POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA. CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Estábamos en la época otoñal del año 1959 y, casi todos los uleanos, salíamos a los aledaños de «los árboles grandes», para esperar el coche de línea Ulea-Murcia, y Murcia-Ulea, que transportaba a nuestros familiares y vecinos; así como sus pertenencias.
El autobús de la empresa «Anónima Alsina Graell de Auto Transportes», que, por estar ubicada la central en Cataluña, se le bautizó con el nombre de «La Catalana», recogía a todos los viajeros uleanos, por las mañanas, y los retornaba al anochecer.
Nada más ver las luces del autocar aparecer por las escuelas de Villanueva y «la asomá» se nos ponía el cuerpo contento. Sí, ya llegaban los familiares que esperábamos, o cualquier uleano que había viajado a la capital murciana.
La expectación era notoria—esta escena era cotidiana—ya que, en Ulea, apenas había coches, además del camión del «pequeño» que transportaba las personas que cabían en la cabina—junto al conductor—y la mercancía encargada. Sí, en la Alsina venían los viajeros que esperábamos, que nos contarían cuanto de importancia habían visto -y oido- en la capital del Segura. Noticias que narrarían con énfasis y, nosotros escucharíamos con atención. Cogeríamos sus pertenencias y les acompañaríamos por las calles de Ulea; hasta llegar a nuestros domicilios.
Sí, es verdad, pero, ese día, el autobús no llegó a su destino. Cuando veíamos asomar esos faros refulgentes y los pilotos en la parte alta de la carrocería, nos aposentábamos en el lugar de parada para recoger a nuestros queridos viajeros y convecinos. Sin embargo. el autobús se nos perdió de vista pasado el matadero municipal de Villanueva, en plena curva, antes de llegar al puente sobre el río Segura.
A pesar de todo, como los árboles impedían seguir viendo al coche de línea, no nos llamó la atención. No obstante, al comprobar que tardaba demasiado en aparecer por la curva de Félix, salimos a su encuentro corriendo los 500 metros que nos separaban.
Al acercarnos al puente, contemplamos con horror, una escena dantesca: la Alsina subida en la barandilla del puente y casi la mitad colgando en el vacío sobre el río. Todos temíamos lo peor.
El coche, conducido por Virgilio «el Laro», no pudo tomar bien la curva y se empotró contra pretil de la barandilla. Los gritos eran desgarradores pero, por fortuna, el coche no cayó al río y Virgilio ordenó que salieran, por la puerta del lado derecho, con el fin de no caer al vacío y dar con sus cuerpos en el cauce del río. Poco a poco iban saliendo asustados y llorando; con un verdadero ataque de pánico y con heridas de menor importancia. Fue una suerte que no hubieran víctimas de importancia. Sí, se temía lo peor pero todo quedó en un susto impresionante pero, solamente, susto al fin y al cabo.
En el lado uleano del puente, fueron atendidos todos los viajeros. Al lugar acudimos casi todos los uleanos y por supuesto las autoridades, el Cura y el Médico. Una vez que recogieron sus pertenencias, D. Patricio Ros Hernández nos llevó en procesión hasta la Iglesia, con cantos de alabanza y agradecimiento. Una vez en el recinto eclesial ofició una «acción de gracias» muy emotiva, en el que estábamos todos los uleanos, con las autoridades presidiendo dicho acto.
Al día siguiente, los periódicos murcianos daban cumplida cuenta de lo sucedido, con una foto de «La Catalana» qué, aunque pareciera mentira, había quedado colgada de la barandilla, sin llegar a caer al río.
Una grúa gigante, trabajó durante toda la noche para intentar rescatar a la Alsina, sin que cayera al río. A la mañana siguiente aún no había terminado la operación del rescate y tanto los niños como los jóvenes—y los menos jóvenes—, nos acercamos al lugar del siniestro para «empaparnos» de todos los pormenores. Parecía una romería. Verlo para contarlo.