POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN, CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (CANARIAS)
Ha transcurrido casi un siglo, cuando en el programa de las fiestas patronales de Ingenio correspondientes al año 1921 se anunciaba muy animadas, como venía siendo costumbre. Para su organización, a principios de año desde el Ayuntamiento presidido por el alcalde Francisco Pérez Medina se había nombrado seis comisionados para su desarrollo desde la víspera con repiques de campanas, cohetes voladores, novenario de la Virgen, fuegos artificiales, paseo en la Plaza, para continuar el día de la fiesta mayor con la solemne función religiosa y la ya tradicional procesión con las imágenes de la Virgen de Candelaria, San José y San Blas recorriendo las calles de costumbre, la feria de ganados y una gran luchada en la que tomaban parte luchadores de Telde, Agüimes, Carrizal e Ingenio, para finalizar con fuegos artificiales y paseo; continuando el día de San Blas con la diana, función religiosa y juegos de cintas a caballo. Estando todos los actos amenizados por la banda de música.
Esperadas con ilusión por el vecindario, en todos los actos la participación popular era multitudinaria y se hacía extensiva a los vecinos del pueblo que por circunstancias de trabajo se habían establecido especialmente en los barrios de San José y Puerto de Las Palmas, aprovechando a la vez los días festivos para reunirse con sus familiares. Pero aquellos festejos tan esperados se vieron empañados por un fatal accidente con trágicas consecuencias de un “coche de hora” que repleto de viajeros, procedente de Las Palmas se dirigía a Ingenio, gran parte de ellos a la celebración de las fiestas patronales, precisamente el día de la víspera.
El coche-correo (ómnibus automóvil) de la empresa de transporte de viajeros Melián y Cía, había salido de la estación central de Las Palmas repleto de pasajeros con dirección al Sur, llegando a ocuparse incluso los estribos del vehículo al salir de la población, y no obstante, el cobrador seguía admitiendo gente, con el consiguiente reproche de sus ocupantes. Al llegar a Telde, admitió más pasaje, pero al pasar por la plaza de los Llanos, en vista de que aguardaba un numeroso grupo de pasajeros y por las persistentes protestas, el automóvil efectuó una parada y se trajo otro ómnibus automóvil de la misma Compañía señalado con el número 7 que hacía viaje de Telde hacia el Sur, para compartir el pasaje, de tal manera que casi se llenó. Pasado el mediodía, desde Los Llanos, los dos coches emprenden viaje con dirección a Ingenio, según manifestación de algunos viajeros “regateando”, vieja costumbre de “chauffeurs”, cocheros y carreteros. Siendo sobre las cinco de la tarde y cuando apenas se había recorrido escasos dos kilómetros, habiéndose rebasado el cementerio de Los Llanos, en el lugar conocido por “Barranco del Negro”, al llegar a la pronunciada curva existente, el coche número 7 se desvió de la carretera, despeñándose desde una altura de cuatro metros para después de dar una media vuelta, quedar en el barranquillo con las ruedas hacia arriba. El pasaje que iba en los estribos fue lanzado a distancia y el de los asientos quedó debajo del auto. Un vecino que transitaba a lomos de su caballo, oyó los desesperados lamentos y observando lo acontecido, inmediatamente marchó a Telde a dar cuenta a las autoridades. La noticia se extendió por toda la población teldense, presentándose en el lugar del siniestro el juez, médico, párroco y coadjutor de San Gregorio, alcalde y numerosos vecinos de Telde, provistos de utensilios para sacar del coche a los heridos; también se presentó en lugar la Cruz Roja para el traslado. Pilar Suárez, natural y vecina de Tirajana, que había venido a Telde a cobrar bordados, oficio al que se dedicaba, falleció en el acto, mientras que en estado muy grave fue conducida al hospital de Santa Rosalía, Candelaria Estupiñán Peña que iba a Ingenio a celebrar su fiesta onomástica, falleciendo posteriormente. Resultando además catorce heridos de distinta consideración, que fueron trasladados en varios automóviles, quedando diez de ellos ingresados en el hospital teldense. Por orden del Juez el conductor quedó ingresado en la cárcel de Telde. El automóvil fue reconocido por un mecánico, no habiendo notado ningún síntoma de que la catástrofe ocurriera por desperfectos ocurridos en el auto, achacándose el suceso a la impericia y a la temeraria “regata” entablada con el otro automóvil.
Se daba la circunstancia que en la carretera Telde-Ingenio, abierta al tráfico en 1887, se había producido con anterioridad dos accidentes de “coches de hora”, sin víctimas mortales; uno en el mismo paraje en 1912 y el segundo en el barranquillo de Lomo Pollo en 1920.
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