SEGÚN ANTONIO BOTIAS, PERIODISTA Y CRONISTA OFICIAL DE MURCIA, ALGUNAS DE LAS ESTRUCTURAS DE LA ZONA, QUE ESTOS DÍAS VUELVE A SER EXCAVADA, NECESITAN SER PROTEGIDAS CON URGENCIA
Una de las almazaras descubiertas más grandes de la Península, el espléndido conjunto termal, la necrópolis y un aljibe también único en España, una enorme bodega y una improvisada basílica, con sus mosaicos geométricos, entre otras diferentes estancias. Sin olvidar las cuatro ‘extrañas’ cubetas. Todos estos hallazgos, más aquellos que aún aguardan bajo tierra a que los arqueólogos les hinquen la paleta, conforman el espléndido yacimiento romano de Los Villaricos, en Mula.
Las excavaciones encaran estos días una nueva campaña que, como cada año, no termina de sorprender al equipo que dirige el catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Murcia, Rafael González, quien también está al frente del Centro de Estudios del Próximo Oriente y la Antigüedad Tardía (Cepoat). Junto a él se encuentran los arqueólogos Francisco Fernández Matallana, José Antonio Zapata y José Javier Martínez; la antropóloga María Haber; y el médico paleopatólogo, Pepe Alonso.
Las excavaciones han permitido estudiar 14 tumbas, ocupadas por 18 personas. Estos enterramientos se realizaron tras el abandono de la villa y la transformación de su estancia más grande en una basílica. Del primer examen de los restos, datados entre finales del siglo V al VII, es posible concluir que aquellos remotos murcianos estaban bien alimentados -sus calaveras atesoran buenas dentaduras-, aunque algunos padecían reúma y artrosis, como destaca el doctor Alonso, enfermedad aún hoy endémica de la zona.
La existencia de individuos mayores, e incluso otros con una evidente discapacidad, pero igual de bien alimentados, es signo de la ayuda que recibieron en vida por parte de sus allegados.
Este yacimiento, como aclara el profesor González, está formado por una zona residencial unida a las termas y a la necrópolis, que ocupó el antiguo patio de la villa; y una zona de trabajo, donde quedan restos de la almazara y la bodega. Sus dimensiones evidencian que no solo servían para abastecer a los propietarios.
De hecho, desde el yacimiento se divisa el lugar que ocupó la ciudad del Cerro de la Almagra. Sin contar las buenas comunicaciones con el resto del imperio. ¿Fue industrial la producción? Solo la bodega tiene más de 500 metros cuadrados. Y alguno de los depósitos hallados en el torcularium o la almazara, otro enorme edificio de 800 metros, contuvo en su día hasta 1.500 litros de aceite. Seis prensas, los restos de dos molinos y otras dependencias completan esta zona que, a diferencia de las termas, cubierta por dos pérgolas, permanece a la intemperie. De hecho, los restos comienzan a verse afectados y urge que la Dirección General de Cultura articule algún sistema efectivo de protección.
Entretanto, los arqueólogos prosiguen su trabajo. En la llamada zona de piletas escudriñan el uso de cuatro tanques recubiertos con mortero y considerados depósitos. Hasta ahora se creía que formaban parte de la bodega o la almazara, aunque la teoría está en revisión.
En el lugar se han encontrado restos de vasos perforados o queseras, relacionadas con la elaboración de productos lácteos, pero también metalúrgicos. Otra de las incógnitas aún por desvelar en este interesante yacimiento muleño.
Fuente: https://www.laverdad.es/murcia/otros-municipios/salud-hierro-romano-20180727004437-ntvo.html