POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Existe otra Catedral que pocos murcianos conocen. Y que seguirán sin descubrir ni disfrutar el resto de sus vidas. De lo contrario, tendrían que aventurarse, cual gatos, por los tejados del primer templo de la Región. Allí arriba, a cincuenta metros de la plaza, se conservan perspectivas y elementos arquitectónicos imposibles de admirar desde el suelo. Y no digamos la panorámica que ofrece la linterna que corona la torre, a casi cien metros de altitud. Pasadizos oscuros y remotas puertas, ventanas y agujeros inéditos, tejados de cañizo, caminos de maderas sobre las bóvedas, respiraderos de las naves, inscripciones misteriosas y sorprendentes esculturas jalonan este paseo, ilustrados por vez primera en un diario, a través de lo más oculto de la Catedral.
La parte oculta de la Torre: El ‘Tío del bigote’ debajo de ‘El indio’ en cueros
En el primer cuerpo de la torre, en el paño que mira hacia los tejados, se conserva una ventana cegada sobre cuyo marco se talló a un personaje que atesora un gran mostacho y al que algunos empleados de la Catedral conocen como el ‘Tío del bigote’. Curiosa ventana sobre la cual también luce un salvaje barbudo y desnudo, cuyo apelativo es ‘El indio’.
Las arterias de la construcción: Pasadizos ocultos y un camino sobre el tejado
Para acceder a las cubiertas de la Catedral existen varios caminos. Uno, desde el interior de la torre, tras atravesar un aseo. Sí, un aseo con dos puertas. Otro, desde una portezuela situada junto a la entrada de la puerta de los Apóstoles. Ahí arrancan escaleras y pasadizos que recorren centenares de metros bajo las techumbres, desde donde se observan las bóvedas desde arriba, entre remotos techos de cañas. Una de ellas es la bóveda de capazo de la antesacristía, ubicada en la encrucijada de varios de los itinerarios y sobre la que, literalmente, hay que pisar para seguir el recorrido. Todo el tejado, además, está salpicado de losas cuadradas que se apoyan sobre las tejas y facilitan el recorrido.
Donde no llegan los turistas: Una escalera de 40 metros de altura y 167 escalones
El llamado cuerpo de conjuratorios está adornado en sus cuatro esquinas exteriores con otros tantos palacetes con tejados (clochetones) piramidales, donde se alzan los santos cartageneros. Allí estaba la Sala del Lignum Crucis, muy a mano para los rituales y conjuros que celebraban los sacerdotes. Y de allí parte una escalera de caracol que supera los 40 metros de altura y tiene un peso estimado de 116 toneladas. Tiene 167 escalones. Da acceso al cuerpo de las veinticinco campanas. Prueben a buscar la salamandra que se talló en el bronce de la Nona, que anunciaba la hora del mismo nombre. Pero la escalera continúa, si bien las visitas turísticas tienen prohibido el acceso. Ascender por ella valdría lo que pidieran, puesto que desemboca en la cúpula terminal, obra de Ventura Rodríguez y de estilo neoclásico. La obra concluyó en 1793. En cada una de las ventanas de su cuerpo octogonal -no las circulares de arriba sino las de las paredes- se mantienen placas con grabados que identifican los monumentos que desde allí se divisan. Y la escalera sigue. El lugar más alto es la linterna, formada por un cupulín cuyo diseño presenta un entramado radial, indispensable para sujetar la veleta. Allí apenas caben tres personas. La vista de la ciudad y su vega, a 93 metros de altura, es fabulosa.
En lo más alto: El oculto vértice geodésico y cinco grados menos
Justo donde acaba la gran escalera de caracol, en su última piedra, permanece intacta la chapa que identifica un vértice geodésico, allí colocado por el Instituto Geográfico Nacional. «La destrucción de esta señal está penada por la Ley», advierte también la placa. Los vértices geodésicos señalan, a la largo de todo el planeta, la altura exacta de un punto sobre el nivel del mar. En el caso de la Catedral fue colocado el 15 de mayo de 1982 y revisado por última vez en 2009. Marca exactamente 121,828 metros sobre el nivel del mar. Así, se convierte en la torre de catedral española más alta, aunque, si medimos desde el suelo, la supera la Giralda sevillana, con unos 97, 5 metros. A esa altura, por cierto, la temperatura baja unos cinco grados.
