A LA BÚSQUEDA DE PAPELES QUE AUTENTIFIQUEN QUE EL HOMBRE MÁS LONGEVO DEL PLANETA ES EL VECINO DE BIENVENIDA, SE HA SUMADO EL CRONISTA OFICIAL DE BIENVENIDA (BADAJOZ), FRANCISCO JAVIER RODRÍGUEZ VIÑUELAS
El desayuno del viernes 11 tuvo un sabor especial. Además del vaso de leche y la magdalena hecha con aceite de todas la mañanas, Francisco Núñez Olivera -112 años, 15 biznietos y nueve nietos- amanecía, adelantándose a los periódicos, sabiendo que era el hombre más viejo del mundo. Tomaba el relevo en el trono de los más longevos a Ysrael Krystal, vecino de Haifa (Israel), un superviviente de Auschwitz que, pese a las penurias, vivió 113 años hasta que expiró ese mismo 11 de agosto. La noticia la recibió Francisco del hombre que un año atrás le había fotografiado para una exposición, Generaciones, en la que el estadounidense Charles Ragslale, que llegó (y se quedó) en España hace ocho años atraído por nuestras costumbres y el «buen comer», retrató a 26 centenarios españoles en compañía de alguno de sus nietos o biznietos. Vidas separadas por más de un siglo es lo que el artista de Connecticut quiso mostrar con su cámara. Y qué mejor que dos hombres, uno de 112 años y el otro de cuatro, Hugo, el benjamín de los 15 biznietos de Francisco, para congelar el inexorable paso del tiempo.
-Me alegro de verle…
-¡Y yo más! -responde con gracia y firmeza el supercentenario al periodista.
En la calle, el sol pega con ganas. Ni las moscas salen a volar en Bienvenida, 2.211 almas, cuna de una histórica dinastía de toreros del mismo nombre. Y ahora del abuelo del mundo. Preguntamos por la casa de Francisco. «¿Quién…? Ah, sí, Marchena», cae en la cuenta la única vecina que vemos asomarse tímidamente a una ventana. La temperatura de este lado de Badajoz se acerca a los 40ºC. Marchena le llaman todos por su porte de joven, que recordaba al del cantaor sevillano. Lo encontramos en la cocina de su casa de Bienvenida, sentado en su silla de ruedas, camisa blanca de verano y las piernas tapadas con una mantita (la casa, con muros anchos, está fresca a pesar de calor). Un sombrero castizo de chulapo le cubre la cabeza ya sin pelo. Su cuerpo resiste aunque los años lo van apagando.
Al vernos, pregunta a María Antonia, la hija soltera de 82 que lo cuida con esmero maternal: «Y estos señores, ¿quiénes son?». «Son periodistas que vienen a verte desde Madrid», le contesta ella al oído y alzando la voz. «Vienen a conocerte porque ya eres muy mayor, ¿lo sabes?, tienes 112 años». Y él la mira fijamente, como asustado, con los ojos vidriosos, y baja la cabeza sobre la mesa: «¡Qué pena!», suspira.
Todo en Marchena evoca cosas extraordinarias. Sólo seis varones de cada 1.000 millones de seres humanos consigue lo que ha logrado este hombre: llegar a los 112 años. Vivió la primera Guerra Mundial y la segunda, una Guerra Civil, el relevo de tres reyes, dos repúblicas, una dictadura y una democracia. Sus ojos también vieron la llegada del cine, la mecanización del campo, la mejora de las carreteras y los transportes… Sin embargo, lo que más le marcó fue su paso militar por el Rif, en Marruecos. Tenía 21 años y, como recordaba hace apenas un año, «Puto África», maldecía al recordar a los miles de jóvenes españoles de su generación que habían muerto tras luchar -«Allí había mucha tela»- contra las tribus bereberes. Su paso por el ejército lo ha convertido también en el veterano de guerra más longevo de la historia de España, pues ha superado al último superviviente de la guerra de Cuba, Aurelio Díaz, que falleció en 1989 con 110 años.
«Traga, no tires nada»
A Marchena, que sólo toma una pastilla al día para la circulación y otra para el azúcar, todo le sienta bien en el estómago. Le fallan el oído, la vista y las piernas. El desgaste de los años. «Traga, no tires nada… Es que ya no se acuerda de que hay que tragar», se enfada un poco con él María Antonia. Hoy le cocinó arroz y pollo. Todo en papilla. Porque, se acuerde o no de tragar, Marchena perdió la dentadura hace 40 años y «no se los quiso poner». A lo que no pudo negarse, sin embargo, fue a la extirpación de un riñón cumplidos ya los 90 y a la operación de cataratas, con 98.
«Hasta los 107 años, cuenta su hija mayor (la pequeña, Milagros, tiene 77) estuvo andando él solito por la calle. El bajón grande le vino hace un año, sobre todo de la cabeza…», dice la mujer mientras va a por la cartilla militar que podría darle a Marchena (nacido el 13 de diciembre de 1904, reza en el documento) el certificado Guinness World Records que lo acreditaría como el hombre más viejo del planeta tras la muerte reciente de Ysrael Krystal con 113.
