POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Durante los últimos 20 años del siglo XIX era muy frecuente en nuestra localidad como en el resto de España la venta ambulante y, llegado el mes de junio, alrededor de las fiestas de San Juan (24 de junio) se incrementaba, venían al pueblo los arrieros, y trajinantes cargados con las exquisitas brevas que producían las higueras de los tollos en las estribaciones de la sierra de Verdelena.
En sus anganillas, colocaban cuatro cajas de brevas, separadas en filas por hojas verdes de higuera con el fin de que no se deteriorasen.
A los sones de “a las ricas brevas de los tollos” aparecían personajes como el tío Molina (el manco) y el tío Rafael Hernández (el de la Juana Antonia). El éxito que tenían las brevas de nuestro pueblo, era tal, que en poco tiempo se quedaban sin mercancía. Dichos vendedores surtían los dos colmados (tiendas) más importantes que habían: la del El tío Pedro Puche, padre y la de de Blas Carrillo Benavente.
Como la duración de la cosecha de brevas era corta (unos quince días) y se las quitaban de las manos, como vulgarmente se decía, solían ponerles unos precios qué, a los consumidores, les pareció abusivo; por lo que tuvieron que intervenir los miembros de la corporación municipal para regular las ventas a unos precios razonables y, para ello, nombraron a Teófilo Moreno Torres para controlar a los vendedores ambulantes, y así obligar a los dueños de los colmados a que pusieran unas tablillas informativas indicando el precio de venta de dichas brevas.
Como es lógico, los cosechadores se quejaron, alegando que todos los años no tenían buena cosecha y que, en esos casos, no ganaban lo suficiente para sacar los costes y conseguir un jornal decente.
Alcaldes de aquella época, desde Joaquín Miñano Pay, pasando por Felipe Carrillo Garrido, Francisco Tomás Rodríguez, Francisco Martínez, Ángel Hernández, Joaquín Sánchez Valiente, Damián Abellán Miñano y Antonio Tomás Sandoval; revisaban, anualmente, el precio de las brevas, teniendo en cuenta la cosecha y los gastos, con la finalidad de que fuera rentable para los agricultores y comerciantes y no fuera oneroso para los consumidores.
Estas famosas y consumidas brevas uleanas son la primera cosecha de las higueras y tienen un tamaño mayor que los higos y de una coloración amoratada con estrías blancas. Por coincidir con las fechas de San Juan, se les llama, en la huerta murciana, “higos sanjuaneros”. Las brevas; ese fruto tan deseado dio lugar al eslogan “no te caerá esa breva”.
La tía Dorotea, madre de Rafael Hernández era una experta en la fabricación del célebre pan de higo, que se vendía por encargo y en los colmados. Con posterioridad fue exportado allende las fronteras de nuestro municipio.
Ya hay constancia del precio de las brevas en el año 1879 en que la libra de brevas se vendía a cuatro cuartos, debido a dicho control de precios, los dueños de los colmados se vieron obligados a bajar el precio que habían establecido a nivel unilateral.