LOS MURCIANOS QUE FUERON PASADOS A CUCHILLO EN ORÁN POR ANTONIO BOTÍAS
Dic 18 2017

LA MATANZA ARGELINA DE SAIDA, EN 1881, COSTÓ LA VIDA A UNOS 200 ESPAÑOLES Y OBLIGÓ A REPATRIAR A LA REGIÓN A 706 ESPARTEROS

Repatriación. Grabado que refleja la llegada del vapor ‘Correo de Cartagena’ repleto de repatriados que volvían de Orán.

La temporada del espartizal de Argelia, aquel infierno de campos arrasados de sol donde los murcianos añoraban la humedad de sus acequias lejanas, estaba a punto de terminar. Gracias a Dios.

Quizá había merecido la pena perder la salud a golpe de hoz por conseguir un puñado de francos y seguir malviviendo hasta el otoño. Entonces retornarían de nuevo a Orán, cargados de familias, pocas ilusiones y muchos piojos, al atochal Alfa, propiedad de otro murciano. Alguien equivocó el nombre. Allí, aquel 11 de junio de 1881, se convertiría en un omega sangriento.

La emigración y los viajes de ida y vuelta a Orán eran algo frecuentes en el siglo desde que la plaza fuera conquistada por el cardenal Cisneros, quien partió desde Cartagena, por cierto.

Para hacerse una idea del trasiego de murcianos hacia Argelia, solo en 1879 emigraron 2.000 almas desde la Región. Muchos se unieron a los más de 1.500 que ya habían huido tras la caída del Cantón cartagenero. Estos datos aporta el investigador y cronista oficial Ricardo Montes en su nueva obra, presentada estos días, ‘Historias de Murcia verdaderas…, y verdaderamente falsas’.

En gran medida, explica el autor, los emigrantes eran temporeros. Y muchos de ellos trabajaban allí el esparto en otoño y en primavera, para luego retornar a su tierra amada. Los incentivos de las empresas eran, desde luego, apetecibles. En 1881, cuando sucedió la tragedia, quienes aceptaran trasladarse a Orán tendrían, aparte de un pingüe sueldo, pasaje gratis para sus familias. No pocos prófugos de la justicia y desertores se unieron a la partida, destacó Montes.

Pero los compromisos de la Compañía Franco-Argelina se deshicieron nada más llegar. Cada empleado pagó su pasaje e incluso estaba obligado a comprar víveres en un economato de la empresa. Un desastre. Aunque no les sorprendió a muchos. En las minas de La Unión sufrían similar trato que en Saida, la población donde muchos perderían pronto la vida a manos de Bou-Amama, el terrible «hombre del turbante».

Aunque era un enano que apenas alcanzaba el metro y medio de altura, carisma no le faltaba. Ni fanatismo religioso, que despachaba a calderos en el monasterio islámico que fundó. De ahí a preconizar la guerra santa contra los franceses solo hubo un paso.

La sublevación comenzó en abril, pero hasta junio no alcanzó los campamentos de los trabajadores españoles. Las primeras muertes sucedieron el 11 de junio de 1881 y ya afectaron a algunos murcianos esparteros y dueños de campos, como fue el caso de Mariano Campillo, natural de San Javier y al frente del atochal Alfa, donde ese día ardieron 25.000 quintales de esparto.

Los asaltantes eran una especie de plaga endemoniada de langostas, arrasando a su paso cuanto encontraban, incluidas las bestias de carga. Así que la única solución era defenderse, si bien los esparteros tenían prohibido portar armas. La excepción fue Rafael Pardo, quien logró atrincherarse con otros y responder a tiro limpio a los atacantes.

Aquel sábado «fueron pasados a cuchillo unos 190 emigrantes españoles, las violaciones estuvieron a la orden del día, incendios, suplicios, castigos y unos 600 rehenes fueron el fruto de dichos días», continúa el cronista en su obra. Aunque en Murcia no se enterarían hasta una semana después.

El 18 de junio, el diario ‘La Paz de Murcia’ se hacía eco de los hechos, pero aún tildaba de rumor que se hubieran cometido asesinatos. Es curiosa la escasa importancia que pareció darle el rotativo a la noticia. El día 23, por ejemplo, publicaba que «las personas que han desaparecido y que se suponen muertas o cautivas del jefe mahometano, no pasan de 80».

Ni una línea que aclarara que muchos de ellos eran murcianos. Sin embargo, la misma edición incluiría la noticia de la llegada a Almería del vapor Numancia con 350 repatriados de Saida, «de donde han emigrado ante los horrores que presenciaron en aquel puerto». El día 28, el director de ‘El Diario de Murcia’, Martínez Tornel, dedicaría su sección ‘Lo del día’ a aportar detalles de las penalidades que habían sufrido los almerienses. Tampoco se refirió a ningún murciano.

Cuando el número de víctimas superó el millar, en España comenzó la movilización del Gobierno y algunos diarios. Arrancaba el triste éxodo desde África de los afortunados. De muchos no se encontrarían ni sus cadáveres. En julio habían regresado 10.000 personas en los vapores de las líneas regulares, más otros que reforzaron el servicio. Las historias que contaban helaban la sangre. Muchos habían sido testigos de la masacre que así describía ‘La Paz’: «Mujeres degolladas, hombres asesinados, niños sirviendo de blanco a la siniestra puntería de implacables y desalmados asesinados; jóvenes violadas; madres presenciando la deshonra de sus hijas y maridos contemplando bajo la amenaza de las armas de los bandidos, la violación de sus esposas».

Montes también recoge en su libro una relación de los repatriados por municipios. Entre ellos, destacan los de Murcia (139), Jumilla (120), Abanilla (117), Cehegín (88), Fortuna (81), Cartagena (60).

Sobre los de Murcia se distinguen entre los 80 vecinos de la capital y el resto de las pedanías, sobre todo de Alquerías. El número de emigrantes que recibieron ayudas alcanzó la cifra de 706.

Nadie, sin embargo, se atreve a aventurar el número exacto de fallecidos en aquel infierno argelino, si bien se acepta que un gran número de ellos eran almerienses, en torno a 150.

El resto, hasta rozar los dos centenares, eran murcianos y alicantinos. Pero nadie aporta más cifras. Montes sí anota que recibieron ayudas esos 706 murcianos repatriados, sobre todo de Abanilla, Fortuna, Cehegín, Jumilla, Murcia, La Unión y Cartagena.

‘El Diario de Murcia’ anotará el día 25 de aquel funesto mes que, «por fortuna, los asesinatos no llegan a la espantosa cifra que al principio se había calculado». Pero las pérdidas en el campo Alfa «son inmensas. Solo el valor del esparto quemado al Sr. Campillo asciende a 40.000 duros» de la época.

Entretanto, el 24 de julio se celebró, por parte de «varios jóvenes aficionados de esta capital», una función teatral en el Romea «con el loable propósito de allegar recursos para las pobres víctimas de los atropellos de Saida», informó ‘El Semanario Murciano’.

La comedia se tituló ‘Otro gallo que cantara’. Y poco más. Los murcianos que perdieran la vida en la matanza de Saida permanecen, de momento, en el anonimato.

Fuente:   http://www.laverdad.es/murcia/ciudad-murcia/murcianos-pasados-cuchillo-20171217004106-ntvo.html

Add your Comment

Calendario

noviembre 2024
L M X J V S D
 123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930  

Archivos

UN PORTAL QUE CONTINÚA ABIERTO A TODO EL MUNDO