«GÓMEZ CANTOS NO DURARÍA NI DIEZ MINUTOS EN LA GUARDIA CIVIL ACTUAL»
El profesor Francisco Javier García Carrero, cronista oficial de Arroyo de la Luz, dedicó su tesis doctoral a la figura del teniente coronel de la Guardia Civil Gómez Cantos. Sacó a la luz a un personaje siniestro durante el Franquismo que no tuvo reparos en matar a tres compañeros en Mesas de Ibor.
La investigación tuvo tanta trascendencia que Azuaga y Villanueva de la Serena retiraron hace dos años la medalla al teniente. Con ese trabajo, García Carrero entendió que la historia de la Guardia Civil, la única institución que se mantiene desde el siglo XIX en España, era un terreno virgen, poco explorado por historiadores.
Abrió el foco y ha dedicado los dos últimos años a estudiar el primer siglo de la Guardia Civil en Extremadura, desde su fundación en 1844 hasta la primera década Franquista en 1944. El trabajo ha recibido recientemente el premio Arturo Barea de investigación histórica de la Diputación de Badajoz, que se encargará de editarlo en los próximos meses.
El libro arranca con los antecedentes en las hermandades o los guardas reales del siglo XIX y aborda la extensión en puestos, compañías o tercios. Sin dejar atrás el comportamiento y las peculiaridades en los distintos cambios de régimen de estos cien años.
García Carrero ha trabajado con el archivo de la Guardia Civil de Madrid y con el de la Comandancia de Badajoz. Para este historiador que ejerce la docencia en el Instituto Bioclimático, tener estas fuentes tan cercanas es casi un privilegio. La mayoría de los libros escritos hasta ahora sobre este tema vienen firmados por historiadores del propio cuerpo, como Miguel López Corral.
«A partir de que te metes en el mundo de la Benemérita cada vez te llama más la atención. Es poco conocido desde el punto de vista bibliográfico. Incomprensiblemente, nadie se había adentrado y quedan muchos flecos por estudiar».
Ahora que el resultado ha visto la luz, García Carrero agradece la buena disposición de los mandos de la Guardia Civil en Badajoz, que le han ayudado en todo el proceso.
Uno de los apartados más llamativos es el papel que jugó en el levantamiento contra la Segunda República el 18 de julio de 1936. En aquellos puntos donde la Guardia Civil decide sublevarse triunfa el golpe de Franco, pero donde no lo hizo fracasó. En Badajoz, por ejemplo, la comandancia decidió permanecer fiel a la Segunda República con Vega Cornejo al frente, mientras que la de Cáceres se sumó. Curiosamente, en Badajoz no triunfó el golpe y en Cáceres sí. «El cuerpo estaba diseminado en puestos y casas cuarteles, de la actitud que tomaran dependía la situación en cada pueblo»,
El propio Franco, explica el autor, decidió en cuanto triunfó el alzamiento liquidar a la Guardia Civil porque no había sido todo lo solícita como a él le habría gustado. Desistió de la idea con el paso de los años.
Otro capítulo tiene que ver con la lucha contra los maquis. Los dos principales artífices en la contienda guerrillera eran el propio Gómez Cantó en Cáceres y Navarrete Alcal en Badajoz. Entre ambos, además, había una enemistad manifiesta.
Otro hilo argumental, aún sin resolver, tiene que ver con la doble consideración militar y policial que todavía no se ha cerrado.
Con este acercamiento histórico, el autor quiere poner de manifiesto la diferencia entre la Guardia Civil predemocrática y la democrática. La del siglo diecinueve y principios del veinte, advierte, nada tiene que ver con la del veintiuno. Ahora, insiste, es una de las instituciones más respetadas y con más prestigio de España. «Gente como Gómez Canto no duraría ni diez minutos en la Guardia Civil actual. Es probablemente una de las personas que más daño le ha hecho». En aquella época, con todos los beneficios que pudiera tener, ya estuvo encarcelado, se enfrentó a un consejo de guerra y fue expulsado después de matar a varios de sus hombres en Mesas de Ibor.
Este tipo de episodios representa la época de mayor rechazo social a una organización que fue muy valorada en sus inicios. Los bandoleros como Chico Cabrera pululaban desde la Guerra de la Independencia con total impunidad por las sierras extremeñas y eran auténticos criminales -nada que ver con la imagen bucólica y de Robin Hood que se ha dado en algunos casos-. Tenían atemorizados a muchos pueblos de la región.
Los asaltos y los abusos se acabaron gracias a la persecución de la Guardia Civil por todos los rincones donde se movían. Entonces se veía a los guardias como defensores de los más débiles, pero en los últimos años de la Restauración de Cánovas se identificó mucho con el liberalismo más conservador, dejando de lado las aspiraciones de otros partidos políticos. «Eso hoy día no existe. La Guardia Civil se pone a las órdenes del poder constituido, ya sea un partido u otro».
Fuente_ http://www.hoy.es/ – Antonio Gilgado