Lo que no ve el ojo: La campana de las señales situada sobre el coro
Desde cualquier lugar de la ciudad pueden admirarse las campanas que engalanan la torre. Pero existe otra que pocos conocen. Está ubicada en una espadaña sobre la nave central y se conoce como la campana del Coro -sobre el que se colocó-, de San Gregorio o de las Señales. De San Gregorio porque en una inscripción en el bronce puede leerse: «Sancte Gregori Taumaturgo Ora Pro Nobis. Ano MDIX».
Salvo el error -debía poner Anno en lugar de Ano-, la pieza fue fundida en 1609 y tiene 30 centímetros de altura. En la parte exterior, bajo una cruz, puede leerse «Don Luis Galtero», al parecer el capitular que la donó. Esta pieza se utilizaba para enviar mensajes a los campaneros que vivían en la torre y evitar así, en épocas donde no existían los móviles, andar voceando o echando viajes cuestas arriba.
Una extraña inscripción: El lema del señor marqués y su burla al obispo enemigo
En una cinta de ménsula, ubicada en el exterior de la capilla de Los Vélez, figura una misteriosa inscripción que, al decir de algunos autores, también podía leerse en los enormes escudos que dan hacia la plaza de los Apóstoles. Se trata del lema «Bien por mal, mal por bien». Podría haberse labrado por orden del primer marqués de Los Vélez para evidenciar su lealtad a la Corona -bien por mal- a pesar del olvido de la Corte que hasta llegaría a desterrarlo -mal por bien-. Muy cerca también ordenó tallar al obispo de Cartagena, con quien incluso había llegado a las manos. Y lo ridiculizó, representándolo fuera de la capilla, sobre una hornacina vacía, que parece no merecer, provisto de una bolsa de dinero y volando sobre el mismísimo demonio.
Conjurar tormentas: El reloj de sol del cuerpo de los conjuratorios
Otra de las piezas que resulta imposible divisar desde el suelo es un antiguo reloj de sol que está colocado sobre la fachada sur de la torre, en el cuerpo desde donde se realizaban los conjuros, conocida como planta de los conjuratorios. Desde abajo no se divisa, además de por estar a unos 70 metros del suelo, porque no debe verse.
Su función debía ser informar a los clérigos de las horas cuando se disponían a conjurar tormentas y epidemias, plagas y hasta al río Segura, siempre violento e impredecible. En la misma planta se estira hacia el vacío el increíble balcón desde donde también se realizaban los conjuros.
Un laberinto bajo los techos: Pasadizos sobre las históricas bóvedas
Todos los tejados que cubren las bóvedas tienen una pequeña puerta de acceso, de apenas medio metro cuadrado, enrejada para evitar que las palomas aniden, como acostumbraban, en su interior. Por ellas se llega a un laberinto de pequeños tabiques sobre las bóvedas, donde se dispusieron tablones y maderas para facilitar el paso. El recorrido es apasionante. Uno de ellos, por ejemplo, lleva hasta el altar mayor. Por uno de los ‘respiraderos’ se observa lo que sucede a varias decenas de metros más abajo.
Al alcance de la mano: Osamentas de carneros y bueyes en los pedestales
Las tallas que adornan las fachadas de la Catedral representan muy diversos motivos. Algunos de ellos, desde el tejado, pueden incluso tocarse. Eso sucede en el segundo cuerpo de la torre con unos pedestales de orden jónico que incorporan ornamentos en forma de osamentas, concretamente de carneros que flanquean bucráneos, esto es, cráneos de buey. En otros lugares proliferan grifos y bichas, jarrones, el sol y la luna y un largo etcétera.
Jaulas contra las palomas: Una extraña sala cuajada de excrementos de palomas
Acabaron con ellas hace tan solo algunos años, pero habían convertido aquel espacio en su lugar de cría. Se trata de una extraña sala ubicada junto a la capilla de Los Vélez, que sirvió de criadero de palomas hasta que el Ayuntamiento comenzó a recogerlas. Emplean jaulas que se reparten por varios tejados.
Fuente: http://www.laverdad.es/