POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Si tienen interés, hoy, 13 de enero miren el santoral y comprueben la mala pasada que a algunos les ha podido suponer a la hora de echar sobre su cabeza el agua del bautismo e inscribirlo en el registro, la ancestral costumbre de ponerles como nombre el del santo del día. Así, se encontrarán con la posibilidad de haber sido bautizados como Potito, que fue martirizado en el siglo II por el emperador Antonino Pío. O bien, Agricio obispo que recibió en el siglo IV de Santa Elena algunas reliquias que descubrió en Tierra Santa, como los clavos de la cruz y el cuchillo de la Última Cena. Y si quieren rizar aún más el rizo, echen mano también de los mártires eslavos de ese último siglo, Estratónico o Hérmilo, que después de sufrir duros castigos fueron arrojados al Danubio por orden del emperador Licinio. Sin embargo, mejor suerte sufrió Gláfira, que estaba al servicio de dicho emperador, el cual por su belleza la acosó haciéndole proposiciones deshonestas y ella se defendió ayudada por la emperatriz Constancia Augusta que, le permitió disfrazada de hombre escapar del palacio siendo protegida por el obispo Basilio. Pero, tuvo la mala fortuna de ser descubierta y ser llamada ante el emperador, muriendo antes de ser martirizada, con lo cual sólo pudo aparecer en el santoral como virgen y no como virgen y mártir. Si deseamos utilizar otros nombres que aparecen como santos de este día, podemos recurrir a Servideo, monje que fue martirizado por Abderramán II, o bien Vivencio obispo del siglo XV, cuya biografía no es muy creíble. Pero, resulta mucho más fácil recurrir a otros nombres que, aunque raros, son más conocidos como Hilario, Gumersindo o Leoncio, o como en un salto mortal llegar a nombres compuestos y poder bautizar al pobre niño que durante toda su vida ha de ser portador de este estigma, como Potito Estratónico, o Hérmilio Agricio.
Mala broma para el infante que, con estos nombres se podría ver en ese “más difícil todavía”, anunciado por el jefe de pista, esperando que el trapecista después de un redoble de tambor se lanza al espacio bajo la lona del circo para dar un salto mortal. Y si de circos se trata, no puedo negar que soy un gran aficionado al arte, digo “arte”, circense con animales incluidos. Lo que motivó hace años comenzara a investigar y a coleccionar películas sobre este tema, en el que muchas veces dentro del ambiente de ilusión que despierta surgen dramas humanos, así como amores correspondidos o no, terror, violencia y sangre. Otra de las facetas dentro de este contexto que siempre he intentado averiguar, es en qué circo estaban rodadas las escenas y, si eran películas españolas, si había visto alguna de sus actuaciones. Esto último es muy difícil ya que suelen aparecer con nombres figurados. De ello, tenemos el ejemplo del Circo Maravillas, cuyo nombre real desconozco, y que sirvió de escenario en “Salto mortal” (1961), dirigida por Mariano Ozores e interpretada por José Luis y Mariano Ozores y Elisa Montes. Así como el Gran Circo Gemma, en la película “Aprendiz de clow”, en que un niño llamado Quique San Francisco alternó con Charlie Rivel.
Son un total de once películas españolas las que he localizado, en las que de alguna forma el circo tiene protagonismo, ya sea como centro de la trama o accidentalmente como en “Zalacaín el aventurero” (1955) dirigida por Juan de Orduña, basada en la novela de Pío Baroja. En ella, durante la actuación de un domador de leones, se escapa uno de ellos con el consiguiente pánico entre los espectadores. De esa misma época, es la película dirigida por Rafael Gil, “¡Viva lo imposible!”, en la que actúa el oriolano Marco Davó en el papel de empresario. Junto a él, Paquita Rico, Manolo Morán y Miguel Gila. El circo que aparece es el francés Prim Freres que estaba de turné por España y que tuve ocasión de verlo en 1958 en Orihuela instalado en un descampado existente entre el Barrio José Ávila y la vía del ferrocarril. En él, por primera vez vi a un domador enfrentándose a panteras y leopardos. En 1960, en el Cine Casablanca se proyectó la película “Pelusa” que tenía como principal protagonista a Marujita Díaz, acompañada por Espartaco Santoni en el papel de trapecista y Roberto Rey como payaso venido a menos. En la trama, el circo se llamaba Solferino, pero en realidad era el Circo Americano. En este film se contó como asesor circense con Alfredo Marquerie. En 1965, Ana Belén intervino en su primera película con el título “Zampo y yo”, coprotagonizada con Fernando Rey. El circo que se nos presenta, cuyo nombre no he podido localizar, es modesto e instalado en un barrio madrileño. Otras películas españolas, en las que el circo tiene protagonismo, es la interpretada por Teresa Rabal y Rafael Alonso, con el título “Loca por el circo” (1982); “Raluy, una noche en el circo” (1999), dirigida por Oscar vega, teniendo como intérpretes a Paz Padilla y Eloy Arenas. En este último caso, el circo está perfectamente identificado. En “Dispara” (1993), gran parte de las escenas se desarrollan en el Circo Woderland, que en varias ocasiones he visto su actuación. De la mano de Carlos Saura, nos encontramos a Antonio Banderas y Francesca Neri. Y en las instalaciones de este mismo circo se rodó “Balada triste de trompeta” (2011) de Alex de la Iglesia, teniendo como escenario la ciudad de Alcoy.
Una de las últimas películas localizada es “Plauto” (2004), que lleva por subtítulo “recuerdo distorsionado de un tonto eventual”, con guión de Coto Matamoros e interpretada por “El Dioni”, Toni Genil, Arlekín, Leonardo Dantés y José Carabias. En dicha película en la ficción aparece el “Gran Circo Alegría”, que presuponemos que sea el mismo.
A redoble de tambor, ya sea en el santoral del día o bajo la carpa de un circo, siempre se puede vivir el más difícil todavía.
Fuente: http://www.laverdad.es/