POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
Concluido el calendario teatral cacereño, que culmina con el Festival de Teatro Clásico y pasada la resaca informativa que acompaña, cada año, a un festival que crece y se propaga por todos los rincones como lugar de encuentro de los amantes del teatro de nuestro Siglo de Oro. En estos días de teatro viene a mi memoria el placer que me produjo el encuentro que tuve con Nuria Espert en junio de 2011, cuando representó en el Gran Teatro la obra La Violación de Lucrecia, de Shakespeare, un monólogo al que se enfrentaba ella sola, una actriz de 76 años curtida en miles de escenarios a lo largo de su vida profesional. Mi reunión con Nuria Espert, tenía que ver con un trabajo de investigación sobre la mejor y más afamada de cuantas actrices ha aportado Cáceres al mundo del teatro, Társila Criado. Nuria me recibió después de la función, en su camerino, cubierta por una bata de raso blanca y amabilidad exquisita, como corresponde a las grandes divas que nunca han levitado con la gloria. La Espert inició la entrevista con una frase que ilustraba la devoción y el cariño que ambas se habían profesado en vida, «Yo quise mucho a doña Társila y doña Társila me quiso mucho a mí», de esta forma iniciamos una grata conversación donde me fue contando sus inicios, con 19 años, de la mano de las grandes actrices de su tiempo, una de ellas, con la que hizo sus primeros trabajos había sido la cacereña Társila Criado.
Társila Criado fue una de las grandes actrices españolas del siglo XX, hecha a sí misma, a golpe de caminos y tablados, hizo teatro y cine, triunfó en los principales escenarios de España como musa de los hermanos Álvarez Quintero y de Jacinto Benavente, hizo las Américas, aguantó los difíciles años de la guerra en Madrid y durante muchas temporadas tuvo compañía propia en la que iniciaron su carrera actores como Manuel Alexandre, Pedro Peña o la mismísima Nuria Espert, para acabar siendo una de las actrices con mayor personalidad de la escena española junto a figuras míticas de la interpretación, como María Guerrero o Lola Membrives. Trabajó en Extremadura, tanto en los teatros Menacho y López de Ayala de Badajoz como en el Gran Teatro de Cáceres. En 1954 participa en la obra Edipo Rey, junto a Paco Rabal y Nuria Espert, en la primera representación de teatro profesional que se vuelve a celebrar en el teatro romano de Mérida después de la Guerra Civil, lugar al que volvería al año siguiente para representar Julio Cesar.
Doña Társila, había nacido en Cáceres el 16 de enero de 1896, en la calle Rincón de la Monja. Sus padres eran Lucio Criado Arnelas, de profesión amanuense y Petra Sánchez Asensio, ambos cacereños. Társila vivió parte de su vida en Cáceres, donde iniciaría su carrera profesional siendo una niña, de la mano de una de sus hermanas mayores dedicada al mundo del teatro, con la que recorrió pueblos de Extremadura y de Andalucía, hasta llegar a Madrid para hacerse un hueco entre las gentes del teatro, llegar a primera actriz y protagonizar cientos de obras. Se despidió de las tablas en 1975 interpretando un Tirano Banderas de Valle Inclán, cuando estaba a punto de cumplir 80 años, un acto de raza y valentía, como me señaló Nuria Espert. Vivió sus últimos años en su casa madrileña en la calle Príncipe de Vergara, donde falleció el 28 de julio de 1985.
A lo largo de su vida, nunca se le hizo homenaje alguno, ni en Extremadura ni en su ciudad, a pesar que en sus entrevistas siempre invocó sus orígenes cacereños. Para quien proceda, sólo me queda indicar que aún estamos a tiempo de reparar viejos olvidos.