A AGUA PASADA
Oct 04 2014

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Balneario Vista Alegre, en el lugar que hoy ocupa el Club Náutico. / Foto A. Darblade
Balneario Vista Alegre, en el lugar que hoy ocupa el Club Náutico. / Foto A. Darblade
Balneario de ‘El Carmen’ en la playa del Acequión. / Foto A. Darblade
Balneario de ‘El Carmen’ en la playa del Acequión. / Foto A. Darblade
Los balnearios del paseo de Vista Alegre vistos desde el mar. / Foto A. Darblade
Los balnearios del paseo de Vista Alegre vistos desde el mar. / Foto A. Darblade

Después de una gran sequía de casi un año al fin ha llegado el agua caída del cielo y es hora de valorar y hacer balance de algunos contratiempos que ese líquido elemento ha llegado a producir… pero en el nuestras costas. Siempre, al final del verano la Cruz Roja hace público el estadillo de las intervenciones que ha realizado a lo largo del verano en nuestras playas -por suerte este verano no hay que lamentar ningún ahogado- pero a “agua pasada” y ya entrados en otoño y después de haber recibido el agua del día de San Miguel, la ‘San Miguelá’, hacemos historia de lo ocurrido en otra época en nuestro litoral torrevejense.

Siempre que llega el verano es importante valorar los riesgos a los que nos podemos exponer justo en la época en que se tiene un contacto más frecuente con el agua de mar, los baños y la navegación.

Muchos habréis conocido la sensación de ahogo al no poder respirar en el líquido elemento, consiguiendo por suerte salvar la vida. Muchísimos son los casos que podríamos relatar a lo largo de la historia de nuestras playas, muchas de ellas con final feliz. Suerte tuvieron, en la mañana del 20 de julio de 1863, los niños Ramón Quijano, de 6 años, y Manuel Sánchez, de 9, que cayeron al agitado mar desde el muelle cargadero de la Eras de la Sal. Estando a punto de perecer ahogados, cuando apareció Juan Torregrosa, dependiente del resguardo especial de sales que, sin tener tiempo de desabotonarse el uniforme, se arrojó al agua logrando, no sin trabajo, por la dificultad para nadar que le oponían las ropas, sacar sanos y salvos a los niños, entre los aplausos y las bendiciones de todo el pueblo.

Hecho destacado fue un accidente, ocurrido en agosto de 1882, del que se libró la señorita Martínez León y Rebagliato en la bahía de Torrevieja. Las familias de Coig, Gómez Díaz, Megías y Molina, junto con las señoritas Anita Balaguer y Concepción Franco, fueron a visitar la corbeta rusa “Ruwih” y a su capitán Oscar Heine. Se embarcaron en un bote que tripulaba entre otros Lorenzo Pareja. Ya en el costado del barco, empezaron a subir los invitados y al hacerlo la señorita Martínez León se partió la escala, sepultándola en las olas, entre las que hubiera perecido de no lanzarse Pareja, consiguiendo salvarla de una muerte cierta, así como al señor Onteniente Galindo, que con la señorita también había caído. Alejo Molina y su señora se libraron milagrosamente, pues habían subido antes de la rotura de la escala.

El 30 de julio de 1890, volvió a ocurrir otro accidente. Dos señoritas se salieron más a la mar de lo que la prudencia aconsejaba, encontrándose cuando fueron a volver que los les era posible, pero varias amigas y familiares que estaban más a la orilla y que se apercibieron del apuro en que se encontraban, se precipitaron en su ayuda, aumentando el compromiso, puesto que se vieron en la misma crítica situación que las que trataban de auxiliar. Algunos jóvenes de la localidad que se encontraban bañándose les socorrieron a todas, consiguiendo que quedara en un regular susto lo que pudo haber sido una lamentable desgracia.

Durante las regatas celebradas en agosto de 1900, el niño torrevejense Pepito Rodríguez, de cinco años de edad, tuvo la desgracia de caer al mar desde la punta del muelle Mínguez, lugar de mucho calado. En principio se creyó que estaba bañándose, pero el verle vestido y luchando con las aguas de un modo angustioso la gente llena de terror exclamó: ¡que se ahoga! Al ver esto el fabricante de harinas murciano, Enrique Miñano, se arrojó precipitadamente al mar, vestido como estaba; se apoderó del niño, no sin gran esfuerzo, pues la chaqueta le impedía nadar; y cogiéndole de un brazo, le sacó a flote, dando tiempo a que un barco próximo le arrojara un cabo.

El agosto de 1913, en el balneario de La Unión que había en la playa de Torrevieja, se hallaba tomando el baño la niña Luisana Cebrián García, acompañada de su criada Teresa Mompeán Nortes; sin darse cuenta entraron mar adentro llegando a una hondonada donde no pudieron hacer pie. El ver que los cuerpos bajaban al fondo y volvían a subir llamó la atención a más de uno de los bañistas que empezaron a dar las voces de auxilio. Entonces Francisco Hernández Ares, concejal del Ayuntamiento de Murcia, se desposeyó de sus ropas arrojándose al agua. Después de grandes esfuerzos pudo conseguir llegar al lugar donde iban a perecer las dos muchachas, pudiendo salvarlas.

En agosto de 1928, bañándose el comandante Pascual Esplán con sus hijos, uno de ellos dejo de “hacer pie” y al tratar de salvarlo el padre estuvo a punto de perecer, teniendo que ser salvado éste por unos marineros. Ese mismo mes, el niño Diego Hernández Ruiz, de once años, hijo de ex alcalde de Murcia Diego Hernández Illán, salvó a la criada Dolores Plánez García, de cuarenta y dos años, que al desembarcar de resbaló con tan mala fortuna que se sumergió en las aguas. Arrojándose con prontitud el niño que consiguió librarla de una muerte segura.

El 9 de agosto de 1933 por la mañana, cuando se bañaba el joven torrevejense Armando Rodríguez Sánchez, de diecisiete años, sufrió una indisposición. Sacado a la tierra en grave estado fueron inútiles los socorros médicos, falleciendo al día siguiente.

Hay quien se ahoga con las palabras que nunca dijo.

Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 4 de octubre de 2014

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