POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE LEGANÉS (MADRID)
Conocí a Juan Romera hace ya muchos años, más de 22 en el Puerto Lumbreras (Murcia), localidad donde vivía desde hacía muchísimos años, aunque que había nacido en Mazarrón, ciudad situada a tan solo 20 kilómetros de mi pueblo natal Huércal Overa (Almería).
Y le conocí gracias a mi prima hermana Pura Domínguez Resalt uno de los veranos que fui a la playa de San Juan de los Terreros en Pulpí (Almería). Mi prima Puri me comento que en el pueblo había un hombre, un escritor, un historiador que llevaba toda la vida “escribiendo libros” sobre la historia de la localidad,aunque ésta apenas tenía 100 años de historia, porque su termino municipal había sido siempre de Lorca (Murcia).
A Romera cuando le conocí ya llevaba escritos más de 12 libros sobre el Puerto Lumbreras. Me puse en contacto con él para hacerle unas cuantas preguntas relativas a datos que pudiera contener el Archivo Histórico Municipal de Lorca sobre la familia Resalt, archivo donde aun trabajaba y dirigía el maestro Juan Girao (también cronista oficial de Lorca).
Desde ese momento le animé a que se hiciese de la Asociación de Cronistas de España (AECO) que él no conocía. Aunque ya pertenecía a la Asociación de Cronistas de Murcia y a la Academia Alfonso X el Sabio de Murcia.
Romera además conectó conmigo inmediatamente pese nuestra evidente diferencia de edad, porque me llevaba 20 años de adelanto en todo.
Pero además, teníamos cosas en común, como que había sido responsable de la Oficina de Correos de Huércal Overa durante muchos años y se conocía a todo el mundo en mi pueblo natal y muchas de las historias y comentarios que se hacen en los pueblos el ya las había escuchado.
Esa estrecha relación que tuve con Juan Romera, por teléfono y en los encuentros de Congresos de RAECO y en fechas especiales para el y para mi, como conferencias o actos municipales de ambos, se nos ha quedado a medias y en suspenso con su repentina marcha al más allá.
Al igual que se nos quedó a medias el libro biográfico que teníamos entre manos del General Patricio Benigno Asensio Aledo (Huércal 1883-Murcia 1936).
Fui a la presentación de alguno de sus libros que amablemente me dedicaba y regalaba, y él asistía devotamente en Huércal a cuantos pregones, charlas, conferencias o participaciones que yo llevaba a cabo, acompañado por Pura y Marcos.
Y Juan me acompañó en esos días tristes que tuve que vivir en mi pueblo tras el fallecimiento de mi padres Vicente Alonso en el 2004 y de mi madre Purificación Resalt, ocho años después.
Pero ademas, de ser un buen hombre, amable, curioso, sencillo, y trabajador, era un excelente anfitrión porque siempre que le iba a visitar me enseñaba su casa, su localcilllo histórico, un centro cultural, una iglesia, una exposición o el mismo puente sobre las Lumbreras que años tras año se llenaba de agua a rebosar solo una vez en las famosas “rías”.
Nos acompañó en los congresos de Córdoba, pude visitar con el y su esposa Medina Azahara, pasee con él en Cazorla y Quesada, y volvimos al Puerto por las estrechas carreteras de Jaén entre pinos, riachuelos y tensión por la estrechez de las carreteras hasta llegar con alivio a Vélez Rubio.
Fue a Valencia a disfrutar en el congreso valenciano, y por ultima vez con uno de sus hijos a Burgos. Siempre esperaba ir al congreso anual de RAECO para echar una parrafada y pasarlo bien con los amigos .Y para ello esperaba que el autobús de los murcianos se hiciera efectivo otro año más para poder ir al congreso sin problemas porque ya le fallaba la vista y eran muchos kilómetros desde Murcia a otra parte de España.
Acompañado de su máquina de fotos y siempre con un lápiz o boli en la mano, era un lince a la hora de buscar nuevas noticias históricas en el Archivo de Lorca o en el Ayuntamiento, y cuando lo hacía me llamaba entusiasmado.
“Te he encontrado dos documentos de tu familia Resalt en el archivo”, y días más tarde me mandaba la fotocopia del mismo documento por correos o unas fotos.
Con Juan Romera me reía mucho porque era un hombre amable y con una sonrisa siempre puesta en su cara. Era sarcástico, toda una personalidad y siempre me contaba algunos chistes malos, de esos antiguos de la mili.
Tuve la oportunidad de echarle una pequeña mano en la investigación de la biografía del General José Toral que fue como él, nacido en Mazarrón y el general murciano que firmó las actas de rendición de España en la guerra de Cuba; libro que editó hace un par de años. Con la ayuda de sus hijos y el Ayuntamiento.
El expediente psiquiátrico del General Toral, internado en los últimos años de su vida en la institución de enfermos mentales del Doctor Esquerdo, situada en el distrito de Carabanchel Alto de Madrid, se le resistía y allí pude echarle esa mano, para que culminara, una de sus mejores y mas detalladas obras de investigación.
Cuando últimamente hablamos por teléfono decía que estaba muy cansado por un resfriado, pero que iría al Congreso de los Cronistas, me dijo, pero el año pasado ya no pudo ir a Carmona en Sevilla “no estoy bien” me dijo.
Pero a continuación te hablaba de que tenía mil proyectos y cien cosas que redactar y buscar para editar otro libro del Puerto Lumbreras.
Especialmente contento estaba con el nombramiento de una biblioteca de su pueblo con su nombre, se lo había comunicado la alcaldesa y me dijo “tienes que venir cuando se ponga el cartel y se haga la inauguración» y a eso me comprometí, pero no ha podido ser.
Muchas cosas se me han quedado en el tintero con Juan Romera, muchos proyectos y charlas, como las que nos dábamos en su “chiringuito”, un local que tenía en su propio edificio, y donde como otros cronistas tenía archivados, acumulados y repartidos un montón de datos, pelos, señales, papeles, fotocopias, documentos, fotos y “cosas” insólitas de la historia del Puerto Lumbreras.
Echaré de menos a mi amigo Juan Romera, su sencillez, su amabilidad conmigo y su forma de ser, el amor que tenía por sus hijos que le ayudaban a editar libros y libros.
Se ha ido un muy buen amigo hace muy poco y ya le echo de menos y es necesario que se le recuerde, por eso escribo estas emocionadas letras.
Era una gran persona, un buen hombre, era un ser inteligente, un muy buen amigo y un incansable trabajador, que conseguía todo lo que soñaba y preparaba.
Juan Romera se nos ha ido pronto y casi sin avisar, pero entre nosotros, en mi corazón ha dejado un ‘huequecico’ tan grande como esos celotes mexicanos donde la gente acude para admirar el mundo y la naturaleza y lo pasa bien.
Un huequecico deja Juan que será difícil de rellenar. Hasta siempre maestro Romera.
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