“Fernando de Leyba (1734-1780). Fernando de Leyba, Capitán de Infantería, fue uno del centenar de Oficiales españoles que sirvieron en la Luisiana española durante los cuarenta años que la provincia estuvo bajo el dominio de los Reyes Carlos III y IV (1764-1803).
El mandato de Leyba en San Luis de Ilioneses como Teniente Gobernador en tiempos de la Guerra de la Revolución Americana, le brindó la oportunidad de mostrar su gran mérito en el Servicio Real y su apoyo a la causa americana cuyo éxito tuvo como resultado la independencia de las Trece Colonias británicas.
Nacido en el enclave español y Plaza militar de Ceuta el 24 de julio de 1734, Fernando fue el quinto de siete hijos nacidos a Dª Josepha Vizcaygaña, ceutí e hija de notario, y el Capitán de Infantería D. Gerónimo de Leyba y Córdova, descendiente de los Leyba y Córdova de Antequera cuyas raíces y larga tradición militar se remontan a la reconquista de aquella ciudad.
Durante siglos y por su condición de hijosdalgo notorios, los Leyba y Córdova sirvieron a sus monarcas en el campo de batalla, siendo una carrera militar en el Ejército de Carlos III el destino de muchos descendientes de esta familia.
Fernando dejó Ceuta siendo muy joven por traslado de su padre al Norte de España. Su juventud la pasaría en Cataluña donde a los dieciséis años ingresó de Cadete en el Regimiento España. Con 28 años y siendo Subteniente con el Regimiento de Aragón, participó en la defensa de la Habana contra el asedio inglés de 1762 en cuya acción fue tomado prisionero de guerra cuando el Castillo del Morro que defendía cayó ante las Armas Inglesas.
A su vuelta a España, Leyba fue promovido a Teniente y cuatro años y medio después a Capitán, recibiendo en esta ocasión el mando de una Compañía en el nuevo Batallón Fijo de la Luisiana destinado a guarnecer la Plaza de Nueva Orleans. Once años más tarde sería ascendido a Teniente Coronel graduado, aunque de ello nunca se enteraría por fallecer antes de llegarle la noticia.
Leyba llegó a la provincia de la Luisiana en agosto de 1769 con la Expedición O’Reilly que el Rey ordenó para retomar posesión de la colonia después de la expulsión del Gobernador Antonio de Ulloa el año anterior.
Fue asignado el mando en Nueva Orleans de la Tercera Compañía de fusileros. A lo largo de su carrera también mandaría en puestos fronterizos: el Puesto de Arkansas (1771-1774) y el de San Luis de Ilioneses (1778-1780).
El mando en Arkansas, 250 leguas (800 km) al Norte de la capital, sirvió de formación para el Oficial que desconocía por completo la vida y modos de la frontera norteamericana. A su llegada halló un fuerte en lamentables condiciones con su estacada y cuartel a falta de reparaciones, las tropas sin pagar y a punto de rebelión y una inexplicable falta de harina y por tanto carencia de pan.
Una vez resueltos estos problemas, se centró en fomentar el bienestar general de los habitantes, en controlar el comercio y la venta de alcohol en el puesto, y en mantener las buenas relaciones con sus caprichosos vecinos, los indios Quapaw.
También traía orden de su Gobernador de entablar la paz con los indios Osage, nación dada a la guerra y que sin piedad robaba a los cazadores en los ríos. Con el más eficaz uso posible de sus pocos recursos y con mucha paciencia, llegó a gobernar el puesto a satisfacción de sus superiores.
Su mala salud sin embargo, le obligó a dejar el mando después de solo tres años con lo que volvió en la primavera de 1774 al mando de su Compañía en Nueva Orleans.
Una vez restaurada su salud y motivado para adelantar en su carrera militar recibió de su nuevo Gobernador en la Luisiana y Coronel de Batallón, D. Bernardo de Gálvez, el mando en San Luis donde serviría de Teniente Gobernador del Partido Occidental del Ilioneses, territorio que se extendía desde la desembocadura del río Ohio hasta Canadá y desde orillas del río Mississippi hasta las montañas Rocosas, siendo dicho río la frontera natural que lo separaba de los dominios de Su Majestad Británica.
Esta parte española del Ilioneses comprendía lo que son hoy día los estados de Missouri, Iowa, Minnesota, Kansas, Nebraska y los Dakotas Norte y Sur. Para su nuevo destino salió de la capital con su familia (esposa y dos hijas pequeñas) en un viaje de 93 días que les llevaría 500 leguas (1.600 km) por el río al joven y próspero asentamiento de San Luis.
