POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
En la época en que nos ha tocado vivir, tiene un valor preponderante la comunicación entre las personas; diría que es imprescindible. Sin embargo, estoy convencido de que en las tertulias, somos tan reiterativos que al quedarnos sin argumentos las llenamos de palabras huecas: vacías de contenido y, por consiguiente, no nos dicen nada nuevo.
Por tal motivo, desde el privilegio de mi atalaya personal, en donde disfruto de serenidad y mesura, saco la conclusión de que es conveniente dedicar un tiempo a reflexionar sobre todo cuanto hemos escuchado de los demás. Por tal motivo, cuando las palabras han cumplido su cometido; al haber trasmitido el mensaje deseado, «debemos dar la vez al silencio».
En la lectura de la Biblia, está escrito que «el amor que profesamos al Creador, se manifiesta en las atenciones que tengamos con nuestros semejantes (Galatas 5/14) y, para ello se requiere permanecer en silencio y escuchar sus demandas y sus consejos”.
No tengamos prisa por llegar con antelación y detengámonos a escuchar y, sobre todo, meditar sobre lo que se ha dialogado y, para tal menester, debemos guardar el más escrupuloso silencio y olvidar nuestras palabras.
De esa manera quedaremos libres de ataduras; sin quejas y sin estorbos: como si hubiéramos desaparecido. Sin poderes, sin honores y sin privilegios porque «Le toca el turno al silencio».