POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Padecía tendinitis en el pulgar de la mano por las demasiadas horas escribiendo malamente en el teclado de un ordenata que me mata; probé mil terapias: masajes, pomadas, agujas…, rumbo a peor, hasta que me hablaron del ámbar del Báltico y los yacimientos de Kaliningrado. Viajé a Rusia para conseguir una pulsera de ámbar fresco, resina fósil de 40 millones de años, que diluye las energías negativas y, cerca de la piel, funciona como analgésico natural; entré además en la Cámara del Ámbar, en la ciudad de Tsárskoye Seló (hoy Pushkin), a 25 km al sureste de San Petersburgo, la llamada octava maravilla del mundo, y tanto la pulsera como la inmersión en esa Residencia de Verano, de Catalina I y de su hija, la emperatriz Isabel, me han curado. Toda ascesis pasa por el dolor. Tras el ámbar soy más transitivo, cuento mejor mis traumas y espero que ahora se me entienda.
Fuente: http://www.lne.es/