POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Dícese que la empresa que ejecutó (nunca tan bien dicho) el geriátrico de Felechosa facturó hasta un 51 por ciento más del coste real. Ahora se descubre que las mordidas, ungüentos y juanillos suponían el ocho por ciento; que el constructor facturaba por el total, con su IVA, y de sus ingresos descontaba ese ocho para entregar en negro (no en vano hablamos de carbón) a los patronos del Montepío. Pero, según esta praxis, el geriátrico no debería tener sobreprecio, sólo el constructor vería mermado su beneficio en un ocho por ciento, o si acaso, inflaría un ocho las certificaciones para no perder de ganar. La terca realidad, en cambio, constata que el coste de las obras ascendió a un 51 por ciento del ala; o sea que cuando el lazarillo vio a su amo ciego comer las uvas de dos en dos, optó por callarse y tragarlas él de cuatro en cuatro. Esto es insostenible; ni los ladrones son gente honrada.
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