Calle Real de Tarna, historia empedrada que transitaron los monjes benitos y los antiguos gobernadores del territorio que siguieron la huella del primigenio Martín Díaz, quien en remota fecha recibiera la imperial encomienda de hospedar peregrinos y trotamundos del medievo.
Vereda de arrieros con sus recuas, hollada por ejércitos y los carros ferrados del pan y del vino, parada y rumbo entre la desolada estepa y la mar cantábrica.
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