POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
He creído conveniente tratar, en diferentes etapas, lo que considero son los pilares de nuestras fiestas: la subida al santuario el día 8, devoción a la Virgen de la Fuensanta y la romería; posteriormente lo haría sobre otros aspectos que influyen en la celebración de las fiestas patronales… unas veces con los recuerdos personales o la aportación de distintos documentos.
Durante el mes de agosto y septiembre los vecinos de Sorihuela, Villacarrillo, e Iznatoraf, asisten y participan a la fiesta religiosa, que cada localidad, celebra en el Santuario en honor de la Virgen, los domingos anteriores al día 8, que es cuando celebra la fiesta religiosa el pueblo de Villanueva.
En la noche del siete de septiembre, se sube al santuario, generalmente en coche. Observa a tu llegada las banderas de los pueblos de Las Villas, Iznatoraf, Villanueva, Villacarrillo y Sorihuela, la de la orden trinitaria, la vaticana, española y andaluza, izadas en sus astas colocadas sobre la torre de la entrada.- qué entusiasmo puso el padre Sátur en reunir las banderas y en la difusión y veneración a la Virgen de la Fuensanta en toda la zona.
La visita a la imagen en una iglesia llena de fieles, bastantes de ellos cruzando las carreteras, desde Cataluña, Madrid, Valencia, distintas ciudades andaluzas, y que llegan tras cientos de kilómetros recorridos para rezar y venerar a la patrona. La visita a la imagen para ofrecerle a la Virgen las plegarias, las peticiones, los agradecimientos por lo recibido; la añoranza, la nostalgia por los que ya no están. Casi siempre se reza el rosario por alguno de los trinitarios del santuario, o llegados desde otros conventos.
En la mañana del día ocho, tras la ceremonia religiosa, la procesión. Emociona la salida de la imagen, portada por su cuadrilla de anderos. Alguna lágrima furtiva aparece por hombres y mujeres, que contemplan en el rostro de la imagen parte de su vida, familiar o profesional; intensa la luz del sol reflejadas en las ráfagas que rodean la imagen; intenso ha sido el trabajo de los vestidores para adornar o vestir a la virgen y al niño, colocarle uno de los mantos rojo, azul o verde y la corona de aquel lejano 1956.
Intenso el sonido de las campanas para que sus sones se escuchen en las cuatro villas, las notas de la Agrupación Musical; las autoridades civiles y religiosas, y los fieles acompañando en la procesión de su corto recorrido por los alrededores del santuario.
La revisión del desgatado álbum familiar sirve para que en las viejas fotos de niñez o juventud, nos saquen del pozo de la memoria la subida al santuario. En una foto, la niñez, unos cuatro años, en la visita al Santuario, de la mano de mi hermana, que me tomaría en brazos, para que pudiera ver la imagen de la Virgen en procesión.
Relacionado con la Virgen en una de las mayores y más recordadas fiestas, la de su coronación en la Plaza Mayor en 1956. Afloran los recuerdos de la noche anterior, en que los niños tuvimos permiso para volver más tarde a casa. Sobre la tribuna se hablaba de la Virgen, mientras observábamos con interés a todas las personas sentadas allí arriba.
Al día siguiente el desfile marcial de los soldados nos entusiasmó, posteriormente en un paseo totalmente repleto de personas, buscábamos donde subirnos para contemplar mejor los actos o sorteábamos como podíamos acercarnos a los primeros lugares para ver coronar la Virgen, después la suelta y vuelo de varias docenas de blancas palomas.
Contemplo otra foto, es de un grupo de jóvenes, unos ocho, con pareja algunos, que subíamos para asistir a la procesión, pedir ayuda a la Virgen para las decisiones laborales o familiares que estaban iniciando los cambios de una nueva forma de vida. Acompaño el texto con otra foto de Adelaido, que estaba presto para inmortalizar aquellos momentos. Me decido por otra imagen de un grupo de amigas, que suben al santuario para asistir la procesión.
Tras el periodo de las novenas en los últimos días de septiembre, vuelve a repetirse el mismo rito en la celebración de San Miguel, ahora con mayor número de romeros, llegados caminando desde las distintas poblaciones vecinas, algunos descalzos por la promesa realizada a la milagrosa imagen.
El recorrido procesional se alarga para llegar al Hogar de Nuestra Señora de la Fuensanta, los ancianos y religiosas de Hermanitas de Ancianos Desamparados, tienen el privilegio de tener la imagen a unos metros, para agradecer el presente, recordar el pasado y soñar con un futuro sin que los años compliquen su vida diaria.
Sobre la romería en algunas ocasiones se han realizado carrozas para subir al Santuario; en otras se intentó dar un carácter romero con asistencia de numerosos jinetes y caballos, sin arraigar definitivamente. En la actualidad son varios los jinetes que participan, iniciando la procesión.
El primer documento que conocemos sobre la devoción a la Virgen, gracias a la publicación de Pedro Aliaga, es la Bula “Vite et usque” del Papa Nicolás IV dado en Viterbo el 3 de mayo de 1291. En esta Bula se le conceden un año y cuarenta días de indulgencia a quienes visitasen con las debidas indulgencias la iglesia de la Bienaventurada María de la Fuente Santa, en las fiestas de las Anunciación, Natividad, 8 de septiembre; Purificación, Asunción e Invención de la Santa Cruz.
El licenciado Don Fernando Alonso Escudero de la Torre, en su obra “Historia de los célebres Santuarios del Adelantamiento de Cazorla” escribió en 1669, sobre la devoción a la Virgen de la Fuensanta: “su fiesta es el ocho de septiembre, de costumbre antigua suele la juventud hacer una compañía de soldados que vestidos de lucidas galas, y armados de arcabuces, van delante de la procesión, haciendo ruidosas salvas, y se ha tenido por milagro no suceder demasiadas desgracias”.
La fiesta religiosa, que se celebra el día ocho de septiembre, ha tenido siempre, como partes destacadas: la elección del sacerdote que debía oficiar y predicar en este día y la actuación de la música de capilla. La cofradía primitiva, de mediados del siglo XVI, ya colaboraba en los actos religiosos y profanos. Le hacían la fiesta anual, el 8 de septiembre, asistiendo con hachas de cera. En algunos momentos la fiesta anual se celebró en la iglesia parroquial de San Andrés, al estar aquí la imagen de la Virgen, por estar construyendo un nuevo camarín (1728).
En 1885 los actos religiosos tuvieron que posponerse, ante una epidemia aquí, en los pueblos cercanos y de la sierra: “Atendiendo que algunas poblaciones inmediatas a esta están invadidas del cólera morbo asiático y en otras como Villacarrillo e Iznatoraf hace muy poco tiempo que no acusan defunciones, se celebren los actos el día 25 de octubre. Que se remitan oficios a los alcaldes de pueblos limítrofes y los de la sierra de Segura”.
Para que se celebren las fiestas patronales, lo primero e indispensable son los actos religiosos en honor de la Virgen de la Fuensanta.
Es el texto de una de las figuras literarias de nuestra localidad, Eleuterio Nula, publicado en 1898, el que sirve de cierre de este texto: “Es verdaderamente consolador ver los pueblos unirse como un solo individuo, despreciar las grandes miserias de la vida, y buscar en la Virgen de la Fuensanta, la verdad eterna en quien únicamente encuentran refugio los pecadores y consuelo los afligidos”.