POR PEPE MONTESERIN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Muchos episodios similares al de la magdalena hay en la obra de Proust si estamos dispuestos a leerla completa, pero la magdalena que le estremeció, moldeada en concha de peregrino, fue el más famoso porque los lectores no llegan muchas páginas más allá de la 61, por el Camino de Swann.
Estos carnavales quise degustar in situ una de esas magdalenas para, como Marcel, dejar de sentirme mediocre, contingente y mortal.
Fui a Bilbao en coche, a París en avión, en taxi a La Madeleine, para abrir boca, en metro a la Estación Montparnasse, en tren a Chartres, en otro tren en dirección a Droué para bajarme en Illiers-Combray y caminar hasta el obrador que reconfortó a Proust; llegué a las tres de la tarde del domingo, día 11, y estaba cerrado.
Escribo esto justo una semana después del chasco, tras zamparme un carbayón en Camilo de Blas, y ¿podéis creer que me siento el gallo la quintana? Ahora tengo que contarlo bien.
Fuente: http://www.lne.es/blogs/la-mar-de-oviedo/magdalenas.html
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