarse «en todo momento» de la acción perpetrada por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero.
Fuente: http://www.laopinion.es/ – Iballa Socorro