POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA (ALICANTE)
Al llegar el 21 de junio, y después de superada la festividad de San Juan Bautista se podría decir que el verano oficial se había asentado en nuestras vidas.
Ahora, con eso de la doble residencia se disfruta todo el año del paisaje marítimo de las Playas de Orihuela, Torrevieja y La Mata, y Torre de la Horadada.
Sin embargo, en mi niñez, el verano, o mejor dicho el veraneo, tenía para los oriolanos una fecha de inicio: el día después de “El Pájaro”.
Era el momento de consumir el primer helado, a base de “chambis”, horchata, limón y “agua de sebá” de “Los Manolés”, o los polos, variados y coyotes de aquellos que arribaban desde Jijona, y que Ismael, en un carroaccionado por una bicicleta nos surtía en los recreos en las últimas fechas del curso por debajo de la puerta del patio del Colegio Santo Domingo, y que a veces nos daba de fiado.