No obstante, no está resultando fácil. Para validar el récord de longevidad, Guinnes exige como norma papeles de sus primeros 20 años de vida en los que figure la fecha de nacimiento de Francisco. Y al ingresar en la milicia, él ya tenía 21. Falta pues algún documento (partida de bautismo, la de su venida al mundo, la hoja de matrícula en el colegio o cualquier otro escrito) donde figure cuándo nació. «Hay mucha trampa en esto», asegura el corresponsal en España del Grupo de Investigación Gerontológico (GRG, en sus siglas en inglés), la consultora con sede en Los Ángeles que Guinnes utiliza para validar los récords de longevidad. En su base de datos, GEG tiene localizados a 17.000 españoles que pasan de los 100 años, y a 16 que igualan o superan los 110. Pero sólo uno, el extremeño Marchena, figura con 112 años. Y lo que Guinnes le exige al GRG es que verifique que esa edad es cierta. Una pesquisa ardua, casi imposible, ya que durante la Guerra Civil tanto los archivos parroquiales de Bienvenida como los del colegio, del juzgado y los del Ayuntamiento fueron quemados. Únicamente se ha podido rescatar la cartilla militar. El interés de Guinnes parece ser máximo.
Guinnes: informe a favor
Esta misma semana, uno de sus representantes se reunió en Madrid con el hombre de GRG en España encargado de redactar el informe definitivo a favor de Francisco. «Es básico conseguir la fe de bautismo original de Marchena. Si existe, la tienen en la parroquia de Bienvenida en un libro que está fuera de registro y que por tanto se salvó de la quema en la Guerra Civil. O puede estar en el Archivo Diocesano de Mérida-Badajoz», lanza a modo de SOS Emilio Ibáñez, el corresponsal de GRG en España. No está solo.
A la búsqueda de papeles que autentifiquen que el hombre más longevo del planeta es el vecino de Bienvenida, se ha sumado el cronista oficial del pueblo, Francisco Javier Rodríguez Viñuelas, historiador y experto en arte, quien lleva tiempo buceando en archivos y pidiendo ayuda a militares, sacerdotes y universidades. La última pista conduce a la Uned donde la investigadora Rosa Gómez Redondo, o alguien de su grupo, tendría en su poder la fe de bautismo del bienvenidense.
En Bienvenida, donde se adora y festeja a la Virgen de los Milagros, su patrona, 32 de sus 2.211 vecinos superan los 90 años. Los cuidados y la entrega de su familia, además de una dieta basada en legumbres y verduras, han contribuido a que Francisco siga cumpliendo años y transmitiendo su genio y buen humor a quien acude a visitarlo. Y es que en las células de estos supercentenarios (los que pasan de los 110) se esconde una genética especial, rara, lo que algunos estudiosos de la longevidad han dado en llamar efecto Matusalén.
Veamos: el programa que nos alarga la existencia, el que lleva escritas las instrucciones químicas necesarias para que una persona termine convirtiéndose en un supercentenario, se aloja en un manojito de genes excepcionales, situados en el cromosoma 2; y entre ellos el bautizado como APOB. «Este es un gen no demasiado común pero muy grande y con mucho efecto, implicado en el transporte del colesterol malo», en palabras del científico Manuel Serrano, responsable del hallazgo. A veces se hereda y otras veces es propio de cada persona. Hay gente de 105 o más años cuyos padres murieron a los 70 o a los 80. Incluso los hay que tuvieron hermanos que fallecieron 20 años antes y ellos vivieron hasta los ciento y pico.
El árbol vital del extremeño habla de que era el mayor de siete hermanos, sobreviven dos, Luis (95 años) y Jacoba (93). Y que a su regreso de la guerra se casó con la vecina María Martín Núñez y tuvo cuatro hijos: Manuel (muerto con 57 años), Antonio (a los 80), María Antonia y Milagros. Todo lo demás fue trabajo y más trabajo. Vivía a contracorriente. El mismo año de su nacimiento, 1904, se promulgó la ley que establece el descanso dominical en España. Pero no iba con Marchena la cosa. A toda su gente sacó adelante cultivando olivos y viñedos y labrando con mulos las tierras. Lo lleva escrito en esas grandes y fuertes manos cuarteadas con las que todavía hoy gesticula cuando se arranca enfadado, o acaricia a sus nietos y biznietos. Momentos íntimos que el fotógrafo Charles Ragslale ha querido congelar con su cámara y convertir en una exposición itinerante a la que ha bautizado Generaciones (el 8 de septiembre estará en Blanes, Gerona).
«Quédense otro poquito»
El martes, mientras España entera era una fiesta, Francisco cumplía con su rutina y hasta nos regalaba un «¿Porqué se van, quédense en mi casa otro poquito», nos decía al irnos. En unos minutos tomaría la merienda: un Actimel. Y a eso de las ocho de la tarde se metería en cama, ya cenado, hasta las ocho de la mañana del día siguiente. «Por las noches me levanto para ver si respira o se atraganta, tengo miedo a que le dé algo y que yo no me entere», dice su hija, que por momentos parece olvidarse de que su padre, El Marchena de Bienvenida, que va camino de los 113 años (el 13 en diciembre), es el homo sapiens más viejo del mundo. Él se despide balbuceando: «Vayan con Dios».
Fuente:
http://www.elmundo.es/