POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
El martes 27 de agosto, pocos días después de la mitad del tiempo de apertura de la exposición “Credo”, de Las Edades del Hombre en Arévalo, se ha recibido la redonda y rotunda cifra de cien mil visitantes. Y la casualidad, que así fue por esas cosas del turno, hizo que la persona coincidente con la entrada número 100.000 fuera Mª José Carrasco que con su esposo y sus dos niños habían salido de viaje muy temprano, desde Algeciras, su ciudad de origen, para comenzar sus vacaciones en el norte de España, en Cantabria, no sin antes realizar una parada prevista y premeditada para ver la exposición Credo de la que tanto habían oído hablar, pero que aún no conocían.
De todos los pormenores y anécdotas se ha escrito mucho en la prensa abulense, la de Castilla y León y España, igual que en las emisoras de radio y televisión, como se acostumbra en este tipo de acontecimientos culturales.
Pero, yo quiero quedarme el espacio más intimista, mi convivencia con ellos después del agasajo oficial. Ese tiempo tan agradable que pude compartir con esta familia que aún no salían de su asombro, de la sorpresa que les esperaba en la Casa de los Sexmos al finalizar la cola de la taquilla para adquirir sus entradas y de los regalos que les hizo la Fundación Las Edades.
Y muchas han sido las cosas que han gustado a esta familia gaditana, Mª José Carrasco, su marido Antonio y sus niños Antonio y Alejandro, toda la muestra, “es maravillosa”, también la ciudad y su ambiente cómplice y festivo.
Un refrigerio ya más relajadamente nos acercó como personas, a esos niños tan dicharacheros e inquietos, aunque Alejandro quedó dormido y rendido… y Antonio, que me quería llevar con él a ver los animales que tenía planeado ver, idealizados, en el Parque de Cabárceno de Cantabria.
Antonio padre, un ingeniero que por su trabajo tiene que cambiar temporalmente de domicilio, pero que siempre vuelve a su Algeciras, la ciudad de sus raíces, un padrazo –como decimos por aquí− que se jacta cuando su pequeño Alejandro le pide “un beso de barba…” de cosquillas, y Mª José, que dejó temporalmente su trabajo “para criar a mis niños…” como dice en tono enternecedor, con la grandeza de una madre.
Mª José me manifestó estar enamorada del personaje histórico de Isabel, desde siempre, pero más aún desde que la serie de TVE se ha encargado de popularizar de nuevo. Y por eso, tras comer el tradicional “Tostón de Arévalo” en un establecimiento de la ciudad, y visitaron el castillo, como les quedaba algo de tiempo, se acercaron a Madrigal de las Altas Torres donde visitaron el Convento de Nuestra Señora de Gracia, casa natal de Isabel y la iglesia parroquial de San Nicolás, con la pila bautismal, que era una ilusión de Mª José, manifestando que les gustó mucho. Ya cansados por el madrugón y el día que resultó ser tan intenso, se dirigieron de regreso a Ávila, donde estaban alojados, no sin antes despedirse de este Cronista y prometer que volverán… Una cifra muy redonda y propicia para hacer amigos. Mª José, Antonio, Antonio y Alejandro… hasta siempre, el Cronista de Arévalo os espera de nuevo…