POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
No sé vosotros, yo llevo el verano de boda en boda. Nos divorciamos tanto que ahora hay más bodas que gente. Terminaremos amándonos todos contra todos. Alguno de estos “siquieros” se celebró Oviedo; misa con aplausos en San Juan el Real y luego palacio, prao y catering. Desde los entremeses del mediodía, de esos que ahora se comen de pie para hacer amigos, hasta las sopas de madrugada, que degustamos arrastras, en todos los ágapes entonamos los comensales un incesante canto a la vida: ¡Vivan los novios!, ¡vivan los padres de los novios!, ¡vivan los padrinos!, ¡viva la ex mujer del novio!, ¡viva el ex querido de la novia!, ¡vivan los expósitos!, ¡vivan los chambelanes!, ¡vivan los padres de los langostinos! y ¡viva la barra libre! Cuánta alegría, cuánta quisquilla y cuánta fe en el amor. Deberíamos exportar los novios y sus lunas de miel a los países en guerra.
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