POR JOSÉ ANTONIO MELGARES GUERRERO, CRONISTA OFICIAL DE CARAVACA (MURCIA)
Las rogativas, como acciones públicas hechas a Dios para conseguir el remedio de una grave necesidad (como afirma la RAE), han sido frecuentes a lo largo de la historia local. Unas veces a imágenes de Cristo, como el Cristo de la Misericordia (en la iglesia de La Concepción), otras a la Virgen de La Encarnación y las más a la Stma. Cruz, patrona de la ciudad desde tiempo incierto e inmemorial. De ello se ha tratado en las páginas de EL NOROESTE y en otras publicaciones locales con relativa frecuencia. Hoy me ocuparé de la última llevada a cabo en la ciudad, siguiendo el esquema de celebración que siempre se siguió y de la que sin duda tienen recuerdo las gentes de mi generación y mayores que nosotros.
Fue el 14 de septiembre de 1965 y el motivo: pedir a la Patrona por el éxito del Concilio Ecuménico Vaticano II que ese día entraba en Roma en su tramo final, el cual se prolongaría hasta el 8 de diciembre siguiente en que fue clausurado solemnemente por el papa Pablo VI.
Como se sabe, el Concilio al que aún siguen refiriéndose tanto los clérigos en sermones y homilías, fue convocado por el papa Juan XXIII el 25 de enero de 1959, e inaugurado en Roma por el citado Pontífice el 11 de octubre de 1962. Juan XXIII falleció en la primavera siguiente, el 3 de junio de 1963, siendo presididas las otras tres sesiones en que se celebró aquella magna asamblea de obispos de la Iglesia Católica, por su sucesor Pablo VI. La segunda sesión comenzó el 29 de septiembre de 1963, la tercera el 14 de septiembre de 1964 y la última y definitiva el mismo día y mes de 1965.
La iglesia local caravaqueña, seguramente en la línea de otras celebraciones celebradas por la Iglesia Universal, programó para esa fecha una rogativa pública a la Stma. Cruz, convocada por el entonces párroco arcipreste del Salvador D. José Barquero Cascales, en colaboración con el resto de sacerdotes seculares y regulares de la ciudad. Se elaboró la publicidad escrita que ilustra este texto (impresa en la recordada imprenta “Gráficas Haro” de la C. Ingeniero Oñate) y se programó para el día de la Cruz de Septiembre una procesión penitencial con la Patrona por las calles de la ciudad, con estaciones de la Sda. Reliquia en las iglesias parroquiales de La Concepción y El Salvador. Ello motivó la alteración parcial de los actos que, tradicionalmente se celebran el 14 de septiembre en el Castillo, en honor a la Stma. Cruz, en la denominada “fiesta menor” de la misma.
La misa solemne de ese día tuvo lugar por la mañana, a la hora de las 10´30, organizándose a continuación la ya mencionada procesión penitencial que, desde el Castillo condujo a la Sda. Reliquia, bajo palio, a través de la Plaza del Arco, la Gran Vía, Maruja Garrido y Glorieta, hasta el templo de La Concepción. Tras una estación de penitencia en la misma, la procesión regresó, a la una de la tarde, por La Glorieta, Rafael Tejeo y C. Mayor hasta El Salvador, a donde la Patrona llegó avanzada la tarde, y donde permaneció hasta las cinco y media en que se devolvió al Castillo por el camino más corto. No participó banda alguna de música, como cabría esperar, y los asistentes al cortejo cantaron a lo largo de todo el recorrido las letanías de los santos y otras preces propias de cuaresma y Semana Santa.
Eran tiempos de plenitud del denominado nacional-catolicismo y en el cortejo participaron todas las cofradías y hermandades locales con sus insignias y estandartes. También se sumó a la procesión de rogativa el Concejo que a la sazón presidía como alcalde José Luís Gómez Martínez, la Cofradía de la Vera Cruz de la que era Hermano Mayor Manuel Álvarez Moreno y toda la ciudad participó en la misma como tiempo atrás lo hicieron sus gentes en situaciones de extrema gravedad como en julio de 1588 cuando se celebró procesión similar para pedir el éxito de las armas españolas del rey Felipe II contra Inglaterra en lo que la Historia recuerda como “La Armada Invencible”, y en otras muchas ocasiones en que se invocó a la Stma. Cruz para remediar problemas locales o nacionales. (En la ciudad de Murcia se hizo rogativa similar, en las mismas fechas mencionadas con la imagen de la Virgen de la Fuensanta).
Las rogativas siempre han tenido carácter penitencial y no festivo, de ahí la ausencia de elementos como la banda de música y la utilización ya mencionada de preces penitenciales rezadas o cantadas, más propias de vía-crucis o épocas cuaresmales.
El Concilio concluyó, como también se ha dicho, el 8 de diciembre siguiente, festividad entonces y ahora de la Inmaculada Concepción, siendo fuente inagotable y recurso obligado para clérigos en homilías y sermones hasta el día de hoy, y también “cajón de sastre” del que muchos clérigos echaron mano y aún siguen haciéndolo a la hora de intentar suprimir, imponer o transformar tradiciones populares de carácter religioso, a las que nunca se refirió aquella reunión eclesial.
Representante de nuestra Diócesis en aquella gran asamblea de obispos, teólogos y observadores fue el Ordinario diocesano D. Ramón Sanahuja y Marcé, quien ya se encontraba con los primeros síntomas del alzheimer que le llevó a la tumba años después, tras ser sucedido en la diócesis de Cartagena por D. Miguel Roca Cabanellas, luego arzobispo de Valencia, quien como se sabe, falleció en accidente de tráfico tiempo años más tarde.
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