POR JOSÉ DIONISIO COLINAS LOBATO, CRONISTA OFICIAL DE LA BAÑEZA (LEÓN)
Aquel niño, Álvaro Huerga Teruelo, nacido en el pueblecito llamado Nogarejas, provincia de León que, bebiera sus primeras aguas en este hermoso valle que atraviesa el río Éria; que inhalara los frescos aromas que la jara y la resina desprendían en sus extensos pinares; cuya materia muy bien había conocido su padre el señor Luciano, trabajador de aquella fábrica de disolventes y colofonia que un día del año 1926, fundara Domingo García de Luis.
Pues aquí, en este frondoso valle, el que luego sería fraile Dominico, P. Álvaro, aprendió sus primeras letras y enseñanzas de su primer maestro, don Ricardo García Escudero -algo republicano y ateo- pero del que, siempre ha estado orgulloso de sus enseñanzas, le introdujo ese gusanillo por la lectura y el cuidado de los libros, de aquí que, con solo 13 años, le encargue el cuidado y custodia de una pequeña biblioteca que llegó a formar en el pueblo y que luego, en época de guerra y persecución, el P. Álvaro, por ese amor y en agradecimiento, le libraría de haber sido fusilado.
Sin embargo, los deseos de su madre la señora Adelaida, eran que algún día llegase a ser maestro de escuela; por ello, es enviado a un pueblecito del valle de Vidriales llamado Rosinos, donde se encontraba una modesta y pequeña Preceptoría, dependiente del Seminario de la Diócesis de Astorga, cuyo centro educacional religioso y residencia, se ocupaban unas antiguas instalaciones que junto al santuario de Nuestra Señora del Campo había.
En este edificio, lugar preparatorio catequístico, las enseñanzas eran impartidas por una serie de avezados jóvenes sacerdotes de la zona que impartían aquellas introducciones escolásticas sobre geografía, griego y latín. De entre ellos debemos de citar a don Ángel Riesco Carbajo, Obispo Auxiliar de Astorga y luego de Tudela y porque no, ya que se trata de un tío abuelo mío, don José Rodríguez Sastre, quién en aquellos años, regentaba la parroquia de San Salvador de Fuente Encalada, así como la Vicaría del valle de Vidriales, compartiendo otras horas del resto de la semana con aquellas clases que impartía en este pequeño seminario vídriales.
Serán los consejos de su tío el P. Manuel, monje dominico, quien le lleve al colegio que la Orden de Dominicos tiene en la Mejorada (Valladolid) y luego al de Almagro; en estos centros completará su formación humanitaria y empezará a beber aquellas lenguas clásicas germinadas en aquel modesto seminario menor de Nuestra Señora del Campo, en Vidriales, Zamora; por eso Él, el P. Fr. Álvaro Huerga Teruelo, lleva tan arraigado ese amor por la Virgen que en dicho santuario se venera: “Nuestra Señora del Campo”.
En Salamanca, tras la contienda nacional, será ordenado sacerdote en 1948 y en esta ciudad, concluirá los estudios de Lector en Teología. Más tarde, ya en Roma, obtendría el doctorado, apostillando su estudio y trabajo con una majestuosa tesis doctoral sobre Fray Luis de Granada. Aquí, en la Ciudad Eterna del Vaticano, será reclamado por el teólogo francés Garrigou Larauge, quien se encontraba dirigiendo la tesis doctoral del prelado Farol Wojtyla, luego elevado al rango de S.S, Pablo II, para que el dominico P. Huerga la traduzca al latín.
Sus conocimientos teológicos le harán ser asesor de aquellos obispos españoles que participan en el Concilio Vaticano II, renunciando muchas veces a otras proposiciones hacia puestos de más responsabilidad, renunciando por ese espíritu intelectual, catequístico de enseñanza y de evangelización que tuvo con aquellas experiencias americanas. Hoy, en su retiro del Colegio de Nuestra Señora Virgen del Camino, este sabio humanista, defensor del feminismo cristiano y socorro de necesitados, sigue respondiendo física e intelectualmente a cuantas tareas formativas, investigadoras y de publicación le reclaman. Prueba de ello, es la reciente visita que nos ha hecho a nuestra Ciudad de La Bañeza, motivado de por una serie de conferencias y una exposición, parte de su extensa obra que podemos ver en la sala Azul de nuestro Ayuntamiento.