ACOGIDOS A DERECHO SAGRADO
Mar 28 2016

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

Iglesia_de_San_Bartolome_en_Ulea

A finales del siglo XIX y principios del XX, existía un tratado entre el Reino de España y la Santa Sede (Concordato), en el que se hacía hincapié en la inmunidad de todos los recintos sagrados (iglesias, conventos, seminarios diocesanos, etc.) ya que eran considerados como propiedad de la Iglesia y, por consiguiente, como territorios del Estado Vaticano. Por tal motivo, la justicia real de cada región o localidad, no podía acceder a su interior para detener a cualquier delincuente perseguido por la justicia dentro de los mismos templos. A esta ley durante muchos años se le denominó Ley de Acogimiento a Sagrado.

Pues bien, según el libro de ¡Historia de los Lugares’, al poco tiempo de construirse la torre del campanario y el reloj de la iglesia parroquial de San Bartolomé de Ulea, a finales del siglo XVIII, en dicho templo se acogieron a Sagrado, algunos delincuentes comunes y, sobre todo, algunas personas que, tras pasar una noche de ‘jarana’ y haber bebido más alcohol de lo debido, decidieron dormir la mona en el interior del recinto eclesial.

Ya, a principios del siglo XX, concretamente en el año 1915, siendo párroco Juan Antonio Cerezo Ortín y Alcalde Francisco Tomás Ayala, la compañía de teatro de los hermanos Aragón (Emilio y Teodoro), actuaron durante tres días consecutivos en el teatro Reina Victoria de Ulea y se alojaron en el café-posada de Domingo Pérez y, el hijo de Emilio Aragón, que respondía por el nombre artístico de Zampabollos, que le gustaba darse sus buenos tragos de alcohol, hizo un peregrinaje por las tabernas y colmados de Ulea y no regresó a dormir al café posada de Domingo Pérez, cobijándose en el rellano de la iglesia que da acceso al campanario y al reloj de la torre; prácticamente a la altura del presbiterio del altar mayor.

Allí se instaló tras ser echado literalmente de su última taberna, que el colmado del tío Puche. Al amanecer, se dieron cuenta que no había dormido en la posada de Pérez y, a pesar de su intensa búsqueda no pudieron dar con su paradero. Fue el sacerdote quién, al ir a celebrar la misa de la mañana se lo encontró tirado en el suelo, en medio de un charco de orina y vómitos.

Encontrado de tal guisa, el párroco intentó persuadirlo para que se marchara y, ante la negativa, y la imposibilidad física para poderlo detener, avisó a las autoridades para que lo prendieran y desalojaran a la fuerza; a lo que el juez se opuso ya que dicho lugar sagrado no era propiedad de Ulea, sino de la Santa Sede y, aunque usurpar un lugar sagrado fuera considerado como un delito, quedaba acogido al derecho sagrado y no se podía detener ni expulsar, sin orden eclesiástica superior.

Dada la precariedad de la comunicación, tanto por tierra como por vía telefónica y, aunque estaba tirado en el suelo en condiciones deprimentes, el tal Zampabollos (Emilio Aragón) hijo de uno de los fundadores de la saga Aragón (Teodoro Aragón), no fue posible evacuarlo del recinto eclesial hasta que no medió su padre, que consiguió sacarle del recoveco en el que estaba hecho un ovillo, a pesar de los improperios que seguía profiriendo.

Cuando el padre de Zampabollos se hizo cargo de todos los desperfectos ocasionados por su hijo, tuvo que esperar a evacuarlo hasta que llegara la orden episcopal. Su padre y el resto de la familia, aunque un tanto afrentados, se lo llevaron a la posada, en donde continuó “durmiendo la mona”.

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