POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Puerta de San Antolín
Cuesta de bendita gloria. Rosal trepador de Espinas. Bocina que anuncia Pasión. Tambor destemplado de furia. Bocina de bruñido latón. Magenta carrera infinita. Cornetas que conjuran lluvias. Pendón de remota seda. Suspiros en sillas de anea. Saeta en la recogida. Ayes de oxígeno celeste que cautivan la razón. Incienso que en la noche brilla. Pastel de carne apresurado. Cerveza en su bote de lata, verde lata de prisión.
Bolsas de pastillas repletas con versos del corazón. Tarima de sudor quebrada. Faroles de la Soledad. Soledad de negro luto, de clavel y de pavor. Vítores que no se acallan. Tulipas de fe cristalina. Aplausos que al firmamento gritan. Fervor de manola enlutada. Llanto por devoción. Barrio obrero que enaltece las llagas de su Señor. Señor del Malecón huertano. Carajillo en el traslado. Vermut en Luis de la Rosario, alboroque de bendición.
Descendimiento de amor
Madera de incienso impregnada. Primavera que verdea en tus varas. Plata corlada en tu trono. Y cepo de compasión. Cera que crepita nostalgias. Abuelo que el Perdón reclamó. Túnica de cola lozana que enalteces el fervor. Y llanto de gitana vieja. Y esparteña de ilusión. Bordados que engalanan la historia de aquel padre que murió. Y lágrima de cristal que vibras con tan bello y grande amor. Y mantillas legendarias. Y hombro rendido de honor. Y dignidad nazarena que en Belluga es un primor. ¡Mira cómo revira en el Arenal el Señor! Y campanas que al vuelo anuncian que en verdad tú eres Dios. Y suspiros que aceleran de magenta el corazón. Y gloria de incienso que siempre corta la respiración. Y oración que el alma prende de fuego reparador.
Cristo de un barrio obrero
Cristo que eres vecino aunque te llamen Perdón. Cristo que abrasas balcones de aplausos y de ilusión. Cristo que convocas gentes de cualquier generación. Cristo de muerte acallada y de tan murciano son. Repiquetean bocinas meciendo tu resplandor. Baquetas que anuncian al viento toques de pena y candor. Cristo de café con leche y coñac sin relumbrón. Cristo de estandarte antiguo, de remoto callejón donde tus fieles te aclaman con blasfemias de aflicción. Cristo que al inundar Murcia apaciguas su desazón. Bambolean túnicas magenta de magenta inspiración.
Mira cómo vibran las filas de vivas y de extenuación, de sollozos a puñados, como caramelos son. Mira cómo tus estantes saborean el color de primavera reciente que rebosa de esplendor. Mira que tu caminar es acequia caudalosa, es huertano soñador, de esparteña firme y añeja, anhelada tradición. Mira, al fin, Perdón sublime que paralizas el barrio que musita una oración. Que aún sin creerte Cristo ni del mundo Redentor, llegado este Lunes Santo te llaman libertador. Se acabaron estos días que reverdecen Pasión. Se apagaron los lamentos y la cera se apagó. Concluyeron las sonatas, culminó la procesión y los desfiles ahogaron su triste desolación. Pues cuando Cristo camina entre sones de emoción, cuando la plaza condensa de Murcia su redención, cuando se empedran de lágrimas la cuesta que Él cruzó, culmina Semana Santa y ya todo aconteció.
No busquéis murcianos nada, que aquí, cuando enmudece el clarín, traspuesta la madrugada de claveles y carmín, de aromas a huerta pura, de albahaca y de jazmín, terminan los días del gozo y profesa el Sanedrín que este Hombre que atrona el barrio entre abrazos y suspiros mil, es realmente, ¡carajo!, Señor de San Antolín.
Fuente: http://www.laverdad.es/