POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
La Editorial Magisterio Español, S. A., en su colección Novelas y Cuentos, publicaba en 1973, con el título «La veintena», otras tantas narraciones breves de Marta Portal, crítica, periodista, escritora y profesora nacida en Nava en 1930.
Ya nos previene Miguel Dolç, en la presentación de la obra, de que Marta «se ha decidido a dejar vivir por su cuenta, confiados a sus propios medios, estos retazos de melancolía, pasión, ironía, meditación o revuelta».
Y es precisamente a uno de esos relatos, el que aparece en el libro en séptimo lugar, titulado «Fredes», al que ahora queremos referirnos. La mujer con ese nombre no era otra que la que cuidaba a la niña que era entonces nuestra escritora, la cual aprovechó este relato para recordar, a modo de Proust, y con su característica finura poética, algunas pinceladas y sensaciones, de las que hemos espigado algunos ejemplos.
«Fredes me despertaba por las mañanas. Era ella quien me acostaba al anochecer. Por las mañanas, asomada al pozal de mi sueño con amorosa complacencia, sin provocar sobresaltos, alcanzándome en tironcitos intermitentes, dejándome acabar mi sueño en trasvoladas de segundos, queriendo escurrirme yo hacia abajo, hacia la blandura tibia y hormigueante del «sinsentido», y devolviéndome ella, con sus manos en el embozo o en mi frente, a la luz, al día, a los juegos. Me tomaba de la mano y me llevaba a la cocina. Me daba el desayuno. Cortaba las galletas «maría» en cuatro, ponía un pedacito en la cucharilla, lo humedecía al filo del chocolate para reblandecerlo, y me lo ofrecía, con mirada apetitosa, ¡qué bueno!».
Se nos ocurre pensar que Castañera era el Combray de Marta y las galletas «maría» su «magdalena», y que, a veces, como le pasaba a Marcel, no iba a la cama de buena gana.
«A la noche, tenía menos paciencia, mayor era la fatiga, menos contemplaciones gastaba. Yo retozaba, me destapaba, saltaba de la cama en cuanto ella había apagado la luz, y me escabullía al cuarto de mi hermano. Ella volvía a recogerme, me encarrilaba a mi dormir de nuevo, llevándome de la mano, tirando fuerte de mi brazo indómito, con aspereza en la voz y en los regaños, hasta que volvía a tenerme encamada, vencida, embozada hasta los ojos…».
Y así se extendía luego Marta en la morosa descripción del baño, de los paseos por la villa y su entorno (calle de La Vega, Villabona) y de otras vivencias, envueltas en la bruma poética del recuerdo de la niña de 5 o 6 años que entonces era, y siempre con la cálida presencia de un ángel guardián que velaba por ella; Fredes. (Sabemos que, hace algunos años, aprovechando su estancia en Nava, acudió Marta a visitarla a su domicilio, como confirmándole, después de tanto tiempo, su cariño y gratitud).
Fredesvinda Pruneda Faya falleció en Llames Alto, Nava, el pasado 9 de febrero de 2014, a los 99 años, y su nombre estará para siempre ligado a ese relato, el mejor homenaje de aquella niña a la que ella supo cuidar y atender con amor. Que descanse en paz.
Fuente: http://www.lne.es/