Fue con entusiasmo y determinación que Leyba tomó el mando en su nuevo puesto, encargándose de fomentar el cultivo, regular el comercio y atender las necesidades de las naciones indias que con frecuencia acudían al puesto. En correspondencia con su Gobernador propuso numerosos planes que favorecerían la economía y control del territorio.
Durante su gobierno en Ilioneses consiguió dos importantes mejoras: hizo cortar un camino de 100 km desde San Luis al pueblo vecino de Sta. Genoveva y creó un cuerpo de milicias a caballo que llegaría a serle de gran utilidad en un futuro próximo.
El momento histórico en que le tocó a Leyba gobernar en San Luis, a mediados de la guerra de la Revolución Americana, hizo posible un servicio singular pues su llegada a Ilioneses coincidió con la del Coronel americano George Rogers Clark que vino al frente de una milicia de “rebeldes” de Virginia para conquistar los puestos británicos del Illinois Country. Con las victorias de Clark, las fuerzas americanas extendieron su zona de operaciones hasta la frontera con España, el río Mississippi.
Aunque de momento España mantenía su neutralidad en la guerra, tenía interés en ver derrotado a su inveterado enemigo y apoyó de forma secreta a los colonos americanos con provisiones, municiones y dinero.
Fue con esta intención que Leyba llevó consigo y bajo bandera con las Armas Reales de su Monarca, una embarcación cargada de provisiones para entregar a los americanos a fin de que estos luego las trasladasen por el río Ohio hasta Pennsylvania.
También llevaba instrucciones particulares de su Gobernador que incluía dos disposiciones de especial cuidado y confidencialidad: indagar sobre el progreso de la Revolución y hacerle llegar toda carta que llegase de líderes americanos. Así fue que junto con Clark, Leyba se convirtió en línea de comunicación interior, o liaison, entre Nueva Orleans y Virginia.
Con lo que comenzó por hacer eco del mismo sentimiento que su gobierno extendía hacia el gobierno americano de ayudar a las colonias en lo que podía, Leyba entabló una íntima amistad con Clark informándose así de las últimas noticias sobre la guerra.
También intercambiaban pliegues y correos destinados a sus respectivos gobernadores, documentos de importancia que no se podían confiar por mar. Fue una empresa de considerable peligro, particularmente para los expresos empleados para este fin y que con frecuencia caían en emboscadas indias.
El servicio en la frontera americana en tiempos de guerra estaba repleto de dificultades y exigía sacrificio. Pues aun cuando España no participaba oficialmente en la Guerra de Independencia americana, los ingleses sabían de su fraudulenta neutralidad y cualquier amenaza que podían sufrir los americanos, bien sabía Leyba que podía dirigirse hacia él.
Leyba se mostraba neutro en la protección de desertores tanto ingleses como americanos, pero la ayuda que prestó a los hombres de Clark, al buscar la manera de proveerles cuando la falta de provisiones en general y la devaluación de su moneda hizo imposible que consiguiesen hasta lo más esencial para su subsistencia, no solo le pondría en evidencia ante los ingleses, sino que le buscó a Leyba la ruina personal.
La entrada de España como aliado de Francia en la guerra en junio 1779 fue la excusa que bastó a los ingleses para retomar no sólo los puestos que perdieron a Clark sino todo el valle del río Mississippi.
Atacando desde el Norte, su primera conquista sería a los pueblos de San Luis y Cahokia (asentamiento americano al otro lado del río) y su meta final sería la Plaza de Nueva Orleans.
Es por la defensa del pueblo bajo su mando, que Fernando de Leyba es recordado. Y dadas las circunstancias del momento no es para menos pues nunca fue informado por sus superiores de la declaración de guerra contra Gran Bretaña ni del Decreto Real que mandaba hostigar a los súbditos ingleses.
Fiándose únicamente de rumores que le llegaban de viajeros y de los americanos en la otra orilla, concibió un plan para la defensa del pueblo. Trajo de un fuerte en ruinas cinco cañones que colocaría en cuatro torres que proponía construir en cada punto cardinal del pueblo.
A pesar de haber convencido a los habitantes de volcar en el proyecto 600 pesos en ahorros y mano de obra y de haber suplido él mismo 400 pesos de su propio bolsillo, los fondos fueron insuficientes. Pudo construirse solo una torre de piedra que Leyba hizo levantar en terreno alto al oeste de la ciudad, la bautizó con el nombre de su Rey y mandó colocar en ella los cinco cañones. Después, hizo construir dos trincheras para rodear con defensas el pueblo desde la torre, por el Norte y por el Sur, hasta el río. Mantuvo desde ese momento una guardia constante.
