“LAS EXTRACCIONES DE LOS ACEITES ESENCIALES A FUEGO DIRECTO EN CALDERAS DE HIERRO ES EL PROCEDIMIENTO SEGUIDO DESDE TIEMPO INMEMORIAL”, EXPLICA AUREA CASCAJERO, CRONISTA OFICIAL DE CHILOECHES (GUADALAJARA)
El espliego es una planta aromática autóctona de los campos de Cuenca que crece silvestre por toda la provincia. Durante siglos se ha aprovechado por su olor o por las propiedades de sus esencias tanto para aromatizar jabones como para aliviar dolencias.
Hasta no hace muchos años, algunos aún lo recordarán, en muchos pueblos sus vecinos salían al monte a segar espliego, avanzado ya el mes de julio, cuando esta planta está en plena floración. Se hacían gavillas y se amontonaban cerca del río o de una acequia. Allí se instalaba una caldera de hierro de grandes dimensiones. La caldera del espliego. “Las extracciones de los aceites esenciales a fuego directo en calderas de hierro es el procedimiento seguido desde tiempo inmemorial”, explica Aurea Cascajero, cronista oficial de Chiloeches y catedrática de Didáctica de la Ciencias Sociales de la Universidad de Alcalá de Henares. “Esas calderas de chapa de hierro se calientan a fuego directo y utilizaban como combustible las matas desechadas de destilaciones anteriores. El espliego se coloca sobre un falso fondo y el recipiente se cierra herméticamente. En la parte superior de la caldera existe un orificio por donde sale el tubo troncocónico llamado ‘cuello de cisne’, por el que pasan los vapores para su posterior condensación». Esas calderas se instalaban al pie de una corriente de agua, río o acequia, donde se instalaba el serpentín para la refrigeración. El beneficio de la venta de la esencia extraída se repartía equitativamente entre los vecinos que habían aportado el espliego.
Destilerías de vapor
Aquellas grandes calderas de hierro ya no se usan. Actualmente la destilación del espliego se realiza en alambiques de vapor. “Se utilizan calderas de acero inoxidable con dispositivos mecánicos de carga y descarga y de regulación del vapor”, explica Cascajero, autora de la tesis ‘El cultivo de plantas aromáticas y la fabricación de aceites esenciales en la región de Castilla-La Mancha’ publicada en 1989. “Este sistema reduce el tiempo necesario para la destilación de las dos horas de las calderas de hierro a unos cuarenta minutos”.
Y tampoco se recoge ya el espliego silvestre, algo que la legislación medioambiental actual tampoco permite. “Cuando recogemos el espliego silvestre, en la destilación no hay homogeneidad porque son matas diversas. Lo que se pretende, y lo que quieren las comercializadoras, es un aceite esencial lo más homogéneo posible”, explica Cascajero.
Espliego, lavanda y lavandín
Tanto el espliego como la lavanda son plantas autóctonas de estas tierras. “Plantas con semillas”, explica Juan Carlos Gamboa, un agricultor de Cañaveruelas que cultiva en este término municipal unas 40 hectáreas de estas plantas aromáticas. “El lavandín es un híbrido de las otras dos plantas que se reproduce por esquejes porque no produce semillas. De esta forma se ha conseguido aunar las cualidades del espliego y la lavanda, es más productivo. Por eso se ha buscado esa variedad”.
Juan Carlos ha continuado las labores de cultivo del lavandín que iniciaron su padre, Ricardo Gamboa, y Gregorio Villamil, durante muchos años alcalde de Cañaveruelas. “Se trajeron de Francia la última tecnología y las variedades más productivas de entonces”, comenta Gamboa hijo. Cuarenta años después él trabaja ya con un horno a vapor más sofisticado. “Se ha facilitado mucho el trabajo porque la extracción se ha automatizado bastante. Además funciona con biomasa lo que también reduce los costes de producción”.
Estas variedades de plantas aromáticas se siembran en suelos aireados y aguantan en torno a diez años produciendo. Solo es necesario segar cada verano las ramas florecidas y mantenerlas libres de malas hierbas y parásitos el resto del año. Tras agotar la tierra después de ese periodo, es necesario arrancar la plantación y dejar entre uno y dos años de barbecho.
Los costes de producción son inferiores al cultivo del cereal tradicional y el beneficio, al final de cuentas, puede ser hasta tres veces mayor.
“Es una alternativa al cereal”, explica Tomás Carrillo, que cultiva cerca de 80 hectáreas de lavanda y lavandín en el término municipal de Villares del Saz. “En años de escasas lluvias en primavera, como este 2017, se aprovecha más la rentabilidad de las plantas aromáticas frente al trigo o la cebada que han mermado su producción”.
La recolección del lavandín está bastante mecanizada. “Hay máquinas picadoras que recogen la planta y la meten en contenedores que se llevan después al centro de destilación donde ya solo es necesario conectar esos paquetes para proceder a extraer la esencia”, explica Gamboa. En el horno se conecta ya con las tomas de vapor que entran en contacto con las flores del lavandín. Ese vapor tiene que ser condensado de nuevo, lo que se consigue a través del enfriado del serpentín, para después separar el agua de la esencia pura, en este caso en un embudo decantador o vaso florentino.
“Estas plantas requieren una trasformación prácticamente inmediata para aprovechar mejor sus propiedades”, explica Carrillo. Este es uno de los inconvenientes para los que quieran dedicarse a estos cultivos. “Es prácticamente imposible que un agricultor se lance a estos proyectos por su cuenta teniendo poca superficie cultivada”.
Sin embargo, “la inversión puede amortizarse en tan solo dos o tres años de producción”, explica la profesora Aurea Cascajero. “El aceite de lavandín que se produce en la Alcarria de Cuenca y Guadalajara es el mejor del mundo, me atrevería a decir, pero también es verdad que estas instalaciones solo funcionan un mes al año. Sería conveniente plantar otros cultivos, otras plantas aromáticas que pudieran destilarse en las mismas instalaciones pero con épocas de recolección distintas a las del lavandín para sacar un mayor rendimiento a la inversión inicial”.
Campos de lavanda
A finales de los años 80 existían hasta cuatro hornos a vapor para la destilación de lavandas en la provincia de Cuenca, localizados en La Almarcha, Cañaveruelas, Saelices y Tinajas.
Por esos años desaparecían las antiguas calderas de hierro de uso comunal y vecinal. Hoy en día encontramos campos de cultivo en distintos puntos como Cañaveruelas, Cañamares, Villares del Saz o Huete donde la empresa Lavandaña tiene sus propios campos de cultivo. “Nosotros hacemos jabones con esencia de lavanda y aceite de oliva”, explica la gerente de esta empresa, Mercedes del Loro. “Elaboramos también sacos aromáticos con las flores cosechadas a mano y desecadas”.
La empresa Lavandaña es ya conocida por su licor y por su crema de lavanda.“El licor tiene un buen paladar y combina bien con postres de chocolate. Y la crema tiene una textura muy fina y delicada”, dice Mercedes que explica, además, que la esencia de lavanda sirve para otros muchos usos. “Mezclada con otros aceites sirve para dar masajes y es regeneradora, reafirmante y cicatrizante”.
Fuente: http://cadenaser.com/ – Paco Auñón