POR ALFONSO ROVIRA, CRONISTA OFICIAL DE ALZIRA (VALENCIA)
Matías Grau Aragó reconstruyó la banda Municipal de Alzira, estando una década al frente de la misma, falleciendo mientras dirigía un pasodoble.
La Banda Municipal de Alzira, que hasta 1944 había dirigido el gallego Carlos Cosme Bergantiños, quedó “huérfana” por el traslado del “mestre” a Alicante y, al deshacerse, los uniformes que vestían los músicos fueron destinados a agentes de la Policía Municipal.
Un año más tarde, a raíz de un concurso oposición a directores de banda, en el que participaron 18 maestros, obtuvo la plaza Matías Grau Aragó, tomando posesión el 31 de octubre de 1945. El nuevo director sólo contaba con la colaboración de unos músicos procedentes de la anterior banda, como fueron Sendra, Yudici, Simó -padre-, los hermanos Peris e Higinio León, entre otros, por lo que hubo que poner en marcha una escuela de educandos con jóvenes que tuvieran ilusión e interés por la música. Así, la banda, que tenía carácter municipal, se convirtió en una agrupación acogida al Frente de Juventudes, realizando los ensayos en el último piso de la delegación del “Carrer dels Negres”, hoy sede de la UGT.
El “mestre” Grau, antes de llegar a nuestra ciudad, había dirigido las bandas de Algemesí y Nules. Poco después de organizar la nueva banda, los alcireños la “bautizaron” con el cariñoso nombre de “Don Matías y sus Muchachos”, por la juventud que imperaba en la formación, que vestía el uniforme del Frente de Juventudes, pantalón y camisa azul.
Grau había nacido en Cullera en 1890, cursando estudios en el Conservatorio Superior de Música de Valencia; violín, armonía contrapunto y fuga y composición. Formó parte de la Orquesta Sinfónica Municipal de Valencia, donde interpretaba la viola.
Los comienzos de la banda del Frente de Juventudes fueron duros; había que partir de cero; enseñar solfeo a los alumnos y, tras su formación, la entrega de instrumentos. Entre ellos, a los hermano Roca, Arturo y Paco; Gregorio Canet, los hermanos Pons, Ricardo y Paco; José Pellicer, Antonio Argente, Joaquín Mascarell, José Ramírez, Miguel Simó, los hermanos Celdrán; Bernardo y Pedro Pérez, Montoya y los hermanos Belda, Rafael y Vicente; Bernardo Sansaloni, Emilio Calalayud, Enrique Castillo, Bernardo Roig, Juan Marimón, Joaquín Sanchis Canals…
El “mestre” Grau fue un padre para sus alumnos. Al terminar los ensayos les acompañaba a sus domicilios, hablándoles de música, como continuación de la clase. En 1946, con motivo de la festividad de Santa Cecilia, patrona de la música, abrió una libreta de ahorro a cada alumno de la banda, en la entonces Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia, ingresándoles de su bolsillo particular, dos pesetas, que para un niño en la época era una cantidad importante.
Aparte de los acompañamientos musicales en procesiones, amenizaban los festivales y corridas de toros que se realizaban en ruedos portátiles que se instalaron en la partida de Tulell y en la barriada del Hospital de Santa Lucía, dentro de las fiestas de la calle Dos de Mayo que organizaba Nelo, un personaje popular, vecino de esta calle.
Al día siguiente, en el castilllo de Belmonte, en la provincia de Cuenca, donde les habían preparado un suculento cocido castellano, recibieron la visita del alcireño Eugenio Martí, delegado nacional de Juventudes, quien les obsequió con un duro a cada uno, por ser de su pueblo, como manifestaba a los chavales.
En otra ocasión se desplazaron al aeropuerto de Barajas para recibir a la imagen de la Virgen de Guadalupe, que procedía de la capital azteca, a la que acompañaron hasta el monasterio de la misma advocación en la provincia de Cáceres.
Estos muchachos alcireños amenizaron desfiles de formaciones juveniles en Zaragoza; viajaron a Logroño y Soria y en verano asistían a campamentos que el Frente de Juventudes tenía instalados en Gestalgar y Serra, en la provincia de Valencia.
Matías Grau, que estuvo casi una década con los alcireños, fallecíó al atardecer del 18 de septiembre de 1955, cuando terminaban de llegar del campamento y, al dar entrada a la banda para interpretar una pieza musical frente al antiguo Hotel Colón, un fallo cardíaco le dejó fulminado ante la sorpresa de sus alumnos.
La Corporación Municipal, al haber quedado vacante la plaza de director de la Banda de Música, acordó amortizar dicha plaza por haberse disuelto la banda, sin que fuera fácil ni probable la creación de otra con carácter municipal, por el elevado coste que suponía su sostenimiento. Los emolumentos que percibía el “Mestre” Grau, eran de 6.000 pesetas anuales.