Cuando supo sin duda que un Ejército liderado por ingleses y formado por 900 indios y 300 canadienses venía en camino y se encontraba a 120 leguas (unos 480 km), aumentó su número de efectivos. Ordenó subir del pueblo de Sta. Genoveva los pocos soldados allí destacados con sesenta milicianos, y mandó venir de los bosques a los cazadores, con lo que aumentó su número a trescientos.
Se reunió con el oficial americano de Cahokia en la otra orilla para organizar una salida para encontrar al enemigo, acción que nunca llegó a efectuarse. Ya sabiendo que el enemigo estaba en las proximidades, mandó salir a reconocer la zona a dos partidas, una adelantada para dar la alarma y otra más próxima que pudiese volver a tiempo para defender el pueblo.
Gracias a las medidas tomadas por Leyba, el enemigo se halló con lo que no cabía esperar, pues ahora a San Luis lo defendía una fortaleza preparada con torre de piedra, cerramiento, cañones y una fuerza humana diez veces mayor de lo que había antes (y todo con un mínimo gasto al Real Erario). Fue hacia la una del mediodía del 26 de mayo, cuando el enemigo cayó sobre el pueblo de San Luis.
La resistencia desde las trincheras y los cañonazos desde la torre sorprendieron el Ejército atacante que abandonando su intención, soltó su furia en los campos de alrededor. Cinco horas de confusión y destrucción acabó con la vida de 50 bueyes y caballos y 21 personas. Siete resultaron heridos y en su retirada hacia el Norte desde donde habían venido, los asaltantes tomaron hasta 70 prisioneros.
En todo este tiempo, Leyba no pudo desembarazarse de la enfermedad que le aquejaba desde hacía meses y mientras observaba el asalto desde la torre (lugar a dónde le habían llevado sus hombres en silla de manos para dirigir la artillería) empeoraba gravemente en su enfermedad.
Pero el Capitán había prometido al Gobernador que ningún enemigo tomaría el fuerte sin pagarlo caro y se mantuvo firme para defenderlo. El día 8 de junio Leyba dictó su informe sobre el ataque de San Luis. Veinte días después, en la madrugada del 28 de junio de 1780, le sobrevino la muerte. Meses después, la defensa de San Luis fue declarada como un éxito en España con su publicación en la Gaceta de Madrid del día 16 de febrero de 1781.
También publicaron el ascenso póstumo de Leyba a Teniente Coronel en premio de sus logros y por su servicio en general y en particular por su vigorosa defensa de San Luis.
Lo cierto es que la victoria española en San Luis significó mucho más que la defensa de estos pueblos y sus gentes. Al bloquear el avance del enemigo por el valle del Mississippi, se mantuvieron a salvo los dominios de España en Norteamérica a la vez que se frustró el intento de los ingleses de crear un nuevo frente que los americanos no hubiesen podido defender.
Cuanto menos, tuvo consecuencias importantes para el posterior reparto de los territorios pues, como señala el historiador James Neal Primm, a pesar de su derrota final en Virginia, hubiesen tenido [los ingleses] un fuerte reclamo al territorio del Illinois en la conferencia de paz de 1783; y la frontera occidental de los Estados Unidos bien podía haber sido los Apalaches en vez del río Mississippi”.Por Kristine L. Sjostrom.
La recién creada Asociación Cultural sin ánimo de lucro ‘Fernando de Leyba’ ha querido como primer acto de la misma, conmemorar el día del nacimiento del Capitán Fernando de Leyba en recuerdo de este ilustre paisano. La Asociación tiene entre sus fines la promoción cultural y del Patrimonio Ceutí y mantiene como un primer proyecto el de erigir en la Ciudad de Ceuta un monumento a tan ilustre hijo de ella. Por ello espera contar con el apoyo de las instituciones en Ceuta y el de los propios ceutís.
Por otra parte la Asociación espera siempre también contar con el apoyo y la colaboración de la NSDAR-España, ya que entre sus objetivos están el de honrar a los españoles que participaron en la guerra de la Independencia de los Estados Unidos de América, encontrar sus descendientes y mantener la conexión que entre ambas naciones se estableció desde el siglo XVIII. “El papel decisivo de España en el nacimiento de los Estados Unidos no ha sido reconocido suficientemente hasta la fecha y es un objetivo primordial de NSDAR”, señala Kristine.
Tendría que ser un orgullo para los ceutís y para los españoles, el que en la ciudad de San Luis del estado de Misuri en los Estados Unidos de América, se dedica una placa a Fernando de Leyba, conmemorativa de su hazaña en 1780. A ese héroe desconocido y en todo caso olvidado, la Asociación Cultural ‘Fernando de Leyba’ intentará mantener vivo su recuerdo. Asociación Cultural «Fernando de Leyba»
Fuente: https://elfarodeceuta.es/heroe-ceuti-fernando-de-leyba/