POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Fui al Auditorio a escuchar a Mahler y me lo creo; me creo su Sinfonía nº 2 y al poeta Klopstock. Estaba yo en la pista de la resurrección y el concierto del viernes vino a ratificar mi fe, no tanto porque los creadores den razones (la religión que razona, diría Goethe, es religión muerta, lo mismo que la política de gritos es política muerta) sino porque dieron emociones. Venimos del Cielo y al Cielo volvemos, venimos de Dios y a Él regresaremos; el dueño de la cosecha recoge las gavillas, no hemos nacido en vano, no hemos sufrido a lo tonto, levantaremos el vuelo hacia esa luz que desconocen los ojos, moriremos para vivir. Me creo a Mahler y a Klopstock, bien interpretados por la OSPA, la OFIL y el Coro Fundación Princesa, de José Esteban García, bajo la batuta de Pablo González. Eso sí, aplaudimos pidiendo un bis de los últimos versos y se negaron; ya habrá tiempo si Dios quiere, si lo que contaron es verdad.
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