POR JOSÉ ARENAS ROPERO, CRONISTA OFICIAL DE LOJA (GRANADA)
Finalizada la conquista o reconquista de Loja, los nuevos pobladores han de remodelar la nueva ciudad con arreglo a la concepción político –religiosa del siglo XV. Las casas entregadas por el Jurado Morales a los cristianos no tenían las características de esta concepción renancentista de una ciudad, por tanto, poco a poco se fueron transformando, la gran mayoría adaptaron sus nuevas casas, otros unieron muchas de ellas y los más nobles empezaron a transformar sus casas en palacios o casas solariegas, en una palabra cada cual adaptó su casa según sus medios económicos, cuestión nada nueva y que siempre se repite en la Historia.
No es nuevo este hecho, sustituir una civilización o forma de vivir, por la del nuevo ocupante. Debido a la orografía de la ciudad y su poco espacio urbano, la nueva ciudad se configura como la antigua, apiñadas sus casas y sus calles estrechas y sinuosas, tal como las describe Ibn Al Jatib en el siglo XIV y más tarde Madoz en el XIX.
Pocas casas-palacio, tuvo Loja, y las pocas que tuvo no se han conservado, ¿las causas?, todos o casi todos, las sabemos, desidia, abandono, especulación, y otras que no son objeto de este escrito. El caso es que se perdieron y de nada sirve lamentarse a posteriori.
Prueba de que había pocas casas solariegas las vemos cuando hay visitas a la ciudad de personajes ilustres o de viajeros que nos narran como era la ciudad.
Era tan poco el espacio urbano, que ya en el siglo XVI, sólo el conocido hoy como Carrera, denominación dada por que allí corrían a los caballos, desde la puerta del palacio de Narváez hasta la Victoria, el ganador era elegido como garañón, en esta misma zona solo había casas en la derecha de la actual calle, así, la izquierda estaba en la actual cuesta de Campos antes Cantos, donde si había casas solariegas, desde el inicio de la calle frente al mercado de abastos la casa-palacio de la familia López-Cuervo, luego Colegio de Santo Domingo, de los Campos, marqueses de Loja, las siguientes casas, la del Conde de la Jarosa, esquina con la Carrera y aún en pie, aunque parece tiene los días contados, por su ruina y abandono que viene ya desde hace más de dos décadas, antes de que fuera adquirida por el Ayuntamiento y a su espaldas, ya en la Victoria, la del Conde de la Cañada Alta, hasta los años 1960 casa de Falange, donde estuvo la Voz de Loja, emisora sindical, luego una vez adquirido por una serie de lojeños para un Colegio Libre Adoptado “Virgen de la Caridad” hasta 1965, vendida después y convertida en bloque de hormigón sin belleza alguna, además del bloque contiguo al Colegio, con vistas a la calle Dr. Fleming y Obispo Espinosa.
No escribimos esto lamentándonos por la reciente noticia de que la última casa noble que queda vaya a caer fulminada por el rayo demoledor de la injusticia burocrática que lugar ha tenido de paliar al menos su lamentable estado y no esperar a que muera por inanición ciudadana.
A continuación reseño que estos palacetes lojeños, tuvieron sus días de gloria allén de los siglos XVIII y XIX.
Serán estas dos casas las que acogerán en su día a sendos reyes de España, ya que los Reyes Católicos lo hicieron en sus tiendas de campaña. Veamos como se desarrolló la visita real del primer monarca de la dinastía Borbón en España.
En 1730, el día 21 de marzo, el Ayuntamiento con su alcalde-regidor a la cabeza, los maceros y alguaciles a caballo, se trasladan a Riofrío a recibir a SSMM, los Reyes de España, Felipe V y su esposa María Luisa. Sobre las nueve de la noche, previamente habían llegado el príncipe de Asturias, después rey Fernando VI, acompañado de su mujer, la princesa de Portugal, el infante D. Carlos, luego Carlos III, y los infantes don Felipe, duque de Parma, y los infantes don Luis y doña María Ana, casi toda la familia real borbónica.
Los alojaron en distintas casas, el rey Felipe V y su esposa en la ya citada casa de don Pedro de Campos, abuelo materno del Duque de Valencia.
El heredero de la Corona, Fernando VI, en la casa de don Francisco Fernández de Maldonado, alcaide de Zagra, el infante don Carlos luego Carlos III en la casa de don Pedro José del Rosal, el infante don Felipe en la casa de don Alonso Manuel del Puerto, don Luis en la de doña Mariana del Rosal y la infanta doña María Ana en la casa de don Blas García Hidalgo. EL día 23 de marzo salió la familia real camino de Santafé, siendo despedidos por las autoridades y el pueblo lojeño hasta la delimitación del término municipal de Loja, no habiendo noticias de su estancia en Loja, ni los motivos de su viaje, solo su procedencia, que venía de Marchena (Sevilla) y que hubo de recaudarse de la vecindad trigo, cebada, gallinas, jamones y muchos más comestibles para la regia comitiva, así como arreglo de los caminos y de las calles, repiques de campanas, luminarias etc.
Habrán de pasar 132 años para que de nuevo una visita regia pernocte en Loja, en estas casas de la Victoria y actual calle Cuesta de Campos, será en octubre de 1862, los días 14 y 15, que serían días festivos ya que SSMM y AARR acompañados del Presidente del Gobierno, General O’Donnel y varios Ministros en su visita programada a Andalucía elijan venir a Loja, tal vez en desagravio al General Narváez, por la sublevación de Pérez del Álamo, en junio-julio del año anterior.
Aunque nada tuvo que ver en ella, ya que no estaba en el Gobierno, si se culpa de ella al General, por algunos sectores historiográficos, que ven en la revolución de Loja, una manera más de dañarle, cuestión que se cae por su propio peso, pero siempre queda algo… incluso oímos hoy en charlas o conferencias culpándole de los muertos que aún quedan en las cunetas de pueblos de nuestros alrededores en los que ni participaron ni se desarrollaron acciones en aquella revolución campesina.
Volviendo a nuestro tema de hoy, estas casas palacio y edificios históricos ya no podremos verlos más que con la memoria propia o fotográfica, por tanto aquellos que ya se perdieron las lamentaciones no servirán de nada si no defendemos con la fuerza de la razón los pocos que quedan instando a nuestras autoridades a que pongan los medios para evitarlo, un pueblo que no reconoce su pasado está condenado a repetirlo.
Solo añadiré que en la calle Real y aledaños aún quedan edificios que nunca deberemos olvidar y conservar antes de que la ruina se apodere de ellos y ojo algunos de la calle Comedias hay que salvarlos como sigan cerrados. Loja no tuvo muchos, pero a tenor de los muchos nobles con título que hubo en nuestra ciudad, hemos perdido muchos, sobre todo los del siglo XIX, solo quedan el palacio de Narváez, la casa de la familia Gámiz Jiménez, casi en ruina total, otros como la casa del Asilo, propiedad de Fernando Pérez Flores, el Niño de Oro, hoy convertido en una casa de pisos frontera con el Ayuntamiento, la actual casa del Gran Capitán, hoy Caja Rural y en frente la casa donde está la Caixa, antiguo edificio perteneciente al entorno del Convento de la Victoria. Muy poquitas se han rehabilitado, léase el antiguo Cuartel de la Guardia Civil, propiedad del patronato de San Ramón y San Fernando. Esperemos que el Aliatar no inicie la carrera de sus antepasados.
Para terminar, añadir una sola cosa más, no permitamos perder la única casa palacio que nos queda en pie, aunque ahora estemos en ruina económica como el edificio hay fórmulas antes que perderlo definitivamente.