POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
Estimado Director: leo en el diario que tiene el honor de dirigir la decisión tomada por la Corporación de Zarza Capilla sobre la eliminación de su callejero de personajes relacionados con la Guerra Civil y la Dictadura. Decisión similar a la puesta en práctica por otras muchas localidades, de acuerdo con la Ley de Memoria Histórica.
Pero, como ha sucedido en la mayoría de los casos, el acuerdo es partidista y carente de rigor histórico. Ya que la citada Ley del 2007 sólo afecta a los protagonistas de la sublevación militar del 18-VII-1936, Guerra Civil y Dictadura franquista.
Y en dicha localidad, al igual que en la mayoría de los municipios, se ha obrado con ignorancia o maliciosamente, en el tema de Calvo Sotelo porque, ¿cuál fue su vestigio franquista? Ya que, cuando le asesinaron (el 13 de julio de 1936) no había empezado el franquismo, ni siquiera se había sumado al golpe de Estado que preparaba el general Mola, ni tampoco la Guerra Civil.
Además, ni estuvo afiliado a Falange (con la que nunca congenió) ni a ningún otro grupo ultraderechista: era diputado de Renovación Española, partido monárquico y legal; católico, pero no extremista.
Pero nunca le perdonaron que criticara en las Cortes el caos que imperaba en España entre febrero y julio de 1936: la quema de iglesias y conventos, o los crímenes cometidos por radicales, con la pasividad del gobierno republicano. O el fraude de las Elecciones de Febrero de 1936, que ya se ha demostrado que fue cierto (a él le quisieron quitar su acta de diputado por Orense). Le llegaron a amenazar de muerte en el Congreso, lo que luego se cumplió.
Lo único que se le puede achacar, y inactivamente, es que su ejecución acelerara la sublevación militar ante el caos que reinaba en España. Tal vez, por ello, es uno de los políticos más odiado por la izquierda revanchista.