Según informe del forense Salvador Baena los restos óseos aparecidos a mediados de la semana pasada, durante las obras de remodelación del Palacio de Justicia de Teruel, son de época medieval, en torno a los siglos XIII y XV y todo apuntaría a un primer enterramiento, y al parecer podrían estar relacionados con un hospital de peregrinos que había allí en la Edad Media.
En ese espacio del Palacio de Justicia y sus aledaños del espacio de la Diputación Provincial, en el año 1270, se cita la primera referencia del Hospital de San Juan, por lo que la documentación, hasta el siglo XVIII, referencia todas las calles de su entorno con el nombre de calle del Hospital de San Juan. Tendrá vertientes a la Plaza, a la calle de Santa Cristina y a la calle de las Murallas (hoy Joaquín Arnau).
Hay que hacer constar que el hospital medieval -en general, todos los gremios y cofradías solían tener su hospital- se asocia, en un principio a la caridad hacia el necesitado, al socorro de los pobres, a la acogida de peregrinos o a la redención de cautivos en tierra de moros, no siendo un centro para toda la población, sino un lugar para acoger desvalidos, básicamente, de los propios correligionarios.
En el año 1333, el rey Alfonso IV, a solicitud de Magdalena de la Cañada, sucesora de los fundadores del Hospital, le entregó a ella y sus sucesores la administración. Pedro IV confirmó dicho privilegio a su nieta, en Valencia, el año 1362. El rey Martín el Humano ratifica el privilegio el año 1401 a Juana Fillol. Lo mismo hará Fernando el Católico el año 1508 en las personas de García Fillol y Bartolomé Fillol.
El libro del Compartimiento del Concejo de Teruel del año 1420 relaciona a este hospital como lugar de albergue de los peregrinos que iban de paso de Levante hacia Santiago de Compostela y es conocido, todavía, en el año 1460, como Hospital de San Juan, según indican las cláusulas del testamento de Juan Sadornil, del 12 de octubre de 1460, legando bienes al hospital.
Será a finales del siglo XV, cuando empieza a denominarse hospital de Santa María de Villaspesa y San Juan Bautista, como recogen los más de trescientos folios, relatando numerosos actos del hospital, que redacta el notario de la institución, de Alfonso Jiménez (1481-1518).
Conocemos la conformación de sus dependencias por tres inventarios de bienes de los años 1481, 1483 y 1486. Cuatro dependencias fueron las básicas del hospital: la capilla, el palacio, el archivo y la cocina.
La capilla, muy austera, estaba presidida por un altar de lienzo, dedicado a la Salutación de la Virgen con cuatro candelabros (dos grandes y dos pequeños), dos atriles (uno de oficiar y otro para leer el evangelio). En los corporales del altar existía una patena de plata, un cáliz y dos misales y poseían una casulla de” vellut cardeno” (terciopelo morado) con armas grabadas de los Muñoz y de los Gamir.
Se decoraba la estancia, en 1481, con dos trapos de seda negra, uno con la señal de la Virgen María y otro con la imagen de San Juan, con una inscripción de la historia de San Juan. En 1483, por primera vez, la imagen de la Virgen María, junto otra de Jesús, aparecen esculpidas en madera. En ese año se erige el retablo, en madera, de San Gregorio con la Pasión, santo que siendo Papa, entre los años 590 y 604, con sus recursos aseguraba, en todo momento la provisión de alimentos de la ciudad, distribuía limosnas para socorrer a los pobres y, en varias oportunidades, acudió al mercado público de Roma para redimir cautivos que iban a ser vendidos como esclavos. La actuación humanitaria y misericordiosa de este Papa encajaba en los fines de este hospital y la administración del centro le dedicó el privilegio de presidir el retablo de la capilla.
La estancia más destacada tenía una cama con su almadraque (colchón), con colcha bermeja y cabezal de mandiles con lana dentro, decorando sus paredes con cuatro cortinas bermejas (rojizas) y un cobertor viejo, bermejo y amarillo. Se completa la estancia con una silla de barbero y dos bancos. En esta dependencia tenía su residencia el hospitalero, persona encargada de cuidar a los pobres, asistir a los enfermos y preocuparse de la buena estancia de los peregrinos y acogidos temporales.
El archivo es una dependencia que hace de dormitorio general y almacén. Tiene, en esta época documentada de finales del siglo XV, seis literas juntas y trece camas separadas y vestidas con sus almadraques, colchas y cojines. En esta dependencia se guardaban las doce varas de los doce miembros del consejo administrador, el pendón de la institución y muy variados objetos, como cántaros, escudillas, cuchillos, salseruelas…
En la cocina se documenta la existencia de un caldero grande de cuatro cántaros de capacidad (algo más de cuarenta litros actuales), un caldero pequeño de cántaro y medio (sobre 16 litros actuales) dos hierros pequeños para asar la carne, una sartén grande y dos pequeñas.
En el siglo XVI, como el hospital linda con la iglesia de San Juan, los Regidores de la Ciudad deciden “recortar un trozo del edificio y una casilla, canjeándolo por unos corrales de la iglesia de San Juan” para servicio del hospital y así poder criar animales y cultivar algún producto agrícola que ayude al consumo de los ocupantes y servidores del Hospital. A finales del siglo XVI, en 1590, en la época de las alteraciones en defensa de los Fueros frente a Castilla y el rey Felipe II, el hospital jugó un gran papel para ampliar los lugares de defensa.
En el año 1555, uno de los descendientes de la Cañada, el clérigo Martín Fillol, lo vendió a la ciudad. A partir de entonces la administración económica se empieza a compartir entre la Comunidad de las Aldeas y el Concejo, mientras que la eclesiástica dependerá del Arzobispo de Zaragoza, hasta que Teruel adquiera la categoría de diócesis por mandato del Papa Gregorio XIII en el año 1577.
Fuente: http://diariodeteruel.es/