POR PEPE MONTESERIN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Del viaje que un tal Richard Ford hizo por Asturias, en 1845, y dio cuenta en “A Handbook for Travellers in Spain” (Trea editó una parte del volumen II), me enteré de una de tantas etimologías acerca del nombre de Oviedo.
En este caso no se trata de Urbs Vetus (ciudad vieja), ni del Orvietto de Italia; ni Ovis-etum (lugar abundante en ovejas, según Floriano Cumbreño y Recio García)), ni Ubi Edo (“donde como”, según algunos fartones), ni el vascuence Obieta (sitio de cañadas, según Sánchez Calvo y otros), ni Oba (pastizal), ni Iovetano (plomo negro, según Plinio, o Júpiter, según Escobar García), ni Albetum (blanquecino, peña blanca, a la que alude Manzanares), ni Oppidum (lugar fortificado), sino que Oviedo procede, según él, de Ove (actual Eo) y Diva (actual Deva), ríos sobre los cuales, asegura el londinense, Pelayo venció a los moros. ¿Quién da más?