POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
En la obra de Adela Galiana ‘Los dos gemelos’ se dan cita todos los tópicos propios del teatro social del siglo XIX, en que se refleja nítidamente el proceso de transformación de una sociedad denominada aristocrática, a una sociedad en la que prevalece el empuje de la nueva clase emergente: la burguesía. Adela Galiana juega aquí con los equívocos y desconciertos derivados de la confusión de identidades, de la usurpación de personalidades, del descubrimiento súbito de los verdaderos orígenes de algún personaje y, en definitiva, con todos los trucos teatrales que son usuales a la hora de sacar partido escénico de los susodichos conflictos sociales, queriendo representar quizás su origen -su abuelo paterno, de profesión herrero, y el materno jornalero- y transformación social en la entonces pequeña población de Torrevieja.
En 1870, Adela publicó ‘El guerrero español’, obra dedicada al ejército y marina española, denotándose en algunas composiciones miras nacionalistas -posiblemente influenciada por la carrera militar de su esposo- y «Un recuerdo de la guerra de África», tachando a los moros de infieles y glorificando al ejército español. Los versos, escritos en el curso de la contienda, procuran estimular el ánimo y el arrojo contra las fuerzas enemigas. En esos años vivía en Madrid, en la calle de la Montera, y el librito, impreso en el establecimiento tipográfico de R. Vicente, está escrito en prosa con una poesía al final, vendiéndolo en su domicilio al precio de 4 reales.
En 24 de febrero de 1871, su esposo, el entonces comandante Saturnino Osterman solicitó su retiro en el arma de caballería y, en septiembre, acordó el Ministerio de la Guerra su retiro definitivo con el grado de coronel. Unos años más adelante, estuvo en busca y captura por acción delictiva que queda patente en el Boletín Oficial, número 149, José María López y Pérez, magistrado de la Audiencia de Madrid y juez de primera instancia del distrito de la Universidad, expidió una orden, con fecha de 11 de junio de 1881, citando, llamando y emplazando a Adela Galiana Albaladejo; es descrita de estatura regular y vestida decentemente, natural de Torrevieja, hija de José y Gregoria, de 53 años de edad, casada con Saturnino Osterman y Pérez Caballero, y que había estado viviendo en la calle Duque de Alba, y cuyo paradero se ignoraba, indicando de que, dentro del término de 10 días, se presentara en dicho Juzgado, en el Palacio de Justicia, para ser trasladada a la cárcel de mujeres a fin de que extinguiera los cinco meses de arresto mayor que le habían sido impuestos en sentencia firme recaída en la causa seguida a ambos esposos por estafa; apercibiéndola que, de no comparecer, se la declaraba rebelde.
En el 1883, publica en Madrid la obra ‘La corona de la juventud. Obra dedicada a S.A. R. la serenísima señora princesa de Asturias, doña María de las Mercedes’. Está impresa en el establecimiento tipográficos de M. P. Montoya. En este tiempo publica algunos artículos en la prensa madrileña.
En las últimas décadas del siglo XIX, colaboró con frecuencia en el diario ‘La Correspondencia Alicantina’, dando a luz en ello algunos amenos y bien escritos literarios, así como noticias en distintas publicaciones de Madrid, dando a conocer no pocos artículos recreativos con alguna que otra poesía de distinto género y metro. En 1887, escribió algunos trabajos literarios y poéticos en el periódico ‘La Opinión de Torrevieja’.
Un último artículo conocido de Adela Galiana se publicó en ‘La Opinión de Torrevieja’, en febrero de 1888; es un sentido obituario dedicado a su sobrino Pedro García Ibáñez, fallecido a los 24 años. Referenciando a la muerte, dice: “El tierno infante al nacer, ya de sus cerrados ojos caen dos lágrimas, cual perlas que van a rodar al pie de una tumba, símbolo del dolor continuo e interminable de la criatura, por un mundo de abrojos sembrado, cuyo espinoso sendero cruzamos en tropel todos los nacidos; la alegría, la satisfacción, la riqueza, todo es pasajero, todo queda envuelto en un turbión de lágrimas, que corren a estrellarse en lo imposible”.
Del final de Adela no tenemos noticia, debió de morir a finales del siglo XIX o comienzos del XX, en Madrid. Por sus obras, podemos decir que pone sobrado gusto literario, que conoce nuestros clásicos antiguos y modernos y que rima con gran facilidad, soltura y elegancia; siendo sus versos rotundos y sonoros, demostrando en ellos una más que mediana inspiración.