ABUELOS EN EL RECUERDO
Ene 18 2018

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

Un abuelo y su nieta

Recuerdo cuando, de pequeño, me refugiaba en el regazo de mis abuelas y me sentaba junto a mis abuelos para que me contaran historias que realmente, eran vivencias pasadas que marcaron sus vidas de forma indeleble. Sí, ahora que soy abuelo, me afloran los gratos recuerdos que tengo de ellos; que fueron abuelos de la guerra y que tuvieron la suerte de sobrevivir a ella.

Las historias que me contaban me dejaban boquiabierto. Ignoraba el trasfondo de las mismas pero, me las contaban con tanta sencillez y seriedad, un tanto compungidos y, a veces, con lágrimas furtivas que eran incapaces de controlar.

Tengo en mi mente la imagen permanente de cuando, al rescoldo de unas brasas de leña, en una humilde cocina, en las noches de invierno, me contaban pasajes que no alcanzaba a entender. Ahora, en la madurez de mi vida cuando ya soy abuelo, lamento no haber podido disfrutar, más, de mis abuelos, porque, a pesar de haber sobrevivido a dicha contienda fratricida, quedaron marcados física y psicológicamente y, como consecuencia, fallecieron en los años 1944 y 1948.

Sí, todas sus historias desaparecieron con ellos. Me contaban las ilusiones de su juventud y madurez pero, también, sus penurias y zozobras de los últimos tiempos. No, no lo entendía, pero, con el paso de los años he llegado a comprender que fue la ley de sus vidas. Para mí, no tengo la menor duda, sus pláticas junto al calor de un brasero de leña, me traen a la memoria esa desdichada época y, a la vez, agrandan los enormes valores humanos que atesoraban y qué, desgraciadamente, en pleno siglo XXI, son un bien escaso.

Me enseñaron a valorar: la humildad, el sacrificio, el sufrimiento de cada día y, sobre todos, el concepto de la familia: pilar básico de la vida.

Las vidas de mis dos abuelos estaban marcadas por horizontes bien distintos: el paterno curtido en las tareas del campo, la huerta y la emigración temporal a la vendimia, en Francia; el materno desempeñando las funciones de Perito en la empresa hidroeléctrica Molinos del Segura Ambos, desde diferentes estratos económicos y sociales, me legaron una gran fortuna: su ejemplo cotidiano de la vida. Sí, el valor divino de los actos humanos.

No, ignoraban todo lo referente a la globalización y las nuevas tecnologías, pero si intuían la desmedida avaricia y el poderío de quienes les gobernaban; de quienes dirigían sus vidas.

Sí, desde estas páginas, quiero transmitir a quienes tienen la suerte de que aún vivan sus padres y abuelos, que hagan un esfuerzo y les escuchen, porque, de ellos, cuando se hayan marchado para siempre, nos quedará lo más importante que han atesorado en la vida: sus vivencias, sus sacrificios, sus dificultades y sus cualidades humanas.

A veces creemos que sus consejos son sermones inaguantables. Os aconsejo que les escuchéis, porque, cuando ya no estén entre nosotros, nunca; nadie más, nos contaran esos principios, esos valores de la vida; tal y como ellos lo hicieron.

Cuando me acercaba a estar un rato con mis abuelas, tras la muerte de mis abuelos, siempre al regresar, pensaba en lo idiota que había sido al no escucharles con más atención y, por consiguiente, lo que me había perdido. Desde entonces he intentado aprender la lección que ellos me dieron y me ha servido para encauzar la vida por el camino que ellos me trazaron.

A esta generación de abuelos y, a muchas otras, que nos legaron un gran tesoro, les debemos la sencillez del saber vivir con humildad y sentido común, haciendo gala de unos incontestables valores humanos, aunque, por ese compromiso social, fuesen denostados por otros estratos sociales.

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