POR ANTONIO ORTEGA SERRANO, CRONISTA OFICIAL DE HORNACHUELOS (CÓRDOBA)
Queridos amigos:
Este vetusto año 2014 que se nos acaba morir, ha sido un año nefasto, difícil y lleno de incertidumbre para muchos o mejor dicho para todos ¿Quién no ha tenido algún problema? Hemos podido comprobar a lo largo de nuestra vida, que la mayoría de los años son difíciles, porque aunque todo a algunos nos vaya admirablemente, siempre habrá un momento o acontecimiento en el que pensemos que vamos agonizando.
El que entienda que extinguirse cada día es como un no “ser”, un renunciar de “ser”. Está muy equivocado. La grandeza de la vida es ir sucumbiendo cada día a todo aquello que nos aparta de la felicidad. Vivir construyendo ese hacer del “espécimen”. Aquel que no vive cada año como un tiempo de acción de gallardía… y de gozo inenarrable es porque ese año simplemente dejó transitar la vida y no la vivió plenamente.
Existe un proverbio griego que significa: que el dolor, la amargura, la aspereza, la ansiedad… no es vivir, Todo lo contrario son parte fundamental del vivir. Igualmente son esos extraordinarios momentos de paz, felicidad y de pleno ímpetu que vivimos en la familia, los amigos, el trabajo, etcétera.
Lo importante, en nuestra existencia es que en el vivir tengamos claro el horizonte, debe ser el faro que ilumina nuestro existir y el acontecer de nuestros días. Aquel que así lo tenga claro, comprenderá que “sucumbir es estar”. Morir día a día es acomodar la plena vida para el momento prominente en el que nos hallamos con el cumplimento de nuestro anhelo.
Uno de los ejemplos, qué ocurre en la noche vieja. Es en que dejamos atrás algo que no podremos cambiar, y se nos abre un horizonte totalmente nuevo en décimas de segundo. Ese será el más importante, o sea la vida misma.
Por ello, queridos amigos, ¡No tengamos miedo a morir! ¡Anhelemos morir a nosotros mismos! Ya que mañana, habrá un nuevo amanecer, una nueva expectativa, una nueva quimera. El mañana te espera para que tú lo puedas cimentar y edificar sobre el arranque de un nuevo “ser”, de un “ser” resucitado y amante de la vida, enamorado de la belleza y misericordia de las personas y de las cosas, un “ser” no ensombrecido por el dolor del pasado sino un “ser” ilusionado en la luz que abre un nuevo día que no tiene término y que desea arrullarte con la frescura del rocío y el calor del sol que no se extingue.
Así que ánimo ante el nuevo año que ha nacido. Y jamás borrar de la memoria que ¡Morir es haber existido!