POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)

La villa torera de Cuéllar (Segovia) merece una visita del viajero curioso y ocioso en cualquier ocasión y estación, pero muy especialmente de ahora a septiembre, por la Exposición de las Edades del Hombre que allí se celebra este 2017 bajo el eslogan “Reconciliare”. Arte sobre arte es lo que nos ofrece Cuéllar.

Diría popularmente que “me la tengo andada” y, sin embargo, resulta tan sugerente que uno no acaba de conocerla en su integridad. Por eso vuelvo siempre a ella. Para empaparme de Historia y de Geografía calcárea y huertana. Para regodearme con su mudéjar de ladrillo y su románico medieval. Para subirme a la muralla y adentrarme en el castillo de los Alburquerque. Para recorrer sus tiendas y comercios. Para pasear por San Francisco y dar la vuelta a la redonda a la Plaza Mayor. Para ver los toros… desde la barrera y al sol o la sombra. Para alzar la bota, el porrón o el jarro en sus bodegas. Para recordar al romántico Espronceda, allí desterrado un verano por el felón Fernando VII, y para recordar también a Alfonsa de la Torre y a su inseparable compañera Juana García Noreña, a la que tanto quería y con la que tanto compartía además de los versos.

Esta vez me acercaré a “La Charca”, la finca de su casa, desde la que oteaba, según escribió, “los cerros platas y torres rosas, torres en esbelta huida, con transparencia de flores”. Allí leeré sus poemas en voz alta (“Epitalamio a Fabiola”, “Oratorio de San Bernardino” y “Oda a la reina de Irán”) a fin de que me oigan los pájaros, la laguna, los pinos y alguna que otra alondra que, sin duda, saldrá volando como entonces.