POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Desde que Arévalo tomó entidad como población notable, en la Edad Media, las actividades que la caracterizaban eran los mercados y las ferias, como correspondía a una villa de servicios cabecera de una extensa y poblada comarca, y aún de comarcas colindantes. Es notable la importancia del s. XV cuando nuestra reina Isabel concedió que las ferias de su villa fueran “Ferias francas” es decir, libres de impuestos para fomentarlas.
Como todo en la vida aquellas antiguas ferias y los mercados fueron evolucionando convirtiéndose en algo más, como correspondía a una ciudad notablemente industriosa y así las necesidades primarias se fueron completando con toda una serie de manufacturas que desarrollaron una incipiente industria, que en el s. XVIII abarcaba una lista numerosa de oficios e industrias, además de la agricultura y ganadería, de tal forma que los historiadores recalcan al describirla como una villa industriosa que era como una ciudad… Con la llegada del ferrocarril y la recuperación de habitantes, esa trayectoria se acentúa de nuevo consiguiendo niveles aceptables, dentro ya de una población pequeña de provincias, ya había perdido aquella antigua importancia que la caracterizó.
Y así entre baches y momentos de mejoras sensibles, llegado el s. XX se intenta esa reactivación, pero el estancamiento de población y de actividad no son propicias para ello y la actividad principal será el comercio como centro comarcal, la exportación de las afamadas legumbres que producía nuestro agro, una actividad que llegó a cotas de importancia exportadora y los servicios administrativos. Las ferias tenían un componente marcadamente agrícola y ganadero, aún circulan aquellas fotos antiguas con el “Teso del ganado” repleto de interminables hileras de ganados de todas clases, y el muy importante ganado de trabajo, antes de la llegada de la mecanización, hace apenas dos generaciones, ante ayer, como quien dice.
Habrían de llegar los años setenta para que con la mecanización se introdujeran cambios sustanciales. Así nació aquella “Feria Sindical Agrícola Ganadera” que pronto derivó en Feria de Muestras, con su número de edición correspondiente, introdujeron nuevos conceptos en la oferta y la demanda. Uno de los principales aciertos de aquellas corporaciones fue el reservar y consignar unas fechas para aquellas muestras en el calendario ferial de la comunidad, fechas reservada, y se fueron acomodando a las circunstancias, también con sus más y sus menos, pero con carta de naturaleza.
Ahora estamos asistiendo, quizás, a un nuevo concepto o modalidad impuesto por una nueva realidad: la ciudad es más industrial, el campo y la comarca está estancada, como todo el agro, y la demanda de la población ha cambiado propiciada por un nuevo comercio copado por medianas y grandes superficies… ya nada es igual.
Así, de aquellas Ferias de muestras, de automoción, antigüedades, almoneda, salón del vino, la gastronomía y no sé cuantas modalidades para nombrar estas ferias que son como todas con la variante del tamaño, dependiendo de la ciudad y de la comarca.
Este año ha sido el primero en no celebrar ninguna de esas ferias, qué fuerte!!! Quizás sea el inicio de algo nuevo o de la decadencia de lo viejo… quién sabe.
En su lugar, para llenar este puente tan grande se ha celebrado una “Feria de Abril” a la andaluza, ese “Rastro de Arévalo” instalado en naves antaño industriosas, con intención de permanencia, o ese peculiar “Mercado del Encanto” con antigüedades, almoneda y más cosas, en otro gran espacio cubierto… mal tiempo para el mercado de artesanía, que ha sido el más perjudicado por una climatología que en plena primavera parece que va hacia el invierno. A la mitad del puente ha mejorado y animado más.
Nuevas ofertas para un tiempo cambiante, iniciativas que luchan por hacerse un hueco en un panorama confuso, pero que no pueden luchar contra los elementos… Un gran puente que ha tenido gente, pero se ha notado menos… una nueva experiencia.