POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Eso que llamamos democracia responde siempre a una serie de reglas y normas, perfectamente ordenadas y estructuradas, que se condensan en un acto cívico de gran sencillez. Sin embargo, vengo observando con tremenda aceleración que ese noble acto, que debería constituir la marca de identidad de todo ciudadano serio, honesto y honrado, se está maltratando y despreciando. El resultado digno de todo respeto se ignora, humilla y ensucia con actuaciones violentas en las calles, plazas y lugares públicos, alboroto y desorden, arropado con toda clase de violencia. Todo frente al resultado alcanzado y obtenido en las urnas simbólicamente instaladas en los centros docentes. Debería bastar ese sentido y significado para los enemigos de todo orden, de todo lo que sea trabajo, seriedad y respeto al orden alcanzado. La síntesis de todos estos fenómenos se puede definir así: la calle frente a las urnas. Dicho así con esa simpleza nos lleva a recordar tiempos pasados tan tristes como significativos y, a veces, en esas largas meditaciones y vueltas a una historia que se me alarga en el tiempo y se me acerca en los hechos, me encuentro al borde del precipicio. Peligrosidad, unas veces con senderos más o menos aceptables para salvar el precipicio, otras con atajos, útiles, pero que nos exigen cierta decisión y audacia.
Aunque ser valiente solo para esas situaciones no basta. Y no basta porque la calle presenta tal cantidad de variantes, que no es la manifestación silenciosa ordenada y hasta ejemplar, que puede admitirse. Cuando el manifestante aparece con el rostro cubierto cambia el ambiente y el sentido de la protesta.
Las páginas de nuestra historia son tan claras como contundentes y dicen claramente a dónde se va por esos caminos. La calle frente a la urna solo lleva a ese lugar de donde no se vuelve.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/