POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
En estas líneas que recogen la mayor barbarie de nuestra historia, además del Libro de Protocolos, seguimos la publicación del Padre Arturo Curiel.
“Rota la convivencia en nuestra Patria en julio de 1936, no le tocó a Villanueva la mejor suerte, por lo que también el Santuario tuvo que pagar culpas ajenas, esta vez en su propia carne. Profanado el templo, rotos y destrozados sus altares y arrastradas sus imágenes, formaron con ellas una pira en el lugar de La Moratilla, incluyendo la venerada imagen de la Patrona y con ella un poco del corazón de todos sus devotos”.
“Personadas las milicias en el Santuario el 21 de julio comenzó la búsqueda caprichosa de armas inexistentes. Nueva subida el 22 de julio deteniendo a los cuatro padres, José de Jesús y María, superior Mariano de San José, Matías de Jesús Nazareno y Vicente de la Purificación, el hermano lego, Fray Lázaro, natural de la localidad, se encontraba realizando distintas gestiones. Los dos primeros fueron llevados a un grupo escolar, convertido en prisión, y los otros dos trasladados a la catedral de Jaén, convertida en cárcel provincial.
En el grupo escolar siguieron los insultos, golpes y palizas. El padre Mariano fue asesinado, junto a varios sacerdotes y otros presos, en la noche del 26 de julio, disparándoles, desde un boquete realizado en el tejado. El padre José, herido fue trasladado al asilo y fue asesinado allí en la noche del cuatro de septiembre, de un disparo de pistola a bocajarro.
Finalizada la contienda civil española, los trinitarios enviaron al padre Paulino de Santa Ana para que tratara de rehacer el culto y lograr la normalidad del santuario, que había sido utilizado como cárcel y ahora estaba ocupado por fuerzas Regulares del Ejército de Marruecos, que habían causado también numerosos daños en puertas, ventanas y techumbres destrozándolas para combatir el frío.
Se hizo un balance de las numerosas pérdidas, destrozos y sustracciones de las imágenes, cuadros, retablos, casullas, libros y dinero.
Se trajo una imagen de la Virgen de la Fuensanta (aunque de manera provisional), costeada por Doña Dolores Carrascosa, así como la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y Nuestro Padre Jesús Rescatado, se hizo el Sagrario, costeado por la misma señora y el manifestador costeado por Doña Carmen Benavides.
En 1946 fue designado superior el odre fray Agustín de la Concepción, que siguiendo el ejemplo de su predecesor, fue llenando los huecos que aún eran muchos. En septiembre para las fiestas, el día 8 fue bendecida la nueva imagen de talla de la Virgen de la Fuensanta, obra del escultor Domingo Sánchez Mesa de Granada, obtenida con las limosnas de todo el pueblo (100.000 pesetas) y de la Cofradía, de la que era Presidente Tomás Marín Bueno.
Viendo el padre Agustín que la iglesia no ofrecía ninguna comodidad para los que venían a orar en ella, trabajó para conseguir veinte bancos. Para las fiestas de 1947, ya estaba hermoseada la iglesia con sus bancos, costeados diez por la cofradía y otros diez por Doña Carmen Benavides.
También se habían encargado de pasta de madera, cuatro imágenes de Nuestros Patriarcas, del Beato Reformador y San Miguel de los Santos, costeadas por Doña Carmen Benavides y parte por la difunta Dolores Carrascosa. Algunas imágenes llegaron para las fiestas y otras el mes de noviembre. Fueron servidas por “Casa Fortuna” de Madrid.
Para estas fiestas se encargó un nuevo confesonario costeado por la Cofradía. No podemos olvidar, la donación que hizo Don Ángel Martínez de la imagen de San Miguel Arcángel, en el año anterior 1946.
El convento en su interior ofrecía el aspecto de un cortijillo, por el blanqueo mezclado de azul, que tanto preponderaba en las casitas de estos lugares. Queriendo el padre Agustín darle una vista más en consonancia con lo que es un convento pobre, se procedió al blanqueo un blanco espeso, mezclado con polvos “crema” y un zócalo de color marrón con su cintilla arriba . El aspecto del convento cambió por completo, con la satisfacción de todo el que lo visitaba.