ESTE VECINO DE SAN SEBASTIÁN DEDICÓ LOS AÑOS DE JUBILACIÓN A INDAGAR SOBRE LA HISTORIA Y SUS TRADICIONES
Antonio Víctor Suárez Vera dedicó los veinte años de su jubilación a investigar e indagar sobre múltiples aspectos históricos de San Sebastián de La Gomera y de toda la Isla.
En su persona se unía a la vez una inquietud por conocer y esclarecer los recovecos inéditos del pasado y un amor inconmensurable por su tierra. Por el lugar donde nació en 1931 y a donde volvió una vez que se convirtió en pensionista para dedicarse a la que siempre, en realidad, había sido su auténtica pasión: la investigación y su devoción por la virgen de Guadalupe.
Por ello, muchos lo consideran el cronista casi oficial de San Sebastián. Porque cuando alguien quería saber algún aspecto de la historia de la Isla acudía a él y siempre salía con su curiosidad satisfecha.
El presidente del Cabildo, Casimiro Curbelo Curbelo, estuvo presente en el reciente homenaje que se realizó a este gomero por el que sentía un especial cariño.
Resalta la labor realizada en cuanto a investigación histórica y recuerda que este investigador escribió tres libros que fueron editados por la institución insular; Solsticio de verano y muerte de Aguamuje, Machal. Testimonio de un Monumento y su última obra, Gara, la hija de Aluce. La Leyenda. Todos ellos sobre la mitología prehispánica.
Pero aún quedan varios por publicar, uno de los cuales hace un repaso histórico a las ermitas de La Gomera y otro a las antiguas comidas que se elaboraban en la Isla. También hay uno más dedicado a la relación de personajes antiguos y característicos de San Sebastián, así como de anécdotas de La Villa y de las costumbres que conoció cuando era joven.
El presidente del Cabildo resalta que sobre la mesa está la posibilidad de editar estas obras como homenaje a la figura de este estudioso y también por el valor que puede tener para la historia de la Isla. Curbelo rememora su participación en la vida y actividades culturales de La Villa y las representaciones que tenían al anfiteatro de la Torre del Conde como escenario. “Nadie puede negar que su legado ha sido inolvidable y de incalculable valor para la cultura de la Isla”.
Actividades culturales con la villa literatura y teatro y quien no recuerda momentos inolvidables como era sus representaciones en el anfiteeatro de la torre del conde. de ahí su legado sea inolvidable y de incalculable valor para la cultura de la Isla.
Su hijo, Lorenzo Suárez, no puede estar más orgulloso de su padre y de la labor que llevó a cabo los últimos años de su vida. “Simplemente diría que todo lo hizo con amor, mucho amor a su pueblo. Lo único que quería era contribuir, en la medida de sus posibilidades a sacar a la luz capítulos de la historia de La Gomera y de sus tradiciones”.
Y es que Suárez Vera parecía sentirse obligado a pagar una deuda, en realidad inexistente, con su tierra, y a la vez a transmitir a todos los demás los conocimientos que había adquirido con mucho esfuerzo, pese a no contar con una formación académica en el sentido estricto del término. “El fue un autodidacta, no tenía grandes estudios pero sí sabía por dónde colarse para aprender. De esta manera mi padre pudo regalarle dos décadas de su vida a su Isla”, indica su hijo.
Suárez Vera, como tantos canarios, tuvo que marchar para Venezuela y lo hizo en 1954 para volver tres años después. Aprovechó la ocasión para casarse con Isabel Dorta Darias, conocida como Isabelita, y tras retornar solo a Venezuela al final se llevó consigo a su familia. Allí permanecieron hasta 1979 aunque volver tampoco pudo cumplir su deseo de residir en La Gomera. Por circunstancias de la vida acabó en Santa Cruz de Tenerife, donde trabajó para el Cabildo insular.
