LA CRONISTA OFICIAL DE OVIEDO, CARMEN RUIZ-TILVE, CONSIDERA QUE ESTE PLAN PARA EL CAMPO SAN FRANCISCO ES «UNA CARTA A LOS REYES MAGOS UN POCO TARDÍA»
Las obras para conectar el Campo San Francisco con la plaza de la Escandalera comenzarán el año que viene. Eso es lo que se propone la Concejalía de Urbanismo que dirige Ignacio Fernández del Páramo (Somos) y que ya tiene en sus manos las recomendaciones que encargó al Colegio Oficial de Arquitectos para promover la movilidad sostenible en su entorno, dando preferencia a peatones y bicicletas frente a los automóviles. El plan propone también poner vigilancia en el Campo y reconvertir el aparcamiento de la Escandalera en un centro cultural.
A lo largo de este año se convocará el concurso de ideas para redactar el proyecto, que deberá atenerse a los criterios fijados por el Colegio de Arquitectos previa consulta ciudadana, a través de talleres y encuestas.
Además de la unión del Campo con la Escandalera, el plan contempla la peatonalización de la calle Fruela, la de Marqués de Pidal para conectar con la Losa, un paso peatonal entre el Campo y la plaza de España, el ensanchamiento de aceras en el perímetro del parque y un carril para autobuses y bicicletas. También se propone repoblar el parque con más animales.
El concejal de Urbanismo afirma que «con intervenciones ligeras se pueden hacer cosas interesantes para conseguir un objetivo en el que todos estamos de acuerdo: que el Campo San Francisco deje de actuar como una rotonda para repartir el tráfico».
Ana Piquero, vocal de Urbanismo del Colegio de Arquitectos, tranquiliza a la ciudadanía. Asegura que, en la futura actuación sobre el Campo, «el impacto no va a ser muy alto en la ciudad. No es una obra enorme y la inversión que requiere no es muy alta. No se trata de poner el centro de Oviedo patas arriba». Explica que lo que se proponen son «pequeñas actuaciones que mejorarán la movilidad sostenible, porque el Campo es una pieza clave en la ciudad; funciona como regulador del tráfico interno, como si fuera una gran rotonda».
En ese sentido, señala que el Campo San Francisco aúna «cómo percibimos ese entorno los profesionales y cómo lo utilizan los ciudadanos» y recoge «unos criterios generales de intervención, que son los que tendrán que recoger los pliegos del concurso de ideas».
Se trata, destaca la arquitecta, de realizar «pequeños gestos» cuyo efecto sea «mejorar la circulación peatonal y de bicicletas» en el centro. El propósito, añade, es que «el peatón cobre igual o mayor protagonismo que el automóvil».
La cronista oficial de Oviedo, Carmen Ruiz-Tilve, considera que este plan para el Campo San Francisco es «una carta a los Reyes Magos un poco tardía». Reconoce que el parque ovetense está «muy necesitado de muchas cosas, pero no de grandes movimientos ni de quitar ni poner calles, sino más bien de simple mantenimiento».
«El Campo fue a menos en el uso, y lo importante es el uso, y nadie usa el Campo», se lamenta, y por ello considera que «nos basta y nos sobra con lo que hay». La cronista evoca su juventud, cuando el lugar de encuentro por excelencia era el Paseo de los Álamos, y hace notar lo poco transitado que está ahora. «El Paseo de los Álamos pasó de ser para todo a ser para nada», afirma.
Además, Carmen Ruiz-Tilve sostiene que el Campo San Francisco «tiene una estructura y una personalidad que conviene conservar» y admite que a ella personalmente le «dan miedo» las consecuencias de actuaciones como la peatonalización de su entorno. «El Campo cuidado estaría muy bien», opina.
Andrés Diego Llaca tiene su estudio de arquitectura en la calle Santa Susana, abre la ventana y se asoma al Campo, y siempre ha vivido en su entorno. Admite que hay «demasiado tráfico concentrado» a su alrededor pero advierte que ese problema «no se puede resolver puntualmente sino que requiere una acción general». La vinculación del parque peatonalmente con otros espacios le parece un acierto, porque, a día de hoy, «el Campo ha quedado como una isla» en medio de la ciudad.
Diego Llaca enumera, además, varias actuaciones que, a su juicio, mejorarían el interior del Campo: él derribaría algunas edificaciones, eliminaría zonas hormigonadas y rebajaría bordillos. Mejoraría el diseño paisajístico y erradicaría innovaciones como el jardín japonés. Y plantaría más árboles: «Cada vez hay más lagunas en lo que era casi un bosque».
Fuente: http://www.lne.es/ – Elena Fernández-Pello