POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Cuenta el andaluz don Francisco Rodríguez Marín (1855-1943), poeta, folclorista, lexicólogo, paremiólogo, miembro de la RAE y de la Real Academia de la Historia, que en una casa andaluza merodeaba un duendecillo que disfrutaba haciendo pequeñas diabluras a las gentes que la habitaban.
Rompía cosas, las mudaba de sitio o las escondía, hacía ruidos por la noche. ¡Vaya!, que era como nuestro TRASGU pero en andaluz.
Ante tal situación los dueños decidieron irse a otra casa en otro barrio. Llevaron sus enseres en carros y al cargar las últimas pertenencias, el marido preguntó a su esposa si faltaba alguna cosa. Como respuesta se oyó la voz del duendecillo que decía.
«¡Acá tamos todos!»
Los tan traídos y llevados DUENDES DE IMPRENTA, causantes de las erratas más simpáticas, son una realidad que nació con Johannes Gutenberg (1394-1468), inventor de la prensa de imprenta, y que, año tras año, se repiten de continuo a pesar de las «correcciones del ordenador».
Un ejemplo: En el último libro que escribí sobre cocina de Asturias («Recetas para Amar Asturias».
Delallama Editorial. 2018) donde en una fórmula recomiendo utilizar unas bayas de enebro «apareció». bayas de GINEBRA.
Otro ejemplo: en un artículo sobre cocina de setas, publicado hace muchos años en LA NUEVA ESPAÑA, de Oviedo, comentaba cómo las gentes primitivas probando setas y diferenciando las comestibles de las tóxicas adquirieron un auténtico sentido de «evaluación».
En lo publicado se leía «un auténtico sentido de OVULACIÓN.
¿Y qué decir cuando una «Crema de fabada» aparece titulada como CRISMA DE FABADA?
Hoy me han regalado un precioso libro de Rosario de Acuña (1851-1923) titulado «El Padre Juan», cuya primera edición data de 1891.- Al leerlo me encontré entre sus páginas un recorte de una esquela que, en recuerdo del fallecimiento de don Francisco Franco Bahamonde y de don José Antonio Primo de Rivera, anunciaba la celebración de una misa en la ovetense iglesia de San Francisco de Asís.
Y ¡zás-zás!, uno de los duendes de la imprenta, al grito de ¡ACÁ TAMOS TODOS!, ya hizo una de las suyas.
Lean, lean lo escrito debajo de lo de Caudillo de España, y ríanse pensando quién sería esa buena señora, DOÑA PATRICIA, a la que el general servía con entrega y cariño.