Fue uno de los fundadores de la Cofradía de la virgen de Guadalupe y miembro de su primera directiva. Durante años, cuenta su hijo, que se recorrían la capital tinerfeña intentando contactar con los gomeros que allí vivían para que se hicieran socios.
“Yo siempre le decía que por qué en vez de ponerse a gastar suela de zapatos para captar a nuevos miembros, no se dedicaba a cobrar seguros o hacer cosas que le dieran dinero”, indica su hijo con ironía. Pero lo cierto es que la fe que sentía por la virgen de Guadalupe hacía que todos estos consejos dieran de frente a un férreo muro: su inquebrantable amor a la patrona de La Gomera a la que consideraba parte esencial de su vida, de la tradición y su fe.
Una vez que llegó la jubilación en 1995, Suárez Vera se vio de pronto con la posibilidad de dedicarse a sus auténticas pasiones de forma exclusiva. “De pronto tenía las manos libres para regalar todo su tiempo a La Gomera y a San Sebastián”.
A La Villa vino a residir en la que siempre fue su casa familiar y desde entonces en vez de emplear su tiempo en charlas o en dar de comer a las palomas, lo dedicó a recopilar periódicos, anécdotas, proverbios gomeros, romanceros o a indagar sobre las relaciones entre La Gomera y Cuba. “Él lo tenía ya todo calculado y estudiado. Sabía lo que iba a hacer cuando se retirara, dónde iba a pasar estos años y cómo”.
Su hijo indica que a partir de entonces, cumplidos sus 63 años, pudo ver como su padre “renació totalmente, se curó de todas las enfermedades y preocupaciones”, en cuanto pudo dedicar su tiempo a la que siempre había sido su pasión verdadera. Rápidamente se convirtió en una auténtica referencia a la hora de conocer la historia de La Villa, “porque se sabía todo lo que tenía que ver con los retablos, la iglesia de la Concepción, los ataques piratas, la virgen…”.
Algunas veces si veía a un grupo de turistas despistados deambulando por las calles se ofrecía como guía. Cuando al final del recorrido le querían pagar, invariablemente se enfadaba y decía que lo había hecho por pasión, no por dinero.
Gracias a su nueva ocupación pudo conocer a muchas autoridades y personalidades que visitaban la Isla y a las que ofrecía también sus conocimientos. O a personajes populares como el presentador de televisión, Miguel de la Cuadra Salcedo, fallecido hace algunas fechas, quien cada año le enviaba una postal por navidades.
“De pronto se vio que en su vejez tenía la oportunidad de hacer un montón de cosas como participar en obras de teatro”, indica su hijo. Y es que este investigador escribió la historia de la princesa Iballa y del guerrero Hautacuperche para representarla sobre los escenarios.
Tenía un enorme interés en concienciar a la juventud sobre la riqueza de su Isla y de su patrimonio. “Siempre nos decía que La Gomera se valora más cuando uno ha estado afuera, que entonces es cuando te das cuenta de que, a pesar de ser tan pequeña, en ella se puede encontrar de todo aunque sea a escala”.
Suárez Vera no tenía una gran formación académica. Apenas hizo la primaria y en Venezuela pudo también dedicar algún tiempo a cursar estudios puntualmente. Pero su inquietud era tal que, por ejemplo, su hijo relata cómo logró ir escalando posiciones en el psiquiátrico de Santa Cruz, donde trabajaba, a base de presentarse a las oposiciones. De esta manera pasó de auxiliar a enfermero. “Muchos de su compañeros se conformaban con el puesto que tenían pero él quiso progresar y subió un escalón más en su trabajo”.
Entre las investigaciones de este estudioso está por ejemplo la existencia de varios cañones que hace años estaban en la playa de San Sebastián y que él recuerda que estaban desgastados de tanto ser utilizados como sillones por la gente.
Sus abuelos le habían dicho que habían servido para combatir a los piratas y él intentó demostrarlo durante varios años, pese a que le faltaba la documentación necesaria. En este como en otros tantos casos, la familia cree que el auténtico mérito es haber colocado las bases para que futuros investigadores puedan desarrollar y comprobar sus teorías.
Aunque muchas veces las historias de las que hablaba tal vez no se basaban en pruebas empíricas, lo cierto es que puede servirle a muchas personas para orientarles”.
De hecho, su hijo recuerda que eran varios los investigadores de fuera de la Isla que se ponían en contacto con él para solicitarle información, especialmente en lo que se refería a la conquista.
Y es que este período fue especialmente fructífero para La Gomera ya que junto con Gran Canaria fueron los primeros lugares en los que se asentaron los conquistadores. “Eran una serie de leyendas y tradiciones orales o de las que en alguna ocasión algún cura había escrito algo o se había transmitido de generación en generación pero de las que apenas había poco más”, indica.
“Era un espíritu inquieto”
Una de las personas más cercanas a esta familia es la vecina de San Sebastián, Rita Alcón Castaño, hoy jubilada pero que en su momento ejerció como auxiliar de farmacia. “Sólo puedo decir que era una persona excelente. Yo siempre pasaba las tardes en su casa con su mujer. Ellos me tenían como si fuera su hija y me contaba muchas cosas de La Gomera. A veces cuando escribía algo me lo daba a mi primero para ver que me parecía”.
Ella estaba encantada por que siempre le ha interesado la historia de La Gomera y por eso también le bombardeaba a preguntas. “Y él siempre me lo explicaba todo con un montón de detalles”, indica.
Recuerda que antes de morir le hizo prometer que iba a cuidar de su esposa cuando él no estuviera. “Él se pasaba todo el día en los archivos, leyendo, escribiendo o consultando el diccionario.
Era sin duda un espíritu inquieto”. También son conocidos los artículos que cada cierto tiempo publicaba en la prensa. La amistad entre las familias es tal que Alcón Castaño recuerda cuando de pequeña fue a su boda o cuando cursó estudios con las hermanas de su esposa. “Éramos como una familia, por las tardes siempre nos contaba historias antiguas de San Sebastián. Era increíble la memoria que tenía”, indica por último esta amiga.
Homenaje emotivo
Dos años después de la muerte de este particular investigador, el Ayuntamiento de San Sebastián quiso reconocer la labor de este hijo de La Villa y le entregó a su familia el Premio a los Méritos Humanos 2018. Allí estuvo su hijo, Lorenzo Suárez, representando a su padre. “Creo que fue un homenaje muy emotivo, justo y merecido porque él siempre lo dio todo por La Gomera, San Sebastián y por la virgen de Guadalupe.
Es una pena que no lo hubiera podido disfrutar en vida. Pero hay que agradecer que ahora conste en acta la importancia de su labor y que estuvieran presentes autoridades militares, del Estado, locales o insulares. Todo esto ha sido un orgullo para la familia”.
Agradece la presencia del presidente del Cabildo, Casimiro Curbelo Curbelo, y que el pleno del Ayuntamiento aprobara por unanimidad la propuesta de otorgarle este reconocimiento. “No hubo ni un sólo no, lo que demuestra que todos lo conocían, valoraban su labor y le respetaban mucho”. Tristemente su esposa no pudo estar presente por motivos de salud.
El homenaje se llevó a cabo el 20 de enero en el Salón de plenos. El alcalde, Adasat Reyes, quiso recordar la deuda que la Isla tiene con este vecino y reconocer los conocimientos que le transmitieron.
“Nos enseñó a ser mejores personas, a ser más humildes, a tener los pies en el suelo, a tener empatía con los demás. Por todo ello valga este reconocimiento del pueblo de San Sebastián a quien sin duda ha sido uno de sus hijos más queridos. Si tuviéramos que ir al diccionario a buscar la definición de humildad seguro que vendría acompañada de una foto de Antonio Víctor”, indicó por último el alcalde.
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