EN CONCRETO, SE CENTRARÁN EN 33 JOYAS, INCLUIDO EL CÁLIZ DE DOÑA URRACA, QUE LOS HISTORIADORES MARGARITA TORRES Y JOSÉ MIGUEL ORTEGA CONSIDERAN EL SANTO GRIAL
El tesoro de San Isidoro es tan valioso como enigmático. Dieciséis investigadores de cinco países intentan ahora descifrar los misterios que rodean a algunas piezas que los reyes leoneses donaron a la colegiata. Y tienen de plazo hasta mayo, cuando expondrán las conclusiones en un simposio internacional que se celebrará en la prestigiosa universidad norteamericana de Princeton.
En concreto, se centrarán en 33 joyas, incluido el cáliz de Doña Urraca, que los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega consideran el Santo Grial, aunque «no es el objeto fundamental de mi investigación entrar directamente en esa cuestión», afirma Therese Martin, del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y máxima responsable de este proyecto que financia el Ministerio de Economía con 17.600 euros.
El estudio de 33 piezas — marfiles, textiles y orfebrería— de los siglos X al XII permitirá afrontar varias líneas de investigación y obligará a historiadores y arqueólogos a ir en pos de objetos procedentes de San Isidoro que hoy se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional, el Museo de León, el Metropolitan de Nueva York y el Louvre. Una empresa colosal. «La colaboración de múltiples especialistas internacionales e instituciones de renombre conceden a este proyecto una envergadura única en la historia de la investigación de la colección isidoriana», asegura Martin.
El equipo que dirige esta investigadora del CSIC se ha propuesto averiguar desde qué contenían algunas cajas de reliquias al tráfico de tesoros a ambos lados de la frontera cristiana-musulmana.
Lo cierto es que hay objetos que ‘no encajan’ en el tesoro de San Isidoro. A los historiadores siempre les ha llamado la atención la gran cantidad de piezas musulmanas que alberga un edificio erigido por los monarcas cristianos Fernando I y Sancha. El proyecto de Martin lleva asociado otro, titulado ‘Las manufacturas textiles andalusíes: caracterización y estudio interdisciplinar’. De ahí que tomarán muestras de una veintena de fragmentos textiles; una extracción que se limitará a hilos sueltos, sobre los que se practicarán análisis de cromatografía, identificación de fibras…
Una caja del tiempo
El equipo que lidera Martin se ha fijado en San Isidoro porque «pocos tesoros medievales de la Península Ibérica han llegado hasta nosotros en un estado más o menos intacto». La joya del románico es una especie de ‘caja del tiempo.
Por su gran riqueza tanto en objetos como en fuentes escritas, San Isidoro «brinda una oportunidad singular para la investigación multidisciplinar sobre los tesoros medievales de territorios hispanos».
La creación de un tesoro medieval «ofrece un testigo material para desvelar los intereses, las posibilidades y las aspiraciones de quienes lo establecieron. Para los monarcas, sus tesoros podían funcionar como una fuente de obsequios para los aliados, a los que ataban con lazos de obligación; posesiones de prestigio propio para ostentación ante un público de élite; o reservas financieras que se podían despiezar en tiempos de necesidad», explica Martin, discípula de John Williams, la primera persona en realizar excavaciones científicas en San Isidoro.
La investigación permitirá profundizar en el papel hereditario de las madres e hijas en el desarrollo de las colecciones medievales hispanas y europea, así como el mecenazgo femenino y masculino a través del infantazgo. Martin versó su tesis doctoral sobre una teoría novedosa: las grandes obras en San Isidoro se hicieron por orden y deseo de las abadesas seglares de la Colegiata. No hay que olvidar que en este mismo enclave estuvo primitivamente el monasterio de San Juan y San Pelayo. La hermana de Sancho el Gordo, la monja Elvira Ramírez, a la muerte del rey y como regente de su joven sobrino, se trasladó con su comunidad al nuevo cenobio (el que después sería San Isidoro) desde el antiguo monasterio de Palat de Rey, y con ella, la célebre institución del infantazgo, que era la dote que recibían las infantas solteras, consistente en el dominio sobre varios monasterios y abundantes posesiones. Asimismo, las infantas Urraca y Elvira y la reina Urraca emprenderían las grandes reformas del edificio, incluida la construcción del Panteón Real.
Fuente: http://www.diariodeleon.es/ – Verónica Viñas