POR FRANCISCO JAVIER GARCÍA CARRERO, CRONISTA OFICIAL DE ARROYO DE LA LUZ (CÁCERES)
Cuando se inició el año 1974, aún había muchas personas que pensaban que el régimen político que se había iniciado casi cuarenta años antes todavía podía perdurar mucho más tiempo. No obstante, nada de eso fue así. Nuestro pueblo, al igual que el resto de España, se encontraba en una etapa que históricamente los estudiosos de esta fase denominan “Tardofranquismo”. Un periodo que podríamos definirlo como el crepúsculo del dictador, o lo que es lo mismo, el inicio del declive definitivo de un régimen ausente de libertades.
Abarca esta etapa aproximadamente los cinco últimos años del gobierno del general Franco y que comenzaron con la decadencia física e intelectual del dictador que ya no controlaba la acción política ni a sus ministros, tal y como quedó reflejado en el caso Matesa. Fue además una fase en la que un octogenario decidió por primera vez abandonar la presidencia del Ejecutivo y dejarla en manos de uno de sus más fieles colaboradores, Carrero Blanco, un Presidente que poco después sería asesinado por la banda terrorista ETA en una atentado espectacular que tuvo lugar en el prólogo de las Navidades de 1973.
A nivel local se inició el año con la renovación de una parte importante del Ayuntamiento. Un Consistorio, último de la dictadura, que inició su andadura después de las “elecciones” locales para elegir los dos puestos vacantes por “Representación Familiar”. Para poder ser candidato a concejal por este sector el régimen exigía una fidelidad absoluta al Movimiento Nacional y pasar toda una serie de filtros que elaboraba la Guardia Civil con la finalidad de mantener un Ayuntamiento “puro”. Los dos elegidos en aquel “simulacro electoral”, ya que las mujeres no casadas y aunque fuesen mayores de edad no pudieron votar, fueron Dimas Refolio Calvo y Joaquín Crespo Crespo, dos concejales que se declararon como “tradicionalistas”. Los otros dos sectores del Ayuntamiento lo conformaron Tomás Paniagua Mellado y José Luis Romero Salado por el Tercio Sindical, y Manuel Floriano Medina y Manuel Rosado Tato por el Tercio de Entidades Económicas y Culturales. A estos seis nuevos regidores se sumaban otros tres que provenían de las “elecciones” de tres años antes, José Collado Hernández, Justiniano Sánchez de la Calle y Antonio Terrón Hernández.
Todos ellos tuvieron que prestar juramento antes de ser proclamados oficialmente como concejales con una fórmula que se venía utilizando desde cuarenta años atrás: “Juro servir a España con absoluta lealtad al Jefe del Estado, estricta fidelidad a los principios básicos del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino, poniendo el máximo celo y voluntad en el cumplimiento de las obligaciones del cargo de concejal para el que he sido nombrado”. Resuelto el trámite y con todos los concejales nombrados, el gobernador civil de la provincia eligió a Manuel Floriano Medina como nuevo alcalde de la población. Un maestro de EGB a la postre último mandatario elegido por este procedimiento que sustituyó a Julián Olgado y que ostentó el cargo durante cinco años, concretamente hasta 1979.
Casi en paralelo a estos acontecimientos, en este año también se produjo el relevo en el cargo de la mayordomía de la Virgen de la Luz. Una dignidad entonces vetada a las clases menos pudientes de la localidad. Dejó el puesto Ángel Collado Bravo, cuyo mandato venía regentándolo de manera ininterrumpida desde 1959, y se nombró por parte del alcalde, en atención a la “regalía” ancestral que le otorgaba ese derecho, a Plácido Sánchez Viniegra.
Aquel año también se publicaron tres magníficos artículos de otros tantos arroyanos que venían colaborando de manera asidua en todas las revistas culturales locales, provinciales y regionales y que, de esta forma, daban a conocer a su pueblo por toda la geografía regional. Significativo fue el texto de Carlos Caba y su “Llamada de medio siglo que se rebulle”; el de su hermano Pedro que apostó por un sonoro “Un pueblo hecho de luz”; y el de Juan Ramos Aparicio que se centró en “Ambrosio, ventrílocuo sin par”, un trabajo extraído del libro hasta ahora inédito “Latidos de mi lugar”.
Manuel Floriano, además de maestro en la localidad y reciente alcalde de la villa, había estado presidiendo al Arroyo C.F., cuyo cargo tuvo que abandonar en el verano de 1974 al ser nombrado máximo regidor. Fue su paso por la presidencia del club enormemente satisfactoria. De hecho, en la temporada 1973/1974 el Arroyo C.F. y entrenado por Emiliano Salcedo, “El míster ferroviario”, logró un ansiado ascenso a la Primera Regional, entonces una categoría de “tronío” equivalente a lo que hoy pudiera ser la Tercera División y en la que había equipos de la talla del Cacereño, Mérida, Villanovense, Plasencia y Don Benito, entre otros. El sustituto en la presidencia del club fue Jorge Antonio Bravo García.
A pesar de la esperanza que se tenía depositada en los jugadores artífices del ascenso, Moreno, Marcelo, Pulido, Casco, Vicente, Orozco, Terry, Marcelino, Ufra, Fernando, Jiménez, Carrasco, Guille, Taboada, Rocha, Hache, Eugenio y Fernando, el campeonato no lo iniciaron demasiado bien. Ya en la pretemporada se observó que iban a tener enormes dificultades para poder mantener la categoría. En su presentación, todavía en un torneo veraniego en Coria, y ante un rival que militaba en categoría inferior, cosecharon un rotundo 4-1 en contra, resultado que auguraba una temporada muy complicada, ya que las crónicas comentaron que teníamos un “equipo muy flojo para la categoría en la que está embarcado”. El gol del honor, de penalti, lo transformó Marcelino, que junto con Terry y Jiménez fueron los jugadores más sobresalientes de aquel partido.
Efectivamente, y una vez iniciado el campeonato regional, los resultados iniciales tampoco fueron satisfactorios. En la primera jornada nos visitó el equipo de Mérida que nos endosó un contundente 0-4. Cuatro goles en contra en un campo repleto de aficionados y que vieron a un equipo impotente ante una escuadra mucho mejor armada, que “tampoco hizo nada destacable, salvo, saber estar en el campo”, dijeron aquellas crónicas. El segundo partido tampoco fue mucho mejor, visitaron el campo de La Estrella, y desde allí trajeron un 3-0 en contra. En el tercer partido en casa jugaron contra el Careva de Badajoz, un equipo de veteranos que también nos derrotó con un 0-1. El siguiente partido fue en Hernando de Soto, allí se demostró definitivamente las carencias del club. Aunque los de Soto también habían subido como nosotros aquella misma temporada a la Regional Preferente no tuvieron piedad de nuestros jugadores a los que endosaron un concluyente 7-0. Lejos quedaban, pues, los resultados magníficos de otros equipos arroyanos que encumbraron al club hasta la segunda división B.
Lo que estuvo mucho más destacado aquel año de 1974 fueron las tradicionales ferias y fiestas de septiembre. Las primeras que organizaba el nuevo regidor y que quiso tuvieran una presencia muy destacada. Se iniciaron la noche del día 11 con una verbena popular en la Plaza, seguido los días siguientes del tradicional mercado de ganado, los gigantes y cabezudos y los juegos de pucheros y cucañas vertical y horizontal. Esta última en la “Charca Rachona”. Tampoco faltó la novillada del sábado 14 con la presencia de la rejoneadora Lolita Muñoz que lidió a dos ejemplares y otros dos para el novillero de Salorino, aunque residente en Salamanca, Fernando Domínguez. El 15 tuvo lugar un espectáculo cómico-taurino-musical a cargo del grupo “Córdoba taurina” que hizo las delicias del personal. Ambos eventos se celebraron en la plaza de toros metálica que el empresario y matador de toros Luis Alviz había montado en la Plaza Nueva. Como era habitual el espectáculo de los días de feria se cerraba por la noche con la pirotecnia de fuegos artificiales en las proximidades del Ayuntamiento.
Muchos fueron los empresarios arroyanos que colaboraron económicamente en la organización de las ferias y para que éstas resultaran todo un éxito. Firmas como las de José Bañegil, José Terrón, Tapizados Cid, Viuda de Gaspar Gubert, Miguel Niso, Caja de Ahorros de Cáceres, Banco Hispano Americano, Segundo Sánchez o Gerardo Tato, que fueron los de aportaciones más generosas. También colaboraron otros establecimientos como el de “Fotógrafa Mercedes”, que también era una pastelería de unas “bambas” inimitables, Bar La Cueva, El Caracol, Carbonilla, Moyano y Casa Carrasco que se anunciaba a su “distinguida clientela” con un directo “la tenca, el ciervo y el jabalí, junto con la morcilla, los morros y el boquerón constituyen la mejor base de nuestra alimentación”.
Aquel año también se anunció la “próxima inauguración del Hostal de Nicolás, de gran confort”, un establecimiento que estaba pensado, además de para pernoctar, como local con una cafetería moderna y para bodas, bautizos y comuniones. Un hostal mítico en la población que luego se bautizó como Divino Morales. No obstante, ante todo, y por encima de todo, aquel año fue el de la inauguración de la “Discoteca Venus”, toda una auténtica institución para los que entonces éramos muy jóvenes y que ya peinamos muchas canas. Una sala de baile moderna que evidenció que el “franquismo” estaba abandonándonos sin remisión. Una discoteca con numerosas anécdotas vividas por un sinfín de arroyanos, aunque esto ya es otra historia.
Fuente: https://arroyodelaluzpaisajesyfiestas.blogspot